domingo, 27 de abril de 2008

¿Hasta que la muerte los separe?


por James Neilson

Aunque le hubiera sido doloroso informarle a su marido, padrino político y asesor en jefe que, dadas las circunstancias, sería mejor que le permitiera gobernar sin verse constreñida a todo momento a tomar en cuenta sus opiniones y sentimientos, le sería aún más permanecer atrapada en una crisis que continuará profundizándose, a menos que desmantele el disfuncional doble comando que lidera. En la Argentina presidencialista, un gobierno bicéfalo equivale a uno acéfalo.
La conciencia ya difundida de que el gobierno a un tiempo joven y viejo -para no decir decrépito a juzgar por la parálisis que le están causando las internas virulentas- de Cristina se ha acercado a una encrucijada, ha dado pie, últimamente, a una nube de versiones que es casi tan densa como la humareda que ahora cubrió el Gran Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y, con ironía truculenta, buena parte de Uruguay. Según los rumores, Cristina está por introducir algunos cambios fuertes en el Gobierno, a fin de relanzarlo, con el propósito de recuperar la iniciativa que hace tiempo perdió. Puede que sólo se trate de una expresión de deseos, pero a la luz de la alternativa, que consiste en atribuir el desplome del índice de aprobación de la Presidenta a las malas artes de una manga de golpistas, es comprensible que desde los críticos más mordaces de la gestión de Cristina, hasta los que esperan que sea sumamente exitosa, quiera que se ponga fin a la cohabitación forzada de personas tan distintas, como el renunciado Martín Lousteau, Guillermo Moreno, Alberto Fernández y Julio de Vido, además, por supuesto, de la presencia asfixiante de Néstor Kirchner, que se ha convertido en el guardían de un orden que pertenece a un pasado que no volverá.

(Extractado de Noticias, 26-4-08)