viernes, 18 de abril de 2008

Oposición versus interés general


Dr. Salvador Treber

Es cierto que estamos viviendo una situación que no es la óptima deseable pero...¿quién la va a cambiar? Seguramente, no serán los que se encogen de hombros y miran para cualquier lado, ya que están encerrados -con egoísmo- exclusivamente en lo suyo, despreocupándose de cuanto acontece alrededor. Debe tenerse bien en cuenta que sólo la participación activa de todos -o de una gran mayoría- puede cambiar o corregir lo que está mal, y esa tarea nos incumbe, sin excepción. Criticar es fácil y cómodo; lo constructivo es hacerlo aportando soluciones alternativas.
No debe olvidarse que siempre los vacíos, bien o mal, se llenan. El repliegue de los que alegan evitar contaminación o simplemente desertan para “no hacerse mala sangre”, deja el campo libre a los que carecen de una escala de valores, que casi nunca coinciden con los más capaces. Por otra parte, quienes se autoexcluyen pierden todo autoridad moral y el legítimo derecho a enjuiciar lo que entienden está mal. Esta atribución queda reservada a los que se comprometen; nunca puede ser asumida por aquellos que a través de esa actitud calculadamente pasiva, en alguna medida, son responsables directos de que hayan consumado esa indeseable selección a la inversa.
La existencia de una sociedad cualquiera es consecuencia de un tácito pacto intergeneracional del que nadie debiera quedar afuera.
Cuando se trata de forjar una nación y colocarla en un plano de progreso, la responsabilidad con que deben ejercerse, tanto la conducción como el aporte de la oposición, exige sean desempeñados con el máximo esmero, permanente búsqueda de las mejores opciones y, por sobre todas las cosas, con honestidad, en su faz material e intelectual.
En forma prioritaria, será indispensable tener plena conciencia de que no se debe nunca jugar a la “oposición por la oposición misma”. Seguir esta vía implica una penosa muestra de mediocridad, pues conlleva el necio intento de mejorar la propia ponderación sin excluir un cierto caudal de méritos propios que el mezquino arbitrio de rebajar los ajenos.
Estando en juego nada menos que el bienestar general lo correcto es pensar y seleccionar la senda adecuada para coadyuvar al mismo. En los países más avanzados de la Unión Europea, la sede central de todos los partidos -no sólo de los que están en el ejercicio del gobierno- está ocupada en alta proporción por equipos de estudio que funcionan permanentemente y están dedicados, dentro de sus respectivas concepciones, a examinar los diversos problemas y aportar eventuales soluciones alternativas. En el Reino Unido, el jefe del segundo partido recibe una asignación del gobierno, ya que entienden que es de interés general que se prepare lo mejor posible. Esta inteligente posición les permite, si acceden a algún puesto o cuando lo decida el voto popular, protagonizar una transición sin pagar el alto costo de la improvisación y el desconocimiento. En el caso de que no haya la debida receptividad y amplitud de miras, las ideas o propuestas se hacen conocer a todo el país explicando las ventajas que generarían las distintas opciones.
A la llamada “oposición” no le cabe ubicarse como excluida o en pose de enfrentamiento, considerándose exenta de toda responsabilidad. Su función no debe ser disparar proyectiles hacia los que “están arriba”, sino advertir fundamente sobre los posibles yerros y contribuir activamente a corregirlos con ideas superadoras para alcanzar el máximo resultado.
Si se hacen las cosas mal, quien termina “pagando los platos rotos” es siempre la gente, no los gobernantes de turno. Claro que esta disposición generosa debe corresponderse con una paralela y similar actitud de respeto a cargo de la mayoría circunstancial. Es que ambos constituyen piezas complementarias que no deben funcionar en colisión sino buscando las mejores opciones de armonizar sus respectivos roles.
Si esto es comprendido, se habrá logrado superar un gran obstáculo para que Argentina acceda a un rango de excelencia en el marco mundial. ofreciendo a sus habitantes el marco de una siempre superior dosis de realización personal y colectiva.

(Extractado de: La Voz del Interior, 18-4-08)