miércoles, 4 de noviembre de 2009

MARKETING, LITERATURA Y AMPLITUD DE OPINIÓN



Gonzalo Neidal

Cada escritor es libre de hacerle propaganda a su literatura como mejor le convenga.

Y hay que reconocer que, en ese rubro, José Saramago es un verdadero maestro.

Su estilo son las declaraciones escandalosas. Acaba de publicarse su libro “Caín” y ahora está empeñado en promocionarlo. Y entiende que no hay mejor manera de hacerlo que formular declaraciones contra la Iglesia Católica que, a diferencia de otras grandes religiones, siempre recibe críticas deshonrosas y ofensas diversas, sin que nadie se escandalice. Y Saramago aprovecha esa posibilidad.

El escritor portugués no ataca solamente a la jerarquía católica, como podría esperarse de un progresista, sino que la emprende también contra la mismísima Biblia. De ella ha dicho, por ejemplo, que “es un manual de malas costumbres. Hay en ella una crueldad infinita, incestos, carnicerías...”. Ha dicho también que “es un libro terrible y sombrío”.

Sin embargo, Saramago desciende de sus cúspides filosóficas para asegurar que él lucha contra el “aborregamiento en que vive la sociedad contemporánea, con casos inconcebiblemente extremos como el de Italia, país en el que se permite tener un gobierno como el que tiene”. Por simple carácter transitivo, parece estar convencido de que Berlusconi es el resultado inevitable, milenario y fatalista que proviene del fondo de la Historia y no la simple consecuencia de decisiones políticas de los ciudadanos italianos.

En su empeño por aparecer como un “enfant terrible” y ateo, Saramago no apunta contra tal o cual sector de la Iglesia, contra el conservadurismo que pueda adjudicársele a la jerarquía católica, o cosas por el estilo. Nada de eso: dispara contra el corazón mismo de la fe católica: las Sagradas Escrituras, algo en cuya defensa -aunque con distintos matices interpretativos- unifica a todos los católicos.

Razonablemente, en Portugal han salido a responderle a Saramago. Lo que resulta curioso es que en algunos lugares del mundo, quizá por eso de poner la otra mejilla, Saramago sea homenajeado por la propia Iglesia Católica.

No nos referimos a ningún lugar remoto sino a nuestra propia ciudad de Córdoba, la “de las campanas”, la “que levanta más tronos a Dios”. En efecto, la Universidad Católica homenajea al escritor con la existencia de una cátedra libre que lleva su nombre. Sin duda, un criterio de amplitud ideológica y de diversidad de opinión que traspasa todos los límites conocidos.

Es como si los peronistas de Córdoba inauguraran una escuela de cuadros que llevara el nombre de Ramón Mestre, o que Belgrano inaugurara una tribuna con el nombre de Daniel Willington.

No hay que descartar que próximamente nos encontremos con ediciones de La Biblia, comentada por Saramago, como una muestra de tolerancia y de espíritu autocrítico.

Al parecer, Saramago tiene convicciones muy firmes respecto de Dios y La Biblia. Es bueno eso.

No todos parecen tener la misma fe en sus creencias.

La Mañana de Córdoba, 4-11-09