sábado, 19 de diciembre de 2009

PÍO XII Y JUAN PABLO II: VENERABLE



En continuidad con lo que informábamos el pasado 16 de noviembre sobre el proceso de beatificación del Siervo de Dios Juan Pablo II, en el día de hoy, el Santo Padre Benedicto XVI ha recibido en audiencia privada a Su Excelencia Reverendísima Monseñor Angelo Amato s.d.b., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Santo Padre ha autorizado a la Congregación para promulgar varios Decretos, entre los cuales se encuentra, como se esperaba, el de “las virtudes heroicas del Siervo de Dios Juan Pablo II (Karol Wojtyla), Sumo Pontífice; nacido en Wadowice el 18 de mayo de 1920 y muerto en Roma el 2 de abril de 2005”.


Pero el Papa Benedicto XVI ha dado otra gran alegría a la Iglesia universal al firmar, en la misma audiencia, el decreto referente a “las virtudes heroicas del Siervo de Dios Pío XII (Eugenio Pacelli), Sumo Pontífice; nacido en Roma el 2 de marzo de 1876 y muerto en Castelgandolfo el 9 de octubre de 1958”. De este modo, en un mismo día, nuestro Santo Padre nos ha dado el gozo de poder llamar con el título de “Venerable” a dos grandes Romanos Pontífices de nuestro tiempo. Continuemos orando fervientemente por la pronta beatificación de estos dos Sucesores del Apóstol San Pedro.

“Las principales etapas del reconocimiento de la santidad por parte de la Iglesia – dijo precisamente hoy Benedicto XVI en un discurso con ocasión del 40º aniversario de la Congregación para las Causas de los santos -, es decir, la beatificación y la canonización, están unidas entre ellas por un vínculo de gran coherencia. A ellas deben ser añadidas, como indispensable fase preparatoria, la declaración de la heroicidad de las virtudes o del martirio de un Siervo de Dios y la comprobación de algún don extraordinario, el milagro que el Señor concede por intercesión de un fiel Siervo suyo.


¡Cuanta sabiduría se manifiesta en tal itinerario! En un primer momento, el Pueblo de Dios es invitado a mirar a aquellos fieles que, después de un primer cuidado discernimiento, son propuestos como modelos de vida cristiana; luego, es exhortado a dirigir a ellos un culto de veneración y de invocación circunscrito al ámbito de las Iglesias locales o de Órdenes religiosas; finalmente, es llamado a exultar con la entera comunidad de los creyentes por la certeza de que, gracias a la solemne proclamación pontificia, un hijo o hija suya ha alcanzado la gloria de Dios, donde participa en la perenne intercesión de Cristo a favor de los hermanos (cfr. Hebreos 7, 25)”.

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