jueves, 9 de diciembre de 2010

UNA MIRADA A LA HOMOSEXUALIDAD


a la luz de la fe y de la verdad del amor.

André-Marie Jerumanis
Universidad de Lugano
9-12-10

La sexualidad es una dimensión fundamental de la persona. Es necesario, por lo tanto, reconocer que son varios los componentes de la identidad sexual: la dimensión genética, psicológica, educativa y cultural, la reciproca interacción entre la dimensión biológica y el imprinting psicológico de los primeros años de vida. Se sigue entonces que la identidad sexual sea masculina que femenina no es sólo un dato, sino que también es un objetivo. En la génesis de la conciencia sexual no se puede negar el elemento fundante del nacimiento, ni tampoco el momento de la pubertad.
Con la orientación sexual comúnmente viene definida la «dirección de los sentimientos sexuales o de los comportamientos hacia individuos del sexo opuesto (heterosexualidad), del mismo sexo (homosexualidad), o de una combinación de ambos (bisexualidad)». Se abre camino, siempre más, la idea que la conciencia de la propia identidad de género pueda ser el resultado de diversos itinerarios posibles de desarrollo. Viene entonces excluida cada hipótesis de finalismo predefinido de la naturaleza o del ser de un individuo en la realización de la persona, que es considerada expresión de una libertad de escoger el género que el individuo prefiere. Evolución de sensibilidad a mi parecer muy discutible.
Cuando se habla de personas homosexuales se define, entonces, una persona motivada, en la edad adulta por una decidida atracción erótica preferencialmente por miembros del mismo sexo sin tener necesariamente relaciones sexuales con ellos. Sólo en la fase adolescente y adulta es posible reconocer con claridad la tendencia homosexual.
¿Qué dice la ciencia?
¿Se nace homosexual? Los científicos están divididos sobre la portada de un eventual factor biológico, dado que una intervención a nivel hormonal no modifica significativamente el comportamiento homosexual. A nivel genético no podemos afirmar que existen resultados significativos, sin embargo, sin excluir la hipótesis de un elemento genético. Otros datos provenientes de las teorías psicológicas y psicoanalíticas unen el desarrollo de la homosexualidad a la figura de una madre autoritaria y posesiva, a la ausencia de una figura paterna significativa, a fijaciones de la personalidad a niveles auto eróticos …. etc. Algunos invitan a no subvalorar los factores sociales y culturales que favorecen un achatamiento de las diferencias sexuales. Hoy la voz de la ciencia ayuda a reconocer la complejidad del fenómeno y a tener presente las múltiples causas de la homosexualidad que pueden coexistir en una sola persona homosexual.
La tradición cristiana
La tradición cristiana ofrece una lectura negativa de la homosexualidad en cuanto contraria al designio divino sobre el hombre a imagen de Dios creado hombre y mujer, llamado a vivir una vida de comunión interpersonal que lleva al don de una vida nueva (Gen 1-3). Viene entonces valorizada la diversidad, la complementariedad de los sexos y la procreación. Gen 19, 1-29 condena la violencia por motivos homosexuales. En Levítico 18,22 viene claramente afirmado: «No tendrás relaciones con otro hombre al mismo modo que se tienen con una mujer: es una abominación». Y el apóstol Pablo subraya que no es correcto un comportamiento homosexual que es como la expresión de un abandono a Dios (Rom 1, 24-27). La tradición moral interpreta el fenómeno de la homosexualidad a la luz del dato escriturístico unidamente a una argumentación fundada sobre la ley natural. Pier Damianp, Tomas de Aquino son el ejemplo más ilustre. Existe unanimidad de la tradición en el condenar la homosexualidad.
¿Qué piensa la Iglesia?
El parágrafo 8 del documento Persona Humana, publicado en el 1975 por la Congregación para la Doctrina de la Fe esta dirigido enteramente al tema de la homosexualidad. La Iglesia reconoce una especie de tipología, distinguiendo «entre personas homosexuales con tendencias transitorias y aquellas en las cuales la homosexualidad es una condición permanente». Todavía recuerda que la existencia de un estado homosexual permanente no puede en algún modo justificar las «relaciones homosexuales en una sincera comunión de vida y de amor, análoga al matrimonio, en cuanto ellos se sienten incapaces de soportar una vida solitaria».
El documento invita a mostrar acogida y comprensión por todos los homosexuales, así como sostener en la esperanza de superar todas las dificultades advertidas por ellos. Subraya bien que los homosexuales «van siempre juzgados con prudencia acerca de la culpabilidad; [mientras] no van nunca moralmente justificados en sus actos, reteniéndoles [erróneamente] conforme a su condición».
En la “Carta a los Obispos para la cura de las personas homosexuales” de la Congregación de la Doctrina de la Fe en 1986, se hace referencia a todos aquellos teólogos que han mal interpretado la tendencia homosexual justificando los comportamientos. Se recuerda a los pastores que limitar los derechos exigidos por los movimientos homosexuales no significa absolutamente discriminarlos, aunque sea de condenar y reprobar públicamente cualquier episodio de violencia e intolerancia en su confronto: una enérgica invitación a discernir en esta materia, porque dar espacio en las legislaciones civiles a estas pretensiones comportaría la apertura de un pasaje a posteriores desviaciones.
El Catecismo, mientras que recuerda que las personas homosexuales no escogen esta condición, de la cual sin embargo no se debe hacer objeto de discriminación injusta, no duda en indicar la vía de la castidad, apoyada a través del ejercicio de las virtudes, de la oración y de la gracia sacramental, mediante las cuales ellos «pueden y deben, poco a poco y con determinación, acercarse a la perfección cristiana».
Algunas reflexiones conclusivas
1. Una persona homosexual como toda persona tiene el pleno derecho a ser respetada: como toda persona tiene derechos y deberes que derivan de la dignidad humana.
2. No se puede hablar de la condición homosexual como de una alternativa paritetica a la heterosexualidad. Si no es lícito discriminar la persona no es menos lícito ignorar algunas dificultades como el deseo de trasmitir la vida recurriendo a la inseminación artificial o a la adopción, posible en algunos países, descuidando sin embargo los derechos del niño a la bipolaridad de la figura parental.
3. El pretexto asumido por aquellos que presionan por el reconocimiento de las uniones de hecho (es decir la "no discriminación") de las parejas homosexuales, comporta una discriminación de la familia fundada sobre el matrimonio, que sería puesta sobre un plano de igualdad con todas las otras formas de convivencia, sin tener en cuenta absolutamente la existencia o menos de un empeño de fidelidad recíproca y de generaciones-educaciones de los hijos.
4. Se debe mantener la distinción entre interés público e interés privado. En el caso del interés público, la sociedad tiene el deber de protegerlo y promoverlo, mientras en el segundo caso, el Estado debe limitarse a garantizar la libertad. No se puede no reconocer que el matrimonio y la familia revisten un interés público y son el núcleo fundamental de la sociedad y del Estado. Al contrario, dos o más personas pueden decidir vivir juntas, con o sin relaciones sexuales, sin embargo esta convivencia o cohabitación no reviste por esto interés público. Eventuales modificaciones legislativas deberían seguir el criterio de no dañar socialmente la familia. En el 2003 la Congregación de la Fe en el documento “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales” declaraba: «Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren garantías jurídicas, análogas a aquellas de la institución matrimonial, a la unión entre dos personas del mismo sexo. Considerando los valores en juego, el Estado no podría legalizar estas uniones sin venir a menos al deber de promover y tutelar una institución esencial para el bien común cual es el matrimonio».
5. La discusión sobre derechos de las personas homosexuales requiere serenidad, objetividad, respeto por los argumentos de los diversos campos, pero al mismo tiempo la disponibilidad a aceptar la evaluación crítica de los argumentos según el criterio de la verdad del amor. Hacerse una pregunta crítica sobre equiparar la unión homosexual y el matrimonio no es expresión de homofobia. No es ni mucho menos justo que quien admite la posibilidad de una re-orientación sexual sea inevitablemente crucificado como homofóbico. Una seria reflexión sobre el significado de los derechos del hombre se impone. Manifestar comprensión hacia las personas homosexuales y hablar de su sufrimiento no significa humillar las personas. Las personas homosexuales que he encontrado en campo pastoral tienen frecuentemente un sufrimiento revelado, es verdad, en diverso grado, depende el caso, que requiere ayuda. No puedo afirmar que todas las personas homosexuales sufran, pero puedo decir que hay una necesidad de sentido en todos, una necesidad de felicidad que es difícilmente alcanzable sin la valorización de la dimensión espiritual en la vida afectiva, y sin atención a la verdad. No se puede negar la realidad del pecado que ofusca la razón y debilita la voluntad. Y esto es verdad para cada hombre, que está llamado a la santidad y a la conversión continua.
6. La revelación cristiana sobre la sexualidad tiene un significado fuerte para los cristianos y puede iluminar la conciencia de cada hombre en la búsqueda de la verdad, hombre que hace la experiencia de vivir en modo armonioso la dificultad de la vida afectiva. Una mirada sobre la sociedad actual, definida por Z. Bauman como sociedad del “amor líquido” nos revela una necesidad de salvación que el hombre no puede por sí mismo darse. La fe nos revela que el hombre, imagen de Dios, ha sido creado «hombre y mujer » (Gen 1, 27). Resulta que el hombre y la mujer son iguales en cuanto personas y complementarias en cuanto hombre y mujer. La sexualidad por un lado hace parte de la esfera biológica y, por el otro, es en la creatura humana elevada a un nuevo nivel, aquel personal, donde cuerpo y espíritu se unen. En el designio del Creador la complementariedad de los sexos y la fecundidad pertenecen a la naturaleza misma de la institución del matrimonio. La fe ofrece al ser humano la vía de la gracia para vivir en modo armonioso la vida afectiva que tiene necesidad de salvación. En esta prospectiva la virtud de la castidad es virtud moral y don justo, obra del Espíritu Santo. Gracias a la acción del Espíritu Santo todo nuestro ser corpóreo conoce una verdadera regeneración es nuestro existir, a través de la inserción como “hijo en el Hijo”, en el dinamismo de amor de la Trinidad. En tal modo el hombre puede vivir en verdad su vida afectiva no obstante los diversos determinismos.
7. Al lector que no piensa según el sentido expreso en el artículo, haría la invitación a escuchar la propia conciencia que, Según J. H. Newman, es al mismo tiempo definida como la voz de Cristo, como profeta de la verdad, y como instancia que invita a hacer el bien. En el corazón de cada ser humano existe una inclinación a la verdad. En este sentido el artículo busca ofrecer elementos de discernimiento que pueden contribuir en plena serenidad a adherirse a la voz de la verdad que resuena en el corazón de cada hombre de buena voluntad y, en modo particular, en el corazón de las personas homosexuales.

Newsletter n.326 2010-12-09

Una mirada a la homosexualidad a la luz de la fe y de la verdad del amor.
André-Marie Jerumanis
Universidad de Lugano

La sexualidad es una dimensión fundamental de la persona. Es necesario, por lo tanto, reconocer que son varios los componentes de la identidad sexual: la dimensión genética, psicológica, educativa y cultural, la reciproca interacción entre la dimensión biológica y el imprinting psicológico de los primeros años de vida. Se sigue entonces que la identidad sexual sea masculina que femenina no es sólo un dato, sino que también es un objetivo. En la génesis de la conciencia sexual no se puede negar el elemento fundante del nacimiento, ni tampoco el momento de la pubertad.
Con la orientación sexual comúnmente viene definida la «dirección de los sentimientos sexuales o de los comportamientos hacia individuos del sexo opuesto (heterosexualidad), del mismo sexo (homosexualidad), o de una combinación de ambos (bisexualidad)». Se abre camino, siempre más, la idea que la conciencia de la propia identidad de género pueda ser el resultado de diversos itinerarios posibles de desarrollo. Viene entonces excluida cada hipótesis de finalismo predefinido de la naturaleza o del ser de un individuo en la realización de la persona, que es considerada expresión de una libertad de escoger el género que el individuo prefiere. Evolución de sensibilidad a mi parecer muy discutible.
Cuando se habla de personas homosexuales se define, entonces, una persona motivada, en la edad adulta por una decidida atracción erótica preferencialmente por miembros del mismo sexo sin tener necesariamente relaciones sexuales con ellos. Sólo en la fase adolescente y adulta es posible reconocer con claridad la tendencia homosexual.
¿Qué dice la ciencia?
¿Se nace homosexual? Los científicos están divididos sobre la portada de un eventual factor biológico, dado que una intervención a nivel hormonal no modifica significativamente el comportamiento homosexual. A nivel genético no podemos afirmar que existen resultados significativos, sin embargo, sin excluir la hipótesis de un elemento genético. Otros datos provenientes de las teorías psicológicas y psicoanalíticas unen el desarrollo de la homosexualidad a la figura de una madre autoritaria y posesiva, a la ausencia de una figura paterna significativa, a fijaciones de la personalidad a niveles auto eróticos …. etc. Algunos invitan a no subvalorar los factores sociales y culturales que favorecen un achatamiento de las diferencias sexuales. Hoy la voz de la ciencia ayuda a reconocer la complejidad del fenómeno y a tener presente las múltiples causas de la homosexualidad que pueden coexistir en una sola persona homosexual.
La tradición cristiana
La tradición cristiana ofrece una lectura negativa de la homosexualidad en cuanto contraria al designio divino sobre el hombre a imagen de Dios creado hombre y mujer, llamado a vivir una vida de comunión interpersonal que lleva al don de una vida nueva (Gen 1-3). Viene entonces valorizada la diversidad, la complementariedad de los sexos y la procreación. Gen 19, 1-29 condena la violencia por motivos homosexuales. En Levítico 18,22 viene claramente afirmado: «No tendrás relaciones con otro hombre al mismo modo que se tienen con una mujer: es una abominación». Y el apóstol Pablo subraya que no es correcto un comportamiento homosexual que es como la expresión de un abandono a Dios (Rom 1, 24-27). La tradición moral interpreta el fenómeno de la homosexualidad a la luz del dato escriturístico unidamente a una argumentación fundada sobre la ley natural. Pier Damianp, Tomas de Aquino son el ejemplo más ilustre. Existe unanimidad de la tradición en el condenar la homosexualidad.
¿Qué piensa la Iglesia?
El parágrafo 8 del documento Persona Humana, publicado en el 1975 por la Congregación para la Doctrina de la Fe esta dirigido enteramente al tema de la homosexualidad. La Iglesia reconoce una especie de tipología, distinguiendo «entre personas homosexuales con tendencias transitorias y aquellas en las cuales la homosexualidad es una condición permanente». Todavía recuerda que la existencia de un estado homosexual permanente no puede en algún modo justificar las «relaciones homosexuales en una sincera comunión de vida y de amor, análoga al matrimonio, en cuanto ellos se sienten incapaces de soportar una vida solitaria».
El documento invita a mostrar acogida y comprensión por todos los homosexuales, así como sostener en la esperanza de superar todas las dificultades advertidas por ellos. Subraya bien que los homosexuales «van siempre juzgados con prudencia acerca de la culpabilidad; [mientras] no van nunca moralmente justificados en sus actos, reteniéndoles [erróneamente] conforme a su condición».
En la “Carta a los Obispos para la cura de las personas homosexuales” de la Congregación de la Doctrina de la Fe en 1986, se hace referencia a todos aquellos teólogos que han mal interpretado la tendencia homosexual justificando los comportamientos. Se recuerda a los pastores que limitar los derechos exigidos por los movimientos homosexuales no significa absolutamente discriminarlos, aunque sea de condenar y reprobar públicamente cualquier episodio de violencia e intolerancia en su confronto: una enérgica invitación a discernir en esta materia, porque dar espacio en las legislaciones civiles a estas pretensiones comportaría la apertura de un pasaje a posteriores desviaciones.
El Catecismo, mientras que recuerda que las personas homosexuales no escogen esta condición, de la cual sin embargo no se debe hacer objeto de discriminación injusta, no duda en indicar la vía de la castidad, apoyada a través del ejercicio de las virtudes, de la oración y de la gracia sacramental, mediante las cuales ellos «pueden y deben, poco a poco y con determinación, acercarse a la perfección cristiana».
Algunas reflexiones conclusivas
1. Una persona homosexual como toda persona tiene el pleno derecho a ser respetada: como toda persona tiene derechos y deberes que derivan de la dignidad humana.
2. No se puede hablar de la condición homosexual como de una alternativa paritetica a la heterosexualidad. Si no es lícito discriminar la persona no es menos lícito ignorar algunas dificultades como el deseo de trasmitir la vida recurriendo a la inseminación artificial o a la adopción, posible en algunos países, descuidando sin embargo los derechos del niño a la bipolaridad de la figura parental.
3. El pretexto asumido por aquellos que presionan por el reconocimiento de las uniones de hecho (es decir la "no discriminación") de las parejas homosexuales, comporta una discriminación de la familia fundada sobre el matrimonio, que sería puesta sobre un plano de igualdad con todas las otras formas de convivencia, sin tener en cuenta absolutamente la existencia o menos de un empeño de fidelidad recíproca y de generaciones-educaciones de los hijos.
4. Se debe mantener la distinción entre interés público e interés privado. En el caso del interés público, la sociedad tiene el deber de protegerlo y promoverlo, mientras en el segundo caso, el Estado debe limitarse a garantizar la libertad. No se puede no reconocer que el matrimonio y la familia revisten un interés público y son el núcleo fundamental de la sociedad y del Estado. Al contrario, dos o más personas pueden decidir vivir juntas, con o sin relaciones sexuales, sin embargo esta convivencia o cohabitación no reviste por esto interés público. Eventuales modificaciones legislativas deberían seguir el criterio de no dañar socialmente la familia. En el 2003 la Congregación de la Fe en el documento “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales” declaraba: «Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren garantías jurídicas, análogas a aquellas de la institución matrimonial, a la unión entre dos personas del mismo sexo. Considerando los valores en juego, el Estado no podría legalizar estas uniones sin venir a menos al deber de promover y tutelar una institución esencial para el bien común cual es el matrimonio».
5. La discusión sobre derechos de las personas homosexuales requiere serenidad, objetividad, respeto por los argumentos de los diversos campos, pero al mismo tiempo la disponibilidad a aceptar la evaluación crítica de los argumentos según el criterio de la verdad del amor. Hacerse una pregunta crítica sobre equiparar la unión homosexual y el matrimonio no es expresión de homofobia. No es ni mucho menos justo que quien admite la posibilidad de una re-orientación sexual sea inevitablemente crucificado como homofóbico. Una seria reflexión sobre el significado de los derechos del hombre se impone. Manifestar comprensión hacia las personas homosexuales y hablar de su sufrimiento no significa humillar las personas. Las personas homosexuales que he encontrado en campo pastoral tienen frecuentemente un sufrimiento revelado, es verdad, en diverso grado, depende el caso, que requiere ayuda. No puedo afirmar que todas las personas homosexuales sufran, pero puedo decir que hay una necesidad de sentido en todos, una necesidad de felicidad que es difícilmente alcanzable sin la valorización de la dimensión espiritual en la vida afectiva, y sin atención a la verdad. No se puede negar la realidad del pecado que ofusca la razón y debilita la voluntad. Y esto es verdad para cada hombre, que está llamado a la santidad y a la conversión continua.
6. La revelación cristiana sobre la sexualidad tiene un significado fuerte para los cristianos y puede iluminar la conciencia de cada hombre en la búsqueda de la verdad, hombre que hace la experiencia de vivir en modo armonioso la dificultad de la vida afectiva. Una mirada sobre la sociedad actual, definida por Z. Bauman como sociedad del “amor líquido” nos revela una necesidad de salvación que el hombre no puede por sí mismo darse. La fe nos revela que el hombre, imagen de Dios, ha sido creado «hombre y mujer » (Gen 1, 27). Resulta que el hombre y la mujer son iguales en cuanto personas y complementarias en cuanto hombre y mujer. La sexualidad por un lado hace parte de la esfera biológica y, por el otro, es en la creatura humana elevada a un nuevo nivel, aquel personal, donde cuerpo y espíritu se unen. En el designio del Creador la complementariedad de los sexos y la fecundidad pertenecen a la naturaleza misma de la institución del matrimonio. La fe ofrece al ser humano la vía de la gracia para vivir en modo armonioso la vida afectiva que tiene necesidad de salvación. En esta prospectiva la virtud de la castidad es virtud moral y don justo, obra del Espíritu Santo. Gracias a la acción del Espíritu Santo todo nuestro ser corpóreo conoce una verdadera regeneración es nuestro existir, a través de la inserción como “hijo en el Hijo”, en el dinamismo de amor de la Trinidad. En tal modo el hombre puede vivir en verdad su vida afectiva no obstante los diversos determinismos.
7. Al lector que no piensa según el sentido expreso en el artículo, haría la invitación a escuchar la propia conciencia que, Según J. H. Newman, es al mismo tiempo definida como la voz de Cristo, como profeta de la verdad, y como instancia que invita a hacer el bien. En el corazón de cada ser humano existe una inclinación a la verdad. En este sentido el artículo busca ofrecer elementos de discernimiento que pueden contribuir en plena serenidad a adherirse a la voz de la verdad que resuena en el corazón de cada hombre de buena voluntad y, en modo particular, en el corazón de las personas homosexuales.

Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân