domingo, 23 de enero de 2011

EL PODER QUE MOYANO PUEDE LLEGAR A PERDER



Por Susana Viau, Especial para Clarín


La lucha por representar al kirchnerismo porteño es un pas-de-trois protagonizado por dos ministros y un senador: Carlos Tomada, Amado Boudou y Daniel Filmus. Es Boudou, sin embargo, quien parece gozar de la simpatía de la Presidente y de su principal aliado, Hugo Moyano. El titular de Economía y el camionero tienen varios puntos en común: además de la enorme ambición, los unen una misma ciudad de origen, Mar del Plata y una biografía que hunde sus raíces en el negocio de la basura. Boudou, comenzó su carrera en una empresa recolectora de residuos y con la quiebra de la firma instaló su propio emprendimiento: Ecoplata. Con la bendición del titular del PJ Bonaerense –que se colaba así en la interna de la Capital—le llegaron al economista del CEMA las adhesiones de Julio Piumato, secretario de los empleados judiciales, del taxista Omar Viviani y del metalúrgico Antonio Caló. Por cierto que el apoyo de Moyano no es nunca declarativo ni gratuito: implicaría una amplia colaboración para solventar los gastos de campaña, siempre y cuando su generosidad se vea recompensada con la inclusión en las listas de un puñado de hombres de confianza. Un oferta similar le habría llegado a José Manuel De la Sota, con la condición de que defina antes de marzo si apoya o no la reelección de Cristina Fernández.

Resignado a que la contundencia de sus métodos sea proporcional al malestar que éstos provocan en la opinión pública, Moyano posterga sus aspiraciones electorales y concentra su esfuerzo en dos objetivos: la expansión de su influencia territorial y el crecimiento de su poderío económico. Al sentido común y a las encuestas se habría sumado la advertencia que, entre sonrisas, la jefe del Estado le formuló a principios de diciembre y después de haberse puesto al volante del transporte que presentaba en sociedad una empresa alemana: “él me dijo en River que quería que un trabajador fuera presidente, ahora una presidente puede llegar a ser secretaria de camioneros”. En otras palabras, que sus explícitos sueños presidencialistas no sonaban amigables en Olivos, ni su cargo en camioneros era producto de una representación vitalicia. Se trató apenas de un llamado de atención, una pica clavada en Flandes, la demarcación de límites en una relación cargada de tensiones, de amores y de odios, de necesidades y recelos mutuos. Por esos mismos días, se había dado luz para que Mariano Recalde, hijo del diputado moyanista Héctor Recalde, suscribiera en nombre de Aerolíneas Argentinas una carta de intención por la que Ivetra ofrece asumir el control de cargas de la compañía. Al frente de la empresa se encuentra el juez Daniel Llermanos, asesor legal de la Federación de Camioneros y en ella cumple también funciones relevantes Valeria Salerno, hija de Liliana Zulet, la esposa de Moyano. De concretarse el preacuerdo, Ivetra -.-que ya desarrolla esas tareas en el puerto de Buenos Aires—pasaría a concentrar el control de toda la carga que se transporte por tierra, mar y aire. Es sólo un aspecto del conglomerado camionero. Iarai –presidida por Zulet--, es la sociedad que ha constituido Consolidar Salud, gerenciadora de OSCHOCA, obra social de camioneros; Dixey es la textil que fabrica los uniformes que se usan en los servicios satélites del sindicato y produce la carpintería metálica de sus construcciones; Caminos Protegidos es la asegura de riesgos de trabajo que tiene como responsable a Pablo Moyano, un joven con peso específico en la directiva de Independiente; el yerno del mandamás de la CGT fue enviado a presidir el club de la Primera “C” Barracas Central y Gonzalo, el “Patón” Basile, recolector de Lomas de Zamora, es el campeón sudamericano de los pesados, un hombrón cubierto de tatuajes, que tiene una pistola grabada en la cabeza y sube al ring con una bata en la que se lee “Camioneros”, porque el box es otro de los deportes que enfervoriza al clan. Siempre se ha dicho que Covelia, la recolectora de residuos que pisa fuerte en el conurbano y atemoriza a los intendentes con la amenaza de un “golpe de la basura”, tiene fuertes lazos con el jefe de la CGT y en los últimos tiempos ha rodado con insistencia el rumor de que “el Negro”, como lo llaman sus amigos, habría vuelto a poner sus ojos en Oca, el correo privado que todos siguen asociando a Alfredo Yabrán.

Moyano nunca ha ocultado su fascinación por Jimmy Hoffa, el oscuro y célebre líder de la Hermandad de los Camioneros, que desapareció de la faz de la tierra durante el soleado mediodía del 30 de julio de 1975, en el parking de un restaurant de las afueras de Detroit. Nunca se supo si quienes lo disolvieron en el aire fueron los dos gangsters con los que estaba citado o el FBI. Pero Moyano se equivoca al establecer las filiaciones porque la matriz de su construcción económica, política y sindical responde menos al esquema de Hoffa que al de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina” , el por muchos años indestructible conductor de los trabajadores del petróleo mexicanos. El poder de Hoffa hubiera sido impensable sin el apoyo de las familias mafiosas a las que les lavaba dinero en las empresas dependientes de los “teamsters” ; el poder de La Quina, como el de Moyano, sólo fue posible gracias a la sumisión del Estado.

“La Quina”, cuentan, era un hombre del sistema y conocía fondo sus reglas y sus vericuetos. Eso le permitió no sólo sostener con mano de hierro las riendas de la estructura sindical sino gobernar con hilos invisibles el sur de Tamaulipas. A él, La Quina, le rendían cuentas empleados locales, estatales, del poder ejecutivo, del poder judicial y del poder legislativo, imponía dirigentes obreros y campesinos, construía caminos, administraba patentes de taxis, extorsionaba gobernadores y machacaba disidentes. El Sindicato Revolucionario de Trabajadores del Petróleo de la República Mexicana era propietario de 30 edificios en Tampico, 134 tiendas, 300 camiones tanque y una flota naval de 15 barcos petroleros, fabricaba ropa, jabón, tenía funerarias y clínica dentales, empresas de refacciones, talleres mecánicos, balnearios y hoteles. PEMEX le había adjudicado, sin licitacion, el 40 por ciento de los contratos de perforación que podía subcontratar a su arbitrio y le cotizaba el 2 por ciento del total de las obras adjudicadas a particulares para un fondo de “beneficio social”. Los estudiosos de la historia contemporánea de México sostiene que “el sindicato petrolero era un estado dentro del Estado” en épocas en los que los intereses de los gobiernos populistas coincidían con los de “La Quina”. A principios de los 90 la presencia del cacique de los petroleros comenzó a resultar incómoda para los planes de privatizacion que traía el nuevo credo neoliberal. Entonces la política descubrió que Joaquín Hernández Galicia había fomentado descomunales bolsones de corrupción y tenía intenciones de formar un ejército paralelo. Lo detuvieron. El estado recuperaba las parcelas de poder que había cedido para lograr gobernabilidad y masa crítica. Varias ciudades agotaron sus reservas de combustibles a causa de las protestas obreras. Con el correr de los meses, la calma regresó. Después de “la Quina”, México ya no tuvo dirigentes con un poder comparable. La política había aprendido la lección.

Eso es quizás lo que quieren decir Ernesto Sanz y Eduardo Duhalde cada vez que aseguran que el moyanismo debe volver a su cauce, debe ser restituido a su ámbito natural. Los radicales –que le entregan con una mano el poder que pretenden recortarle con la otra— consideran que enfrentarse al camionero será una aventura mayor. El PJ federal suele abordar con simpleza el problema: “Moyano avanza todo lo que la política le deja” , explican unos; “para poner las cosas en su sitio, lo único que hace falta es que Cristina se enoje con él” , aseguran otros. “Hay que tener la voluntad –coinciden—; es el moyanismo un poder sustentado en las concesiones y lo que se ha dado de ese modo se puede quitar”. Cuentan que hay síntomas de insatisfacción en seccionales camioneras de Mar del Plata, Córdoba, Santa Fe y “los Gordos” aguardan pacientes su oportunidad.

“Van a esperar que se desgaste en las discusiones salariales de un año difícil” , anticipan y mencionan las causas judiciales que acechan a, un sindicalista siempre vestido con la estupenda sencillez de una remera que lleva sobre el lado del corazón el logo de un caballito de polo.

Clarín, 23-1-11