jueves, 14 de junio de 2012

CARTA ABIERTA





 al Jefe del Estado Mayor de la Armada de la República Argentina


José Luis Milia


Al Jefe del Estado Mayor General

Armada de la República Argentina

Carlos Alberto Paz

Hace nueve años que el régimen que detenta el poder en la Argentina profundiza sistemáticamente su política de destrucción de las Fuerzas Armadas. No sólo se basa esta política en deteriorar económica y profesionalmente a sus cuadros sino que ha sumado a ello una inmoral persecución a los integrantes de las mismas que actuaron en ellas en momentos en que la Patria era asolada por bandas terroristas.

Desde el momento, años atrás, en que el jefe de estado mayor de una de las Fuerzas tuvo que subirse a un banquito para descolgar un cuadro se supo que los estamentos superiores de estas pasaban a ser títeres de la hostilidad y el ansia de desquite que anida en el centro mismo del Poder Ejecutivo de la Nación.

Que el cargo de ministro de defensa sea ocupado por ignorantes cuya única cualidad destacable es el odio a las Fuerzas Armadas o mangantes que sólo pretenden mantenerse allí agachando la cabeza frente a cualquier iniquidad ordenada no exime ni eximirá a los jefes de estado mayor de las Fuerzas Armadas por su colaboración con quienes tienen como objetivo la destrucción de ellas.



Las estupideces jurídicas manipuladas por el Ejecutivo Nacional respecto de la obediencia que debe el personal naval a sus superiores han quedado varadas en eso, estupidez. Hoy podemos asumir que la obediencia debida sigue siendo dogma de fe entre aquellos que presumiendo de ser jefes en las Fuerzas Armadas se someten a las cotidianas indignidades que la comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la república Argentina hace ejecutar contra ellas.

Usted, siguiendo los pasos de su antecesor ha aceptado ascender post mortem- ascenso reservado a los héroes que dan su vida por la Patria-, a Jorge Devoto, ex marino y un simple criminal que fue cómplice del asesinato del Capitán de Corbeta Jorge Bigliardi, Oficial de Marina y, por si lo había olvidado, camarada suyo. Esto no es solo una afrenta al camarada abatido; esta es una afrenta a la Armada de la República Argentina, a sus integrantes en actividad o retirados y a los héroes que combatieron en una guerra cruel entablada por el terrorismo internacional al cual pertenecía el ahora ascendido.

No se equivoque, pretender ennoblecer a un delincuente es una acción que se inserta en la más profunda de las necedades, lo haya decidido usted o la comandante en jefe. Aun así, quiero suponer que no fue idea suya esta bufonada, pero se lo ordenaron y usted obedeció sin pensar que al ser partícipe de este acto quedaba asociado a un hecho criminal cometido en el pasado.

Sepa, si alguien no se lo ha dicho ya, que quienes le ordenaron proceder de esta manera ni lo respetan ni tienen por usted consideración alguna. Usted no ha ganado nada por sí mismo. El poder que cree tener es sólo un préstamo en la medida que se porte bien o hasta que deje de servirle en acciones espurias a la comandante en jefe. Después, ya usado, será tirado al tarro de los desperdicios y enviado a su verdadero castigo, el desprecio de aquellos que alguna vez llamó camaradas.

Informador Público, junio 14, 2012