viernes, 5 de octubre de 2012

9 AÑOS Y 105 DÍAS:




 Peronismo Vs. Kirchnerismo


Por Víctor E. Lapegna


 
El desarrollo de la comunidad nacional y de las familias y personas que la integramos no puede ni debe ser reducido a la evolución del Producto Bruto Interno o PBI.

Visto desde la perspectiva de la filosofía vital, simple, popular, humanista y cristiana a la que adherimos, el desarrollo auténtico ha de ser sustentable en el tiempo y en el espacio para que sus logros abarcasen a varias generaciones y para que asegure equilibrio y armonía entre un pleno aprovechamiento de las posibilidades de obtención de bienes que ofrece el entorno natural y la preservación de la riqueza y diversidad de ese entorno para una vida humana plena y saludable.

Una segunda característica del desarrollo auténtico es integrar a todas las personas y a todo el territorio nacional por asegurarles la posibilidad de su justa participación en los resultados de ese proceso.

Por último pero no por eso menos importante, un desarrollo auténtico es integral por crear condiciones propicias para la realización de las personas en todas las dimensiones de su ser.

Nuestra historia prueba que el crecimiento económico puede ser una de las condiciones necesarias (aunque no suficiente) para lograr ese desarrollo sustentable, integrador e integral; pero nuestra experiencia reciente prueba también que un ciclo de crecimiento económico puede ser coetáneo con un proceso de subdesarrollo.

Lo antedicho se constata al comparar lo sucedido en la Argentina durante los 9 años y 105 días transcurridos entre el 4 de junio de 1946 y el 16 de setiembre de 1955 y entre el 25 de junio de 2003 y el 5 de setiembre de 2012, períodos iguales en los que transcurrieron, respectivamente, las dos primeras Presidencias de Juan Domingo Perón y los tres mandatos presidenciales de Néstor y Cristina Kirchner.

Peronismo: crecimiento económico y auténtico desarrollo

Durante los dos primeros gobiernos peronistas, con errores y limitaciones inevitables en toda gestión pública, se verificó un proceso de desarrollo sustentable, integrador e integral, que tuvo una de sus condiciones necesarias en el crecimiento promedio del PBI, que fue de alrededor del 11% anual.

Hubo un desarrollo sustentable en el tiempo porque en ese lapso se pusieron las bases de una matriz productiva integrada y una organización económica y social de la Argentina que, con más retrocesos que avances en relación a lo realizado en aquellos 9 años y 105 días, mantuvo significativa vigencia hasta la década de 1970.

Expresiones de ello fueron la industrialización acelerada mediante la sustitución de importaciones y la expansión de los bienes transables generados por la producción agrícola ganadera, la inversión en obras públicas que se cuadruplicó y permitió ampliar y modernizar la infraestructura, la petrolización de la economía y el establecimiento de una estructura energética diversificada (hidrocarburos, gas, carbón, energía nuclear, usinas hidroeléctricas y térmicas, refinerías, oleoductos, gasoductos), el crecimiento de la tasa de ahorro que pasó del 12 al 17% del PBI, la ampliación del crédito (se triplicaron los préstamos bancarios al sector privado y se sextuplicó la asistencia crediticia a la industria) y una tasa de inflación moderada que, cuando creció entre 1949/1952, volvió a ser reducida entre 1952 y 1955 mediante un programa económico que restauró el equilibrio en las cuentas públicas sin reducir los salarios o devaluar la moneda.

Esa sustentabilidad se expresaba también en la generalizada certeza popular en que el futuro sería mejor que el presente, respecto de la cual vale narrar aquí una historia que me contó mi compañero y amigo Alberto Biagosch. En la década de 1950 Alberto era joven y uno de sus primeros trabajos lo tuvo en una empresa constructora adjudicataria de un programa de viviendas obreras en Mar del Plata y tuvo la audaz iniciativa de proponer que los adjudicatarios participaran en el diseño de sus casas. No fue poca su sorpresa cuando muchos de los obreros pidieron que sus futuros chalets tuvieran una entrada para automóviles. En el primer quinquenio de la década de 1950 que un obrero planeara ser dueño de un automóvil particular era una expectativa tan desmesurada como, por decir algo, que hoy se construya una vivienda de clase media con espacio para un helipuerto. Por eso que aquellos obreros marplatenses formularan esa demanda daba cuenta del tamaño de su esperanza en la prosperidad que tendrían en el futuro.

Entre 1946 y 1955 también se registró un desarrollo sustentable con el espacio ambiental dado que, con los medios de los que se disponía por entonces y con resultados dispares, se buscó aprovechar en plenitud las posibilidades de creación de bienes que brinda la naturaleza, sin por ello afectar el armónico entorno para la vida humana que también ofrece la naturaleza en nuestro territorio.

En ese período se registró un desarrollo de integración social mediante la vigencia real y efectiva de la justicia social que gestó un amplio e intenso proceso de ascenso en la pirámide.

Algunos de los signos principales de ese desarrollo fueron la existencia de pleno empleo (en blanco) con altos salarios (el salario real creció un 40% y su participación en el ingreso llegó al 50%), la evolución de la cobertura previsional que pasó de 400.000 a 5.000.000 de personas abarcadas por el sistema, la asistencia a los contados bolsones de pobreza y desamparo por la Fundación de Ayuda Social Eva Perón (organización social no estatal de cuyos recursos un 85% provenían de aportes de los obreros).

En ese período se tendió a hacer realidad la consigna de Eva Perón que resumía uno de los objetivos centrales de esos gobiernos al decir: “queremos convertir a una Nación de proletarios en una Nación de propietarios”.

Un ejemplo ilustrativo de ello es que hoy, transcurridos 57 años desde el cruento derrocamiento del segundo gobierno de Perón, las viviendas sociales a cuya propiedad accedieron muchas familias de trabajadores en esos tiempos siguen teniendo un alto valor de mercado dado que mantienen las condiciones de habitabilidad digna para quienes moran en ellas que tenían cuando fueron construidas.

Los dos primeros mandatos presidenciales de Perón también promovieron el desarrollo integrador de nuestro territorio hacia el interior y también hacia la región y el mundo.

Dan cuenta de lo primero, entre otros hechos, que el desarrollo y la modernización se verificó en todo el país y no sólo en la megalópolis bonaerense según lo mostraron ejemplos como el crecimiento productivo del corredor Buenos Aires-Rosario y la industrialización de Córdoba que promovió el brigadier San Martín o que en ese lapso se hayan convertido en Provincias de pleno derecho los que eran territorios nacionales (Formosa, Misiones y Chaco en el Noreste y Chubut, Río Negro, Neuquén y la llamada Patagonia que incluía Santa Cruz, Tierra del Fuego y Malvinas e islas australes en el Sur).

En cuanto a la integración con la región destacan el proyecto ABC que procuraba la unión de Argentina, Brasil y Chile, las relaciones con la URSS y China Popular o la tendencia a mejorar las relaciones con Estados Unidos que se verificó a partir de 1952, cuando el general Dwight Eisenhower fue electo presidente de ese país.

Asimismo, en los dos primeros mandatos de Perón el desarrollo fue integral en tanto se gestaron condiciones para que ese desarrollo abarcara todas las dimensiones de la persona.

Entre esas condiciones estuvo el fortalecimiento de la sociedad civil respecto del Estado a través de la consolidación de la comunidad organizada a través de la promoción de todas las organizaciones libres del pueblo, comenzando por la familia o el establecimiento de derechos otorgados a la infancia, a la ancianidad y a los trabajadores que se cumplieron e hicieron cumplir. Destacó en ese proceso la organización de los trabajadores que sustituyeron el paradigma de la lucha de clases por el de la justicia social y registraron un formidable crecimiento en poder y magnitud (los afiliados a la CGT pasaron de 80.000 en 1943, a 1.500.000 en 1947 y 4.000.000 en 1955).

En este lapso también hubo una mejora sustancial en la prevención y atención de la salud popular impulsadas por el pensamiento y la acción del doctor Ramón Carrillo, creador y primer titular del Ministerio de Salud Pública y eminente sanitarista de merecido prestigio internacional, muestra de lo cual fue que entre 1946 y 1951 el número de camas estatales en el sistema hospitalario creció más del 100%, pasando de 42.000 a 93.000.

En materia de educación se crearon condiciones para el acceso universal y la permanencia efectiva de los niños en el nivel primario del sistema educativo formal, se expandió el ingreso al nivel medio en el que se desarrollaron como nunca antes las escuelas técnicas y se amplió el acceso a la Universidad al eliminarse los aranceles, amén de crear la Universidad Obrera Nacional que es hoy la Universidad Tecnológica Nacional.

Se creó el turismo popular hasta entonces casi inexistente y se promovió la práctica generalizada de deportes y su desarrollo competitivo de nivel internacional.

Se estimuló la conciencia histórica nacional con amplitud (ver el nombre dado a los ferrocarriles) y sentido popular (celebración en 1950 del año sanmartiniano).

Se promovió la cultura a través del estímulo y la difusión de la producción musical, cinematográfica y radiofónica, el inicio de la televisión y la exposición de propuestas de identidad como las contenidas en el discurso de Perón al Congreso de Filosofía de Mendoza de 1949, editada como libro con el título “La Comunidad Organizada”.

En síntesis, puede decirse que entre el 4 de junio de 1943 y el 16 de setiembre de 1955, los gobiernos que presidió Perón impulsaron un desarrollo sustentable, integral e integrador usando el capital financiero disponible para promover un gran aumento del stock y del flujo de los recursos de capital físico y sobre todo de capital humano de la Argentina, con lo que el peronismo gestó una formidable acumulación de capital simbólico, del que sigue disponiendo hasta hoy.

Por último pero no por eso menos importante, cabe destacar que desde su retorno a la Patria en 1972 y hasta su muerte en 1974, al tiempo que reivindicó las realizaciones que condujo entre 1946 y 1955, Perón supo revisar algunos de los errores que hubo en ese período y adaptarse a la evolución de los tiempos, lo que expresó en su prédica y acción por la paz, la unidad y la reconciliación nacional (“para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino”) y en su convocatoria a formular, acordar y poner en marcha de un modelo argentino para el proyecto nacional y a resolver su sucesión (“mi único heredero es el pueblo”) mediante el tránsito de la etapa gregaria a la etapa orgánica del peronismo, a través de la institucionalización democrática del Justicialismo, tareas aún indispensables y pendientes.

Kirchnerismo: crecimiento económico y tendencia al subdesarrollo

Durante los primeros 9 años y 105 días de los tres períodos presidenciales del kirchnerismo que se cumplieron el 5 de setiembre pasado, el PBI creció a un promedio anual de alrededor del 10%, sobre todo merced a los ingentes recursos generados por una matriz productiva con características de economía de factoría, cuyos pilares principales son la producción eficiente y competitiva de materias primas (soja y también minerales como el oro) que tienen niveles extraordinarios de demanda y precio en el mercado mundial y también la exportación (sobre todo a Brasil) de automóviles y otras manufacturas industriales, ensambladas aquí con altos porcentajes de componentes importados.

Ese crecimiento económico, al menos hasta hace un año, recompuso el consumo interno – sobre todo de las capas medias y populares – merced al alza del valor real de los salarios – en especial de los trabajadores “en blanco”- que motorizó la reactivación de la economía y la consecuente disminución del desempleo, a los subsidios explícitos que aliviaron las carencias de familias pobres e indigentes y que mantuvieron muy por debajo de su nivel real a las tarifas de servicios como la energía y los transportes y a subsidios implícitos como los otorgados a las compras en cuotas con tarjetas de crédito, sin que los vendedores apliquen intereses.

Pero ese intenso y en buena medida justificable estímulo de la demanda y el consumo, no fue acompañado de un adecuado aumento de la inversión y de medidas promotoras del incremento de la productividad y la competitividad para generar un equivalente crecimiento de la oferta de bienes y servicios y los efectos deletéreos de ese desequilibrio entre la demanda y la oferta se acentuaron por el nivel de gastos del Estado nacional cada vez más desmedido, ineficiente, ineficaz y poco transparente, con lo que se disparó una inflación que se quiso ocultar a través del recurso burdo y dañino de falsear las estadísticas oficiales y a la que se quiso contener con la imposición de topes al aumento salarial, el cepo cambiario e inaplicables controles de precios.

Así, a diferencia de lo acaecido entre 1946 y 1955, el capital financiero aportado por el fuerte aumento del PBI que hubo en los pasados 9 años y 105 días no se destinó a incrementar nuestros recursos de capital físico y sobre todo de capital humano, sino a comprar poder personal y grupal, usurpando, malversando y falseando los recursos de capital simbólico del peronismo, lo que llevó a un proceso de subdesarrollo en nuestra sustentabilidad en el tiempo y el espacio, en la integración lo social y territorial y en la promoción integral de la persona y a la decadencia de la comunidad nacional.

No hubo un desarrollo sustentable en el tiempo porque no se usaron los recursos disponibles para planear y comenzar a realizar obras de infraestructura que modificaran nuestra matriz productiva para aprovechar en plenitud las ventajas comparativas presentes en todo nuestro territorio y tornarlas en ventajas competitivas mediante su industrialización y agregado de valor in situ.

También era necesario y posible invertir y tomar medidas para que los servicios públicos en materia de educación (cuya mejora cualitativa y expansión cuantitativa es clave en la sociedad del conocimiento para promover un crecimiento de la economía con justicia social), energía, transporte, comunicaciones, seguridad y justicia, tengan los adecuados niveles de calidad que están lejos de tener, lo que tampoco se hizo.

Por fin, un pilar básico del desarrollo sustentable es la vigencia de un clima de confianza que tiene entre sus condiciones necesarias que se respete y se haga respetar ese programa nacional común que es la Constitución nacional, que funcionen las instituciones que ella establece, que los órganos representativos de gobierno sean tales por la participación efectiva del pueblo en la toma decisiones, que todos - comenzando por los gobernantes - seamos esclavos de la ley y así haya orden en libertad y lo que hizo y sigue haciendo el kirchnerismo gobernante es desmoronar ese pilar que es el clima de confianza de los argentinos en la Argentina y en sí mismos.

El tamaño de las esperanzas en un futuro mejor de buena parte de nuestros compatriotas es hoy mucho más pequeño que en el tiempo de la anécdota de Alberto Biagosch que relatamos más arriba y la ausencia de todo proyecto significativo para un mejor porvenir adquiere niveles dramáticos en el caso de los millones de jóvenes y adolescentes a los que se denomina “ni-ni” en tanto ni estudian ni trabajan.

Por lo demás, algunos hechos recientes permiten sospechar que el “capitalismo de cómplices” que amplió e institucionalizó Néstor Kirchner, tiende a ser transformado en “capitalismo de Estado” por su heredera y algunos de sus laderos.

De ser real la sospecha acerca de esa mutación del “modelo” kirchnerista al cristinista, aquí se estaría invirtiendo el sentido del recorrido que fue del fracaso del “capitalismo de estado” en la Unión Soviética de Mijail Gorbachev donde los “aparatchikis” integraban a la “nomenklatura” a algunos cómplices, al establecimiento del “capitalismo de cómplices” en la Rusia de Vladimir Putin, donde rige una “nomenklatura” de multimillonarios cuyos cómplices y socio son los nuevos “aparatchikis

Sea o no real esta semejanza que percibimos entre el giro del kirchnerismo al cristinismo y el que se produjo tras el colapso de la URSS, lo cierto es que, con una u otra forma, el sistema de acumulación establecido en nuestro paìs en estos años no parece que vaya a subsistir más allá del tiempo que dure el mandato de la actual presidente, a diferencia de lo que acaeció después de 1955 con la matriz productiva que se construyó en los dos primeros gobiernos peronistas.

Así es que, apelando a una imagen evangélica, diríamos que del 2003 a hoy los abundantes recursos públicos se usaron para sembrar en la arena, atendiendo sólo a buscar un resultado favorable en las próximas elecciones y dejando inermes a las próximas generaciones.

Hoy

No hubo un desarrollo sustentable en el espacio porque no se prestó ni la más elemental atención al cuidado y la preservación ambiental como se verifica, por mencionar los ejemplos más notorios, en el manejo de los glaciares, de la explotación minera, el tratamiento de residuos, el saneamiento del Riachuelo y la Cuenca del Río Matanza o la contaminación por emisiones; a lo que se añade el ineficiente y en algunos casos sospechable desempeño de los más altos funcionarios del área.

No hubo un desarrollo integrador en lo social y una muestra de ello es que, después de 9 años y 105 días de fuerte crecimiento económico, sigue habiendo alrededor de un 25% de la población argentina en situación de pobreza e indigencia, ante lo cual el gobierno se limita a prestar a esos hermanos un mero alivio de sus dramáticas necesidades insatisfechas – ayuda que es necesaria y podría y debería ser mayor – pero no crea condiciones conducentes a que puedan acceder a un trabajo y un salario digno y así salir de esa situación de carencia de la que los subsidios que perciben no los sacan, en parte porque algunos de los que se los otorgan prefieren que dependan de ellos para usarlos como esclavos/clientes de sus ambiciones políticas.

Un síntoma de ese uso perverso de la persistente exclusión social que hacen sectores gobernantes es que aquellas organizaciones llamadas “piqueteras” que dan un servil apoyo al gobierno y cuyos dirigentes pasaron a ser funcionarios públicos, en gran medida dejaron de movilizarse por las reivindicaciones de esos sectores y se limitan a usar a quienes aún contienen para rellenar con alguna presencia de humildes los actos del oficialismo. En contraste, las organizaciones de excluidos que no son afines al régimen gobernante (por caso, la Corriente Clasista y Combativa, el Movimiento Independiente de Jubilados, Barrios de Pie o Margarita Barrientos del comedor de Los Piletones), dejan de recibir o ven reducidos los recursos oficiales que les ayuda a sostener las iniciativas con las que buscan aliviar las carencias sociales.

Otro signo de desintegración social es el nivel del empleo irregular o “negro”, que abarca a alrededor de un 30% de los trabajadores y entre los que hay miles de contratados temporales por el Estado municipal, provincial y nacional (incluso por el Ministerio de Trabajo que es el responsable de velar por la regularización del trabajo), cuyos niveles salariales no son tratados en paritarias y suelen ser menores que los de los trabajadores “en blanco”, amén de sufrir restricciones en sus derechos previsionales y asistenciales.

En cuanto a la participación del salario en el ingreso – que durante los 9 años y 105 días de los primeros gobiernos peronistas orilló el 50% - apenas alcanza a un 27% y es erosionado por la inflación (que a quienes más perjudica es a los que viven de un ingreso fijo como el salario) y por la indebida aplicación a los salarios del impuesto a las ganancias.

Corresponde añadir que a partir de este año, dadas las restricciones que impone la errónea política económica oficial, se perfilan signos ominosos de un aumento de la tasa de desempleo y se verificó la explícita intención del gobierno nacional de fijar un tope a los aumentos salariales que acordaran en paritarias empleadores y empleados, como se verificó con el aumento del 35% convenido por UATRE y las organizaciones patronales de la Mesa de Enlace, que no fue homologado por el Ministerio de Trabajo que lo redujo manu militari en un 15%.

Otros ejemplos de subdesarrollo en materia de integración social son la situación de los jubilados de los que una abrumadora mayoría perciben el haber mínimo y son sometidos a un calvario para percibir lo que el Estado les adeuda o la persistencia del déficit habitacional y la disminución de la proporción de familias propietarias de su vivienda registrada entre el 2003 y el 2012.

No hubo un desarrollo integrador del territorio porque en los últimos años la relación entre la Nación y las Provincias estuvo signada por un centralismo unitario, contrario al régimen federal de gobierno que establece nuestra Constitución, lo que se refleja en el hecho que la Casa Rosada se apropia de alrededor de un 76% del total de la recaudación de fondos públicos, al tiempo que se transfieren al nivel provincial diversas misiones y funciones, sin proveerles los recursos para solventarlos.

Así, los procesos de desarrollo provinciales, regionales y locales que se verificaron en estos años se debieron a iniciativas, acciones y políticas adoptadas por el sector privado, social o estatal sub-nacional y no a una estrategia nacional consensuada que tienda a corregir la histórica deformación del brutal centralismo de nuestra estructura demográfica y poner en vigencia el principio de subsidiariedad que da fundamento al sistema federal, necesidad insoslayable de esta época en la que adquiere relevancia la estrategia de “pensar global y actuar local”.

La ausencia de un desarrollo de integración territorial en estos años también se verifica en el deterioro de las relaciones de nuestro país con otros, tanto en el ámbito regional cuanto en el internacional.

A propósito de eso, Perón decía que cuando le pedían que se pronunciara en un debate interno para postular un candidato a intendente del conurbano bonaerense, antes de responder tomaba en consideración la correlación de fuerzas entre Estados Unidos y la URSS, que por entonces se disputaban la Guerra Fría y criticaba a aquellos de sus compañeros que, cuando consideraban la situación internacional, lo hacían con la óptica de una interna municipal del peronismo bonaerense, crítica que se aplica a lo que dijo e hizo el kirchnerismo en materia de política internacional, cuyos patéticos efectos evocan una lúcida definición de Charles Peguy quien decía que “el nacionalismo es al patriotismo lo que la superstición es a la religión”.

Por último pero no por eso menos importante, en los últimos 9 años y 105 días no hubo un desarrollo integral que abarque todas las dimensiones de las personas y un primer dato que confirma esa tendencia es la acentuación del deterioro de la comunidad organizada, sobre todo por la destrucción y/o deterioro de organizaciones libres del pueblo, comenzando por la familia, que es el ámbito que sustenta el primero y esencial desarrollo integral de las personas y siguiendo por los partidos políticos, órganos de participación de las personas en la búsqueda del bien común y del ejercicio efectivo de la soberanía popular.

Por lo demás, aunque no se lo pueda mensurar en forma precisa, percibimos entre nosotros una inquietante prevalencia de ciertos signos ominosos de la nueva época en la que ingresó el mundo a partir del último tramo del siglo pasado, como lo efímeros que tienden a ser los vínculos interpersonales, la debilidad cuando no la ausencia de un sentido trascendente de la vida, el relativismo que distorsiona los valores en la moral y las costumbres y la frivolidad que degrada a la política a la condición de un espectáculo televisivo, reemplaza a la autoridad por la fama y sustituye al cursus honorum por las campañas de prensa y propaganda.

Un síntoma de estos años que creemos vinculado a la presencia entre nosotros de esos signos epocales ominosos, es el impulso dado desde el poder a la sustitución de la historia (que es, entre otras cosas, el medio de relación con el tiempo de las comunidades) por la memoria (que es, entre otras cosas, el medio de relación con el tiempo de los individuos).

Ese comportamiento contrasta con una de las características del pensamiento y la acción de Perón y de sus gobiernos, que fue su lúcida y firme conciencia histórica, cuya raíz estaba en la tradición greco-romana-cristiana, resignificada por el modo específico que adoptó el ser americano en la Argentina.

Desde esa conciencia, en los dos primeros gobiernos peronistas se buscó que la historia, entre sus eminentes funciones, sirviera al pueblo dotándolo de uno de los ingredientes de la argamasa de la unión nacional, del arraigo en la tradición y del consenso en un destino común en lo universal.

En esa perspectiva, Perón - de cuyos lazos con el pensamiento de José Hernández hay múltiples testimonios - podía asumir los versos del Martín Fierro que advierten “sepan que olvidar lo malo/ también es tener memoria” o aquellos otros en los que define que “el tiempo sólo es tardanza / de lo que está por venir”.

Sin entrar a considerar el grado de conciencia que se tuvo de ello, es un hecho que el kirchnerismo ejerció un uso perverso de los “derechos humanos” a través de la exaltación de una memoria parcial, distorsionada e individualista, con la que buscó y busca reemplazar a la conciencia histórica y por esa vía sus apelaciones a la “justicia” y a la “verdad” se tornaron en consignas publicitarias vaciadas de su contenido real, todo lo cual expresó en el intento de malversación del capital simbólico del peronismo y el reavivamiento del enfrentamiento y la división entre los argentinos.

Ejemplos nítidos de lo expuesto son la construcción y difusión de un relato basado en la apelación a figuras míticas falaces y pequeñas (Cámpora o Néstor Kirchner) para tratar de reemplazar en el alma popular a figuras míticas veraces y grandes (Perón) y la construcción de figuras míticas deformadas (la Evita “montonera” y quienes en la década de 1970 quisieron reemplazar a Perón en la conducción del peronismo), opuestas a la Evita real o a José Ignacio Rucci, quienes asumieron su lealtad a Perón como su mayor blasón.

Por ese camino se infligieron heridas en el alma popular cuya cicatrización es probable que demanden más tiempo y esfuerzos que los que se han de requerir para curar las heridas que laceran el cuerpo económico y político de la Patria.

En síntesis vale reiterar que el crecimiento del PBI que se registró en los años del régimen kirchnerista fue utilizado para sostener a quienes detentan el poder, aunque ello haya sido hecho a costa de la decadencia provocada a la comunidad nacional por un proceso de subdesarrollo nacional y popular en materia de sustentabilidad temporal y espacial, integración social y territorial y promoción integral de la persona.

Por tanto, sin analizar aquí ideas, relatos, mitos y otros factores que marcan las diferencias entre el kirchnerismo y el peronismo, quisimos marcar la distancia que separa el desarrollo que hubo en los 9 años y 105 días peronistas de 1946/1955 del subdesarrollo de los 9 años y 105 días kirchneristas 2003/2012.

Buenos Aires, 1 de octubre de 2012

politicaydesarrollo.com.ar, 1-10-12