martes, 19 de marzo de 2013

EL ACUERDO COMO OBJETIVO POLÍTICO




 Luis María Caballero (hijo)*

Para hablar propiamente de que un acuerdo existe, es necesaria la confluencia real de voluntades y no la mera sumisión por temor.
Pese a lo afirmado por Nelson Specchia en su columna del pasado sábado 9, la historia nos muestra que sólo a través de la construcción de consensos, por medio de la confianza, es posible superar los períodos de crisis.
En momentos como el actual, una señal inspiradora de confianza hacia dentro y hacia fuera de nuestro país sería la elaboración de políticas de largo aliento consensuadas entre distintas fuerzas políticas.
La política no es una simple lucha de facciones por el poder, sino una verdadera ciencia arquitectónica. En la Argentina, a lo largo de los últimos tiempos, cada vez es más frecuente escuchar la apelación por parte de funcionarios, pensadores y analistas a la necesidad de formular acuerdos para construir el progreso del país.
Así, escuchamos a la presidenta de la Nación defender el acuerdo (memorando de entendimiento) con Irán, al secretario de Comercio Interior defender el acuerdo de precios con las cadenas de supermercados, y a múltiples pensadores convocar a los argentinos a superar las antinomias para construir un proyecto común.

En la historia reciente, tal objetivo, deseable y noble, ha sido buscado de diferentes maneras y con resultados diversos. A título de ejemplo, podemos mencionar: a) el llamado New Deal o Nuevo Acuerdo (1933-1938) por medio del cual el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt, a través de una serie de políticas intervencionistas, pretendió detener y revertir las consecuencias de la depresión de 1929; b) el exitoso proceso encabezado por Alcide De Gasperi, Konrad Adenauer y Robert Schuman (a partir de 1950), que dio nacimiento a lo que es hoy la Unión Europea; c) el malogrado Gran Acuerdo Nacional (GAN) en 1971, propuesto por el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, que pretendió acercar posiciones entre las distintas fuerzas políticas, en un intento por soslayar el agotamiento que mostraba la Revolución Argentina (similar en muchísimos aspectos a la situación actual del Gobierno nacional), y d) los tratados conocidos como Pactos de la Moncloa (1977), suscriptos en España por actores políticos como una manera de favorecer la transición democrática luego de la etapa del franquismo, y que sirvieron exitosamente para inspirar confianza y garantizar la gobernabilidad.

Hoy, más que nunca, nuestro país requiere la construcción de acuerdos que trasciendan los gobiernos y permitan pensar qué país queremos construir de aquí a 25, 50 o 100 años. Estos acuerdos ayudarían a reconstruir la confianza interna y externa, destruidas por décadas de imprevisibilidad.
Sin embargo, y pese a las declamaciones, ni el oficialismo ni los principales partidos de la oposición parecen estar trabajando de manera inteligente en pos de este objetivo. Por el contrario, desde las filas del Gobierno nacional se toman las principales medidas de manera inconsulta y sin “fingir siquiera” que se busca el consenso. Los ejemplos que se mencionaron al inicio de este artículo son muestra de ello.
No puede hablarse de contrato o acuerdo o convenio si ambas partes no están verdaderamente de acuerdo y son libres para decidir si adherir a no adherir. Ese es un principio básico de la ética, de la política y del derecho. Lo que se viene obteniendo a través de medidas como las que se han señalado no es otra cosa que sumisión o “rendición” ante una fuerza mayor.
La contrapartida de esta actitud gubernamental es la vocación puramente de resistencia que muestran muchos líderes de la oposición, quienes piensan que su único rol es diagnosticar y resistir cualquier proyecto o idea que provenga del oficialismo. Hay que pasar a la propuesta. Es necesario desarrollar un proyecto superador mediante la gimnasia de “arriesgarse” paulatinamente en la construcción de consensos.
Nuestro país, en un mundo como el que nos toca vivir, tiene hoy enormes razones para la esperanza, y desde Córdoba podemos comenzar a construir los acuerdos necesarios para hacerlas realidad.

*Abogado, miembro de Civilitas Esperanza Federal

La Voz del Interior, 19-3-13