jueves, 25 de septiembre de 2014

FORMANDO CIUDADANOS DÉBILES



por Eduardo García Gaspar.

Es un efecto de la democracia. Una consecuencia indeseable. Un cambio en la mentalidad de las personas. Todo comienza en las elecciones a puestos públicos. La fiera competencia convierte a las campañas en la oferta de remedios a los problemas personales.

Eso transforma a los gobiernos en agencias de soluciones a las dificultades de la vida de los ciudadanos. Y esta vida personal, es redefinida por la persona.

Veamos esto más de cerca, en algo que creo que bien merece una segunda opinión.

Comencemos con las campañas electorales, que se han convertido en ofertas de soluciones a situaciones personales y familiares. Hablo de ofertas de pensión, seguro de desempleo, educación, servicios médicos y lo que se le ocurra a usted.

Los gobiernos se ofrecen como proveedores de soluciones generales de casi cualquier problema.

Es el gobierno que ha sufrido una mutación significativa a un proveedor de vidas placenteras y cómodas. Kenneth Minogue (1930-2013) lo ha expresado muy bien:

“… proveer una experiencia de vida libre de dolor, donde el dolor se encuentra en cosas como reprobar un examen, ser despedido por incompetente, ser juzgado y encontrado deficiente, e incluso, en algunos casos, tener la expectativa de deber trabajar”.

En un esquema normal se esperaría que la gente misma se hiciera cargo de la solución de sus propios problemas, sea el despido del trabajo o el pago de colegiaturas. Cada persona es considerada como capaz de hacerlo, seguramente con ayuda de otros, pero jamás trasladando su responsabilidad a otros.

En el esquema normal, los problemas personales son incentivos que mueven a la persona a valerse por sí misma, a aceptar las consecuencias de sus acciones, las buenas y las malas.

Pero el esquema normal ha sido girado 180 grados sobre su eje. De la responsabilidad personal se ha pasado a la responsabilidad gubernamental. Es ahora el gobierno el que debe proveer esa existencia libre de preocupaciones a sus gobernados.

La mutación gubernamental es detonada por el ansia de permanecer en el poder, el primer objetivo de todo político, el que suele ponerse en la situación de proveedor de felicidad social. Determina problemas a los que convierte en objetivo gubernamental y vende soluciones en las elecciones.

“Si votas por mí, decretaré seguro de desempleo, ayudas a madres solteras, oferta de condones, admisión sin exámenes…”

La oferta de felicidad social lograda por acciones de gobierno se convierte en la medición de buen gobierno. Y buen gobierno ya no es el que bien gobierna, sino el que más responsabilidades quita a los ciudadanos.

El cambio es sustancial y necesita de dosis masivas de recursos inyectadas a actos no productivos en lo general, lo que vuelve al sistema inestable y propenso a crisis de finanzas públicas. No me adentro en esta parte, pero sí en otra que suele ser descuidada.

Me refiero a la transformación significativa de la mentalidad del ciudadano: el ablandamiento de su carácter, el debilitamiento de su potencial.

El traslado de responsabilidades al gobierno lo vuelve endeble y lánguido. Incluso, delicado de tal manera que llega a pensar que si el gobierno no le da más, eso viola sus derechos.

Otra vez cito a K. Minogue:

“ … el advenimiento del estado de bienestar ha erosionado la centralidad no solo de los deseos sexuales, sino también de la prudencia y la temperancia. El estado ha tomado para sí muchas de las funciones de la vida familiar, de las sociedades de amigos y uniones, y de las de caridad, y en todos los casos el proceso ha separado al individuo de las instituciones”.

Este es un efecto pocas veces notado de manera explícita.

La fuerza activa de cada una de las personas se ha anulado y si acaso es usada, ella se dedica a marchas de protesta que exigen una lista creciente de derechos a la felicidad que el estado debe dar y que están avalados por no sé qué organismo internacional.

La sociedad entera pierde las contribuciones potenciales del ciudadano que acepta sus responsabilidades, una fuente diversificada de prosperidad.

En su lugar, todos comienzan a depender de una manera u otra de acciones gubernamentales como el gasto público creciente, la reducción de tasas de interés, la ampliación de servicios sociales, las ayudas a los segmentos débiles.

Todo comenzó con la distorsión de las campañas electorales convertidas en ofertas crecientes de renuncia a la responsabilidad personal, disfrazadas como derechos sociales que solo el gobierno puede satisfacer.

Puesto de manera políticamente incorrecta, el estado de bienestar tiene un efecto indeseable en el carácter de la persona, volverla frágil, impotente y débil. Una sociedad formada por personas así es la más fácil presa del totalitarismo.

O como expresa un amigo, “el estado de bienestar crea una generación de niños mimados que sólo pueden dejar de reclamar con la pérdida de su libertad”.

Post Scriptum

Quizá deba agregar que el estado de bienestar es económicamente insostenible: reclama el uso de más y más recursos producidos por un grupo cada vez más pequeño de personas que no viven del gobierno.




Fuente: A Decir Verdad, 24-9-14