sábado, 25 de octubre de 2014

A UN LADO Y AL OTRO DEL CHARCO



Ricardo Roa

Clarín, 25-10-14

Uruguay no espera un cambio de país con las elecciones de mañana sino un cambio de autoridades. No hay ningún relato épico para defender ni ningún discurso del miedo para extorsionar a los que no creen. Elegirá nuevo presidente en un clima que para nada nos cuesta envidiar.

Uruguay es el país más parecido al nuestro y el espejo más incómodo para el kirchnerismo. En 2001 llegó, como nosotros, al fondo mismo de la crisis. Los dos devaluamos y los dos defaulteamos. Tan cerca y tan lejos: aprovechó mucho mejor que la Argentina el viento de cola de la demanda global de alimentos. Los resultados están a la vista:
Duplicó las exportaciones de carne. El stock ganadero se expandió en cantidad y en calidad con una fuerte incorporación de tecnología. Los uruguayos nos clavaron el tenedor en el asado: a mitad de los 2000 éramos el tercer exportador mundial. Hoy estamos más allá del décimo y Uruguay está entre los primeros. Allá desembarcaron brasileños y europeos en el negocio frigorífico. Las plantas operan a pleno. Acá, la mayor parte de los frigoríficos exportadores están cerrados o trabajan al mínimo.

Amplió fuertemente la superficie agrícola, y la soja, que hace diez años no existía, es ya su principal producto exportable. Uruguay se convirtió en campo propicio para la llegada de organizaciones de siembra de la Argentina. Una década atrás, nos compraban trigo. Hoy exportan.

La industria forestal logró inversiones por 10 mil millones de dólares. A la cabeza: dos fábricas gigantes de pasta de celulosa. Una es la que bien conocemos: UPM, la ex Botnia y la otra, menos conocida, es Montes del Plata. Al menos la primera podría haberse radicado aquí. La espantó la corrupción en Entre Ríos, donde se desató una guerra santa nacional contra una contaminación nunca demostrada.

En 2001, la Argentina era un país más rico que Uruguay. El ingreso per cápita de ellos en dólares era 8.040, acá 9.137. Hoy es al revés: 15.943 aquí y 16.722 allá.
Uruguay supo salir del default donde volvimos a entrar nosotros ¿Hace falta comparar la inflación?: menos de 10 contra casi 40. No hay cepo en la otra orilla y en corrupción el contraste abruma: en el ranking de Transparencia Internacional, Uruguay está 19 y nosotros 106.

Miembro de los Tupamaros en los 70, encarcelado por años y fugado, militante real y no virtual, el presidente Mujica podría haber explotado esa historia. Sin embargo, no lo hizo. Denunció las violaciones a los derechos humanos pero asumió los errores propios de la guerrilla. Y asumió que la confrontación, como modelo político, es cosa del pasado. Mujica cambió y no cambió. A veces se va de boca. Pero no roba ni le echa la culpa a los medios ni se pelea con todo el mundo.


Cualquiera sea el resultado de las elecciones, la vida en Uruguay continuará sin cambios. A paso tranquilo, con el mate bajo el brazo, sin mesianismos ni crispaciones, los uruguayos avanzan. Nosotros no.