domingo, 21 de diciembre de 2014

INTRIGAS Y APLAUSOS EN LA GUERRA JUDICIAL



Julio Blanck

Clarín, 21-12-14

Nuestra obligación es erradicar a los corruptos del poder”. Atronaron los aplausos pisando la definición contundente de Ricardo Recondo, presidente de la Asociación de Magistrados. Cuatrocientos jueces de todo el país, en la noche del lunes, volvieron a aplaudir cuando el orador afirmó que los jueces son “secuaces de la Constitución Nacional y de las leyes”. Era una respuesta directa a la Presidenta, que 48 horas antes había hablado de “sicarios mediáticos” a los que se unen “algunos secuaces judiciales”. Era su manera de expresar la incomodidad que le ocasionan las investigaciones sobre sus negocios hoteleros, y las noticias sobre esas causas.

De ese espesor es el aire que se respira en estas Navidades.

La reacción ante aquellas palabras de Recondo eran previsibles, hasta calculadas. Pero lo que sorprendió fueron los aplausos espontáneos cuando Luis María Cabral, presidente saliente de la Asociación, mencionó al juez Claudio Bonadio, que investiga los negocios de los Kirchner.

Bonadio fue sancionado por el Consejo de la Magistratura por casos anteriores, en el marco de la ofensiva del Gobierno para removerlo de ese caso tan incómodo. Cabral dijo que se buscaba “amedrentar” a los jueces. Los jueces aplaudieron a Bonadio, que estaba en una mesa junto a otros magistrados federales. Entre ellos Ariel Lijo, el que procesó a Amado Boudou por el caso Ciccone y ahora lo investiga al vicepresidente por enriquecimiento ilícito.

“Estas cosas no me las creo”, se apuró a aclarar Bonadio a sus amigos. El juez es un duro y le gusta que se le note.

Entre los presentes esa noche estaba la vicepresidenta de la Corte Suprema, Elena Highton de Nolasco. También el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri. Y la nueva titular del Consejo de la Magistratura, Gabriela Vázquez, que pareció no inmutarse con el clima francamente opositor que se respiró en los elegantes salones del Hotel Plaza.

Desde que ocupó su silla en la Magistratura, esta jueza laboral abandonó la imparcialidad política que había prometido en su campaña para la elección de consejeros. Vázquez actúa como un ariete kirchnerista, desequilibrando en favor del oficialismo todas las votaciones. La última de ellas, el jueves, para nombrar juez federal con competencia electoral, en La Plata, al hasta entonces secretario Laureano Durán, quien en el Poder Judicial figuraba hasta hace poco como auxiliar escribiente.

Este señor, al que hicieron juez sin haber recibido acuerdo del Senado como ordena el artículo 99 de la Constitución, por obra y gracia de su militancia kirchnerista tiene ahora bajo su lapicera el funcionamiento electoral de la provincia de Buenos Aires: 10 millones de votantes, 40% del padrón electoral nacional.

Los jueces habían llegado cebados a la cena del lunes. Horas antes le ganaron la pulseada al kirchnerismo y consagraron a Ana María Figueroa presidenta de la estratégica Cámara Federal de Casación Penal, que trata casos de narcotráfico y causas por corrupción de funcionarios públicos.

Figueroa, quien como abogada trabajó en causas de derechos humanos, fue propuesta para la presidencia por Cabral, camarista de Casación, el mismo que mencionó a Bonadio en la cena de la Asociación de Magistrados. Seis votos a favor la consagraron presidenta. La minoría kirchnerista, con cuatro votos, se abstuvo y remitió a su voto del año anterior proponiendo sin suerte al camarista Alejandro Slokar.

Slokar, vocal de la agrupación kirchnerista Justicia Legítima, es el mentor ideológico de Juan Martín Mena, quien hasta el martes era jefe de asesores del ministro Julio Alak. Ese día la Presidenta nombró a Mena nuevo subjefe de la Secretaría de Inteligencia. Asumió el viernes. Su misión: operar sobre los Tribunales y suturar la hemorragia de causas contra el poder que le están inundando a Cristina el tránsito de su último año.

La Justicia, al igual que la política, es un universo de caminos circulares.

El mismo martes, los militantes de Justicia Legítima se convocaron para un brindis de fin de año en la Sociedad Argentina de Escritores.

Las estrellas de esa noche kirchnerista fueron el renunciante juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni; la procuradora general Alejandra Gils Carbó y el ex juez español Baltasar Garzón, debilidad de Cristina, conchabado por el Gobierno como asesor con rango y sueldo de subsecretario de Estado. También estaban el antes mencionado Slokar y el nuevo administrador del Poder Judicial, o sea el que maneja la caja, Claudio Cholakian.

Había unas ciento cincuenta personas entre jueces, fiscales e invitados, según constó en crónicas periodísticas. Habló la camarista María Laura Garrigós, presidenta de Justicia Legítima. Criticó a los jueces que amenazan con declarar inconstitucionales leyes que el Gobierno hace aprobar en el Congreso, Pidió que se aplique cuanto antes el nuevo Código Procesal Penal, que le permite a Gils Carbó nombrar a 17 fiscales especiales para tratar de tomar el timón de las causas más sensibles al poder. Y reclamó que se cubra cuanto antes la vacante en la Corte que dejará Zaffaroni dentro de diez días.

Aplausos, lo que se dice aplausos, se escucharon cuando fue mencionado el fiscal Carlos Gonella, quien en teoría debería dedicarse a combatir el lavado de dinero.

Favorito de la procuradora Gils Carbó, Gonella fue procesado el lunes por el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi, pieza silenciosa pero muy sólida en el mecano de Comodoro Py.

A partir de denuncias presentadas por Elisa Carrió y por el ex legislador porteño Julio Raffo en mayo del año pasado, Gonella fue procesado por haber protegido a Lázaro Báez, dejando a este empresario tan pero tan amigo de los Kirchner afuera de la investigación que incluye a los insolventes Leonardo Fariña y Federico Elaskar.

Se recordará: son aquellos muchachos que pesaban plata en bolsos, la hacían circular a través de la financiera La Rosadita y por ahí se tentaron con algún producto de marroquinería que fue escabullido de la remesa correspondiente.

Para acrecentar su desgracia, el fiscal Gonella deberá presentarse mañana a prestar declaración indagatoria ante Bonadio. En esta causa se lo acusa de violar secretos y abusar de su poder. Es por haber pedido la indagatoria a una jueza acusada de lavado de dinero y difundir ese pedido. Gonella trató de esquivar la citación de Bonadio aduciendo que tenía fueros que lo protegían. La Cámara Federal lo sentó de traste: tiene que ir a declarar. Quizás le espere otro procesamiento. Para un fiscal un procesamiento ya es mucho, pero dos son una enormidad. Hay que ver cuánto aguanta su espalda.

Gonella, la verdad sea dicha, quizás termine siendo una víctima impensada de la guerra abierta entre el Gobierno y la gran mayoría del Poder Judicial. Un daño colateral, podría decirse. No habrá nada personal en su contra, sólo el peso de los expedientes que lo involucran y la decisión de hacerle sentir al kirchnerismo que la cosa va en serio.

Cristina, con sus cambios de gabinete de esta semana, intenta que la Secretaría de Inteligencia vuelva a jugar un papel decisivo sobre los jueces. Ya está corriendo contra el almanaque. Le quedan poco más de 11 meses de gobierno, 10 meses hasta la elección presidencial, 8 meses hasta las PASO, 6 meses hasta el cierre de listas donde se definirán los actores para el tiempo que empezará después de ella.


El futuro es demasiado ancho para que los actores de hoy se cierren anticipadamente los caminos del mañana. Quizás por eso Gils Carbó esté divulgando, frente a los fiscales de Cámara que son el escalón siguiente a su cargo, que ya tiene conversada con Daniel Scioli su continuidad. Le quedarán, en diciembre próximo, tres años de mandato por delante. Vamos por todo. Nunca menos.