domingo, 24 de mayo de 2015

SÍMBOLOS MANOSEADOS Y MANCILLADOS


por Jacinto Chiclana 
Informador Público• 24/05/2015 

¿Quién se atrevería a asegurar que el traslado del victorioso sable del General Don José de San Martín a un nuevo lugar no está justificado?
Podríamos discutir tres días sin pausa, si es más lógico que semejante pieza histórica, en lugar de mantener un sitial de honor en el glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo, que nuestro Libertador creara, descanse por toda la eternidad en el Museo Histórico Nacional, en donde cualquier ciudadano pueda apreciarlo en toda su grandeza, como símbolo inigualable de nuestra independencia y de la gloriosa gesta de tamaño hombre.

Hasta parece más que razonable que ese inapreciable símbolo descanse en el que se supone es el máximo centro de reunión de las más importantes piezas de nuestra historia.
Sería ridículo dudar de ello, si no fuera que uno, ya con el cuero curtido en estas mezquinas cuestiones de la política y la desesperada unción, manifestada sin pudores por quienes han accedido al poder y bajo ninguna circunstancia quieren perderlo, no nos hubieran demostrado fehacientemente que cualquier cosa que aparezca como razonable y comprensiva, no es otra que una burda maniobra espuria para obtener réditos impuros e inconfesables.

No constituye un problema que el famoso sable que acompañara a nuestro héroe máximo deje su glorioso nicho en el Regimiento de los Granaderos de San Martín. Ese sable inimitable es de todos y no pertenece a nadie en particular.
El problema es ese marcado tufo a uso obsceno de dichos símbolos para obtener réditos populacheros y baratos.
No me vengan con que esto estaba programado y obedece a la materialización justiciera de un derecho de todos los ciudadanos de este país. No me vengan con que es lógico o necesario. No me vengan a querer convencer de que esto es esencial, justo en esta época del año o porque hay que aprovechar un nuevo aniversario de nuestra Revolución de Mayo.

Después de largos años de habernos demostrado que debajo de cada supuesta acción virtuosa se escondía la podredumbre fétida de las causas bajas y oscuros objetivos, verborrágicamente explotados hasta el cansancio, hasta lograr la degradación de hechos y palabras, vacías finalmente de contenidos, es imposible creer que esto obedece a la inspiración cristalina de acercar ese sable a la gente.

Es simplemente un desfile más de este moderno Sarrasani mediático en el que todo vale diez guitas.
Es tan ridículo como pedir desde la soberbia y el uso indiscriminado del poder, para desvincular la verdadera verdad del hueco relato inconsistente, que los prójimos cercanos se bañen en las aguas de la humildad. Es tan desubicado como presentar el proyecto de oficializar los debates preelectorales, cuando la única comunicación que recibimos, durante estos doce años, gesticulante ad hoc mediante, son extensas, incomprensibles, injustificadas e insufribles cadenas nacionales donde una sola persona discursea con pretendida chispa arrabalera, un grupo de amanuenses mueve la cabeza como Chirolitas complacientes y enrojecen sus palmas plenos de obsecuencia (y para mantener los 40 mil manguetes, como mínimo, de sueldo camporista).

Aparece falso como diente de mazapán, cuando desde hace varios años, la casa natal del libertador en Yapeyú subsiste abandonada de la tradicional custodia de los Granaderos y casi seguramente pasa lo mismo con el viejo convento en San Lorenzo.
Muchos desprevenidos creerán a pie juntillas que estos muchachos y muchachas que se están yendo han sido conquistados de golpe por una septicemia galopante de patriotismo y unción a los valores y símbolos nacionales, cuando el único signo al que responden, prestos e inteligentes, es al que identifica los dólares que atesoran en ignotos paraísos o los euros que aprovechan porque pesan menos; amén de un compulsivo y excitante apego al ejercicio omnímodo e irredento del poder.

Ayer fue el pobre Cristóbal (el de la carabelas, claro) el que fue bajado para uncir a la Manuela.
Aunque nadie discute sus merecimientos, no era imprescindible descuartizar y acostar al almirante para entronizar a la nueva generala.
Hoy es el sable de Don José el que es manipulado vergonzosamente.

Si existiera el sortilegio de que resucite el Padre de la Patria, para que exprese su opinión, seguro se levantaría presto de su frío reposo de la Catedral Metropolitana y así como gritó potente en San Lorenzo y cien batallas más, gritaría enojado: “No me usen, carajo….!!!”