martes, 2 de junio de 2015

LA INFLUENCIA DE LA IGLESIA CATÓLICA PARA IMPEDIR LAS LEGISLACIONES ANTIVIDA Y ANTIFAMILIA



Por Carlos Álvarez Cozzi


Es evidente que en los países con población de mayoría católica, como es claramente el caso de Latinoamérica, el peso de los Episcopados en materia de la defensa de la vida y de la familia es muy distinto en los Estados donde la Iglesia Católica es minoría, como por ejemplo en Asia o en Africa.
Sin embargo, en algunos países latinoamericanos, fuertemente laicizados, como es el caso de Uruguay, el poco peso de la Iglesia en la opinión pública en estos temas y el bajo perfil casi timorato que históricamente varios obispos han demostrado, ha llevado a que los Parlamentos legalicen el aborto y otras leyes contra la vida y la familia sin voces que los interfieran.

Véase los casos recientes de Perú, Ecuador y Perú. Tres países de fuerte presencia católica que en los últimos meses han rechazado la ideología de género y la legislación del descarte, tanto aborto como eutanasia. Y han manifestado que no aceptarán presiones del colonialismo cultural para que acepten la agenda de la ideología de género!!!. No hay duda que si bien estos temas son de bioderecho y de bioética y no de fe, el peso de esos episcopados, apoyando a los laicos provida que tanto han trabajado en estos temas, ha sido de éxito y destaque.

Que sucedió en cambio por ejemplo en Uruguay? La Conferencia Episcopal Uruguaya, históricamente silenciada o ninguneada en la opinión pública, se ha pronunciado reiteradas veces en la historia contemporánea, acerca de la inconveniencia de legislar contra el derecho a la vida y contra la familia constituida por mujer y varón. Los pronunciamientos de la misma, también hay que reconocerlo, no han sido lo fuerte que pudieron haber sido, en tanto la gran mayoría de la población del país es católica, como para advertir que los legisladores que votaran la ley de aborto, según el Derecho Canónico, por colaborar decisivamente con el mismo, abriendo el paso a la muerte de inocentes, quedaban excomulgados “latae sentenciae” además de los médicos, personal paramédico y los protagonistas en la muerte provocada de un ser humano en el vientre materno.

Muchas veces hemos sentido de algún prelado que la época de la cristiandad ya pasó y como la voz de la Iglesia es minoritaria y resistida hay que ser “prudentes” a la hora de formular pronunciamientos. Una cosa es la prudencia y oportunidad pero otra bastante diferente es la omisión o la tibieza. Creemos que cuando están en juego aspectos fundamentales de los derechos humanos como es el derecho a la vida, reconocido en la Constitución de la República, arts. 7 y 72 y en la Convención Americana de Derechos Humanos, no debe haber cálculo alguno sino la necesaria coherencia y valentía para hablar claro y fuerte por parte de todos los actores sociales de recta razón y por ello también la Iglesia, como organización de la vida social, si pretende seguir siendo experta en Humanidad.

Demostrado está además que de nada sirvió esa estrategia en el Uruguay, toda vez que cuando se planteó recientemente el tema de una Guía de Educación Sexual elaborada por el MIDES, que no se llevó a la práctica por ideologizada y falta de laicidad, cuando el arzobispo de Montevideo habló para calificar a tal Guía como de la uniformidad mental y no de la diversidad, los autores de la misma lo mandaron a callar.

Para que haya debida formación de los laicos para actuar en forma coherente en la vida pública, es imprescindible que la Iglesia contribuya a su formación para la acción.