domingo, 17 de septiembre de 2017

EDUCACIÓN PARA LA MILITANCIA




La Nación, editorial,  17 DE SEPTIEMBRE DE 2017


Desde estas columnas hemos señalado que es inadmisible la toma de colegios secundarios porteños como forma de protesta por la nueva reforma educativa que lleva adelante el gobierno porteño en la escuela media.

El año próximo se cumplirán 100 años de la Reforma Universitaria, que, entre otras cosas, estableció el cogobierno de estudiantes, graduados y docentes, pero ese mecanismo no incluyó el nivel secundario, donde existen diálogo y consulta, pero no se reconoce legitimación a los estudiantes para intervenir en las decisiones relativas a sus planes de estudio. Es lógico, por cuanto carecen aún de formación académica y de experiencia de vida para ponderar las implicancias de aquéllos en el largo plazo. Por esa razón cursan el secundario.


La reforma propuesta prevé dos años de ciclo básico, dos años de ciclo orientado y un quinto año "integrador y formativo más allá de la escuela". Establece un puente entre el último año de escolaridad y el mundo real del trabajo, para facilitar la inserción posterior de los graduados. Pero desde los gremios, y con el apoyo de algunos padres de alumnos, se rechaza la idea con el argumento de que las compañías pretenden incorporar "mano de obra" flexible y barata. Califican la reforma de "neoliberal" y al "servicio de las empresas".

Sin embargo, el sistema de pasantías o de prácticas profesionalizantes ya rige en el país, conforme un decreto firmado por Cristina Fernández de Kirchner, como opción voluntaria para los alumnos que cursen los últimos dos años del nivel secundario y deseen acceder al régimen general de pasantías. Este esquema también se aplica en varias provincias, escuelas técnicas y colegios privados, además de muchos países desarrollados.


Quienes formulan esas críticas exhiben una visión conspirativa del mundo y, en particular, de las empresas en la sociedad capitalista. Es posible que los chicos que han tomado las escuelas, incluyendo los prestigiosos Colegio Nacional de Buenos Aires y Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, ambos dependientes de la Universidad de Buenos Aires, piensen que el futuro se construye luchando por la liberación y que el bienestar colectivo exige eliminar la plusvalía y la explotación. Tal vez sueñen, como en el Mayo francés de 1968, que la revolución traerá el hombre nuevo, auténtico y solidario. Y, sobre todo, no alienado por la división del trabajo entre empresas que segmentan, en su provecho, el espíritu humano.

La visión conspirativa que atribuye los problemas argentinos a la perversidad ajena, compuesta por quienes desean apoderarse de nuestros recursos naturales, de nuestras tierras, de nuestros espejos de agua, de nuestro trabajo a través de su precarización y de nuestros productos mediante términos de intercambio injustos, ha penetrado profundamente en la cultura local. Y conjugado con ingredientes de raíz marxista, ha dado lugar al llamado "socialismo nacional", cuyos lugares comunes todavía repiquetean en el glosario popular.


No es de extrañar entonces que, instigados por gremialistas que aborrecen las exigencias del sector privado y fomentados por padres que no advierten el daño que provocarán a sus hijos, se haya viralizado esta oposición a la reforma como una "lucha" más de los estudiantes dentro de una agenda política beligerante, ajena a los desafíos que enfrentarán cuando obtengan sus títulos.

El compromiso político de los estudiantes debe reflejarse en los debates de ideas, con apertura de mentes y disposición a escuchar sin preconceptos. Las cosmovisiones son variadas y contrapuestas; las ideologías, también. Tan complejas que hoy China y Vietnam son capitalistas, Estados Unidos es populista y América latina ha oscilado del socialismo del siglo XXI a fórmulas tradicionales de democracias liberales en casi toda la región.

El mundo cambia a velocidad vertiginosa. Hay ensayos serios que pronostican el fin del capitalismo no como resultado de una revolución marxista, sino por impacto de Internet. Se prevé una dramática reducción de los costos de producción por las aplicaciones de la física cuántica. Y, así, la convergencia de Internet en las comunicaciones, la energía y la logística daría lugar a "Internet de las Cosas", donde la productividad crezca tanto que muchos bienes y servicios estarán disponibles en forma casi gratuita y con sistemas compartidos, como las bicicletas públicas de la ciudad.

Estos fenómenos pueden dejar afuera a países completos donde la educación se limite a transmitir información, sin pautas de comportamiento (valores) ni herramientas para utilizar, en forma práctica, la información recibida. La China comunista establece una rígida meritocracia mediante exámenes de ingreso universitario (guanxi), donde no rigen las influencias ni el poder familiar. Esos graduados de excelencia integran los cuadros de las compañías chinas desplegadas por el mundo. Lo mismo ocurre en Corea del Sur, con el examen Suneung, para acceder a las tres mejores universidades, sin lo cual es imposible luego encontrar trabajo en sus multinacionales.

No tiene sentido adherir a ciegas a ideologías experimentadas desde 1848 que se derrumbaron en 1989. Todas las formas modernas de organización son semejantes según parámetros desarrollados en empresas privadas, ya fuere con fines de lucro o para investigación, docencia o servicios comunitarios. Negarse a la experiencia de las pasantías implica salir del mundo moderno y retraerse a una caverna. Decisión válida para gerontes, no para jóvenes estudiantes. Los países avanzados reconocen que la mayor riqueza son las capacidades de su población y no sus recursos naturales. Se requiere educación de calidad para insertarse en las múltiples ramas de ingeniería, biotecnología, geofísica, ambiente, medicina, química, además de todas las profesiones de base humanista. Es indispensable completar esa educación con una experiencia en organizaciones donde esas disciplinas se conviertan en actividades prácticas, con trabajo en equipo, presupuestos, inversiones de capital, áreas productivas, controles de calidad, soporte informático, investigación y desarrollo, cadenas de valor e interacción con el sector público.


Es lamentable escuchar a esos jóvenes, que duermen en las aulas y deambulan por los patios, repetir discursos huecos, ajenos a la realidad contemporánea, sin advertir que se les escurre el tiempo encerrados en su madeja de grafitis, textos crípticos de Mao, frases ingeniosas de Jauretche y fotos vintage de Alberto Korda. Las reconocidas instituciones educativas de la República Argentina se merecen algo más. Y el futuro argentino, algo mejor.