martes, 6 de noviembre de 2018

UN BREXIT


para las energías renovables

Msia Informa,  3 de abril de 2018

La realidad de las pseudosoluciones propuestas para hacer frente al problema de la supuesta influencia de los combustibles fósiles en la dinámica climática mundial se infiltra lentamente entra las grietas de la estructura de intereses creada para explotarlas. Resulta irónico que la novedad más reciente provenga del Reino Unido, uno de los principales polos de difusión del ambientalismo y del catastrofismo climático, por iniciativa de su propio gobierno.

El Departamento de Negocios, Energía y Estrategia Industrial (BEIS, por sus siglas en inglés) encargó en julio de 2017 al economista Dieter Helms, especialista en energía de la Universidad de Oxford, un estudio para revisar los costos del abastecimiento de energía del país. El estudio se publicó en octubre y demostró, entre otras cosas, que el objetivo de la suspensión de emisiones de carbono impuesto por la Ley de Cambios Climáticos de 2008 se podría haber obtenido por una fracción de las más de 100 mil millones de libras esterlinas despilfarradas hasta entonces, culpables del alza de 20 por ciento de los costos de energía. El blanco principal de las críticas fue la selección de técnicas generadoras “inmaduras,” como las fuentes eólicas y solares, las sustitutas primordiales del carbón, lo cual se hizo con fuertes subsidios y reajustes de precios constantes. No causa sorpresa que el informe fuera ignorado virtualmente por el gobierno, el Parlamento y por la prensa, siempre tan atenta a las cuestiones ambientales y energéticas.

En un estudio sobre el documento, publicado por Global Warming Policy Foundation (GWPF), una activa organización crítica del alarmismo climático, Peter Lilley, ex ministro de Comercio e Industria, destacó de forma contundente las conclusiones del estudio del profesor Helms, con duras criticas a lo que llamó el “complejo industrial-climático”

De acuerdo a él:

“Nosotros estamos seguros que las fuentes eólicas y solares son competitivas respecto a los combustibles fósiles, o que lo serán em breve, pero que acabar con los subsidios que se les otorgan sería desastroso. La industria de las energías renovables afirmó recientemente que las propuestas vencedoras de las dos haciendas eólicas marinas planeadas prueban que los costos se redujeron de forma espectacular. Lo cierto es que la reducción de los precios se debe al establecimiento de precios por el gobierno, que dejó de referirse a cada fuente renovable, para usar, en su lugar, subastas. (…) Nadie identificó un súbito avance en la técnica de los generadores de electricidad eólica que haya reducido los costos a la mitad desde 2015. Helms recomienda las subastas para desalentar los intereses constituidos (…)”.

“Además, cuanta más capacidad (de generación) intermitente instalemos, mayor será el costo de la capacidad “firme” de reserva necesaria para cuando el viento no esté soplando o no brille el Sol. Al lobby de las energías renovables le gusta ignorar esos costos adicionales cuando afirma que estas fuentes de energía ya alcanzaron la “paridad de base” (“grid parity”, en el original). Helms propone lidiar con esto exigiendo que las fuentes de energía renovables compitan en una “base equivalente con la energía firme” en otras palabras, deben contratar una empresa generadora o trasmisora capaz de proporcionar electricidad cuando no haya viento o Sol.

“En resumen, se planta de cara con todos los intereses constituidos -no solo comerciales, sino burocráticos, políticos y académicos- que están involucrados en el actual mecanismo de subsidios e intervenciones. Sus propuestas erosionarían sus ingresos, revolverían sus papeles y destruirían su credibilidad. No sorprende que hayan maldecido su estudio con una apreciación pálida, antes de consagrarlo al olvido (Peter Lilley, “The Helms Review and the climate-industrial complex.” GWPF, 2018)”.

Lilley se refirió a la célebre advertencia hecha por el presidente estadounidense Dwight Eisenhower (1953-1961) en su discurso de despedida, sobre la emergencia de un “complejo industrial-militar,” al afirmar que “la perspectiva de dominación de los académicos de la nación sobre el empleo federal, adjudicación de proyectos y el poder del dinero siempre está presente y se debe considerar con gravedad.”

Según, él, “en el Reino Unido estamos viendo la aparición de un poderoso ‘complejo industrial-climático.”

Y, a pesar de ser favorable a la tesis de la influencia humana en el clima, afirma:

“Además de esto, si el complejo industrial-climático puede mostrar una desconsideración tan grande con las verdades económicas elementales, hay un peligro de que pueda ser igualmente descuidado al exagerar los peligros de la ciencia del calentamiento global (cuya verdad elemental, como científico, acepto enteramente). La mayoría de los científicos permanece escrupulosamente objetiva en su trabajo. Pero ellos saben que hay más en juego en sus carreras que cuestionar argumentos exagerados que otros puedan hacer sobre la escala, sobre la rapidez o sobre los efectos del calentamiento mundial. Los argumentos alarmistas, pues, permanecen sin cuestionamiento, mientras que las pruebas de que nosotros podríamos adaptarnos al calentamiento global, -en lugar de tratar de evitarlo-, son desautorizadas.

A pesar no descalificar en su totalidad el alarmismo climático, tanto el estudio del Helms como el comentario del ex ministro Lilley son pasos importantes en esa dirección. ¿Quién sabe? Quizá podamos ver un Brexit de las energías “renovables.”