lunes, 13 de mayo de 2019

¡POBRE ESTADO!



 Crítica a los partidos y a las formas de gobierno

El sistema político partidario actual es anacrónico e imperfecto y no garantiza la calidad profesional que necesita la organización estatal.

JORGE MEDINA*
La Voz del Interior, 09 de mayo de 2019

La política, en términos simples, es un diálogo permanente entre una comunidad o “polis” y el Estado.
Ese diálogo político comienza cuando luego de creado el Estado, la polis le elige y le designa los hombres y mujeres que van a ocuparse de atender las necesidades de bienestar común de esa sociedad. Esto se realiza a través del llamado sistema político (basado en partidos, en Argentina y en otros países)
El diálogo, en sentido inverso, se completa cuando el Estado le responde a la polis, prestándole los servicios que darán satisfacción a las referidas necesidades de bien común de la sociedad.
Demasiados problemas
Analizando la primera parte de ese dialogo, la entidad del actual sistema político partidario, se podría exclamar: ¡qué triste y vetusta sensación! dan hoy los procesos eleccionarios, con sus anacrónicos y complejos sistemas de porcentajes matemáticos de participación.
Vemos cruentas luchas de nombres y de personalismos, pero escasa o casi ausente formación por parte de los candidatos en las materias del Estado.
Observamos funcionarios gobernando, pero investidos a la vez como candidatos partidarios en plena lucha proselitista para perdurar.
Contemplamos pujas partidarias entre aficionados, exfuncionarios fallidos y desgastados, personajes mediáticos, etcétera
Vemos procesos eleccionarios sin procesos previos de selección de personas  que estén basados en la ponderación de sus capacidades. Esta selección hoy no resulta posible, pues no hay formación de estadistas. No hay formaciones académicas; sólo existen lánguidas y mal llamadas escuelas de gobierno, o de conducción política, invadidas por las vetustas teorías de Estado, con casi ninguna experiencia fáctica y con fuertes deformaciones pedagógicas, provenientes por lo general de visiones jurídicas y económicas.
Los partidos políticos son nidos de aspirantes a un puesto público, desconocedores de la ingeniería del Estado que le tocará en suerte manejar. Los mueve más un instinto de supervivencia económica que una vocación de servicio o una motivación profesional.
Los procesos proselitistas partidarios para atrapar adhesiones están basados en empatías y vanidades humanas. Basta observar hoy los gigantescos afiches callejeros donde ya casi no caben los rostros de los candidatos. ¿Será que ya no cabe su vanidad?
Las alianzas preelectorales, por último, se muestran como una vergonzosa compraventa de intereses.
La otra cara de la moneda
Dejando para otra oportunidad el análisis del laberintico sistema judicial y del complejo y barroco sistema legislativo y centrándonos en la faz ejecutiva del Estado, veamos ahora el momento inverso, en el que el Estado le devuelve el diálogo político a la sociedad y pone en marcha la gestión de gobierno.
Es entonces cuando la mala calidad de las gestiones, muy lejos de la excelencia, pone de manifiesto la falta del ya mencionado profesionalismo de sus hombres. Es la otra cara de una misma moneda.
Algunas muestras de esas carencias son:
Se asumen funciones desconociendo la naturaleza institucional y la entidad del Estado, generalmente confundida en una Babel terminológica con otras disciplinas. Basta observar cómo se confunden términos como "país", "nación", "patria", "gobierno" y "Estado" en juramentos y discursos de funcionarios.
Se gobierna sin un modelo profesional orgánico y de gestión del Estado.
Se ignora el principio universal de necesidad que define al Estado y que define su topología estructural, lo cual haría más sencillo su entendimiento y tratamiento.
No se conocen las matrices de necesidades de las comunidades. Se recurre a timbreos y visitas trasnochadas de última hora de campaña para conocer esas necesidades, mostrando paradójicamente que no se conocía la materia sobre la que se va a gobernar.
Se gestiona atendiendo sólo lo operativo y se descuida lo orgánico. Basta observar los proyectos de modernización que, a todo nivel, sólo se orientan al manejo de personal y a mejorar lo tecnológico procesal.
Se culpa casi exclusivamente de los problemas de gobierno a la gran cantidad de organismos y empleados del Estado. Esta es una verdad a medias, ya que el verdadero problema no es cuantitativo sino de inteligencia y lógica orgánica. Una organización mal diseñada es obvio que tendrá funciones y estructuras superfluas. Las causas, entonces, son más bien de falta de calidad en el diseño institucional, con fuerte consecuencia y correlato en la economía estatal.
En el diseño orgánico del Estado y mientras se gestiona, se confunde lo que son servicios propiamente dichos, que se vuelcan a la sociedad, con todo aquello que les es subsidiario y no tiene razón de ser por sí mismo. Se da el mismo tratamiento a ambas entidades. Ello redunda luego en una ponderación estructural equivocada y en una asignación también equivocada y malversada de recursos.
Se desconoce que el famoso déficit del Estado se debe en gran medida a los altos costos ocultos enquistados en sus estructuras orgánicas y con directo efecto en sus actos de gobierno.
Tampoco hay idiomas técnicos universales para comparar organizaciones del Estado, tal como los idiomas profesionales que se manejan en las ramas económico-contables o de la ingeniería y arquitectura en sus planos y proyectos. Ello permitiría entender y comparar acciones de gobierno. Cada gobernante municipal, provincial o nacional tiene hoy sus propios códigos y diseños orgánicos.
Tampoco existe un sistema que cuide “preventivamente” el comportamiento o compliance moral de los funcionarios, materia que hoy se cuida con mucho celo en las empresas y necesaria para que el Estado sea una organización moralmente sustentable en el tiempo.
Resumiendo podría decirse que hoy los conceptos de "política" y "Estado" viven inmersos en una confusa maraña semántica, que el sistema político partidario es anacrónico y perjudicial y que el estudio y manejo del Estado dista mucho de ser profesional.

* Especialista en Organización del Estado y Responsabilidad Moral en las Organizaciones