lunes, 24 de junio de 2019

LA ARGENTINA, EL MARXISMO




 y la Escuela de Frankfurt

Dr. José Santiago Di Bari

Mendoza, Argentina


Se conoce como la escuela de Frankfurt a un grupo de investigadores que adherían a Hegel, Marx y Freud, y cuyo centro estaba en el Instituto de investigación Social, inaugurado en 1924 en Frankfurt.

El martes 5 de octubre de 2010, la presidenta Cristina Fernández Wilhelm firmó un convenio de investigación con la escuela de Frankfurt.

Fundada gracias al mecenazgo del multimillonario argentino de origen alemán Félix Weil, se hicieron representantes de la “teoría crítica” la cual debe entenderse como un aspecto de la práctica, denominado también “marxismo cultural”.

La obra esencial de este instituto fue el ensayo “Dialéctica de la ilustración”, editada entre los años 1944 y 1947 por Adorno y Horkheimer. Estos ideólogos y filósofos decidieron trascender las fronteras del positivismo del materialismo vulgar y la teoría fenomenológica, a través de un retorno a Kant y sus sucesores en el idealismo alemán, fundamentalmente Hegel.

Los doctrinarios más famosos de este grupo fueron Adorno, Marcuse, Fromm, Habermas, Schmidt. Por supuesto todos teóricos inmanentistas, quienes por ser ateos han roto toda vinculación con el “allende”, con lo absoluto en cuanto trascendente, es decir con Dios.

El marxismo cultural, modernamente, ya no va dirigido al proletariado, sino a los hijos de la alta burguesía y las clases medias. Se reformula así la lucha de clases. La clase pasa a definirse en función del grupo cultural al que se pertenece y deja de determinarse en función de la propiedad de los bienes de producción.

Fidel Castro lo dijo en Córdoba durante su última visita a Argentina, antes de enfermar: “la revolución ya no necesita de la violencia”. Por supuesto que debe entender esto de la siguiente manera: “salvo que peligre la revolución”.

La República Argentina, a través de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la Biblioteca Nacional y del Sindicato Unificado de Docentes de Córdoba, firmó un convenio, pasado el mediodía del 5 de octubre del año 2010, en el Hotel Frank Furter Hoff, el más elegante de Franckurt, con esta escuela o instituto de investigaciones sociales.

La presidente Fernández Wilhelm estuvo acompañada en esa oportunidad por Mempo Giardinelli, periodista de cuño marxista leninista, periodista de Página 12, también por Ricardo Forster –de Carta Abierta-, también izquierdista, y de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional.

Según cuenta Mempo Giardinelli, cuando ingresó la presidenta, dijo: “Qué linda gente que hay aquí”; luego les habló a los intelectuales allí reunidos, con gran solvencia, sobre el conocimiento de lo que era el marxismo. Su oratoria –dijo Giardinelli- duró media hora.

La escuela de Frankfurt, para afianzar el marxismo cultural, diseñado por Antonio Gramsci, es decir “la revolución cultural”, dio “recomendaciones para la transformación y disolución de la Europa Cristiana”, y entre otras cosas, propuso las siguientes pautas:

Fomentar la desintegración familiar.
Hacer depender a los ciudadanos del Estado o de los beneficios del Estado.
Mantener un sistema legal desacreditado, con prejuicios contra las víctimas del delito.
Promocionar el vaciamiento de las Iglesias.
Promover el consumo excesivo de bebidas alcohólicas.
Promover migraciones para destruir la identidad.
Fomentar la destrucción de la autoridad en los colegios y universidades.
Suscitar la invención de delitos sociales.
El cambio contínuo para crear confusión.
Fomentar la homosexualidad en los niños.

Este decálogo tiene mucha relación con aquel escrito por Lenin en 1913:
Corromper al a juventud y exacerbar la libertad sexual.
Infiltre y después controle todos los medios masivos de comunicación.
Divida a la población en grupos antagónicos, incitando a la discusión sobre asuntos sociales.
Destruya la confianza del pueblo en sus líderes.
Hable siempre sobre la democracia, pero si llega la oportunidad asuma el poder sin escrúpulos.
Colabore con el vaciamiento de los dineros públicos y provoque la inflación.
Promueva huelgas aunque sean innecesarias e ilegales.
Promueva disturbios y contribuya para que no sean reprimidos.
Ayude a destruir los valores morales y la creencia en las promesas de los políticos y de los gobernantes.
Registre a los que tienen armas de fuego, para su posterior confiscación, a fin de impedir cualquier resistencia.

Como se podrá apreciar, la línea de comportamiento del revolucionario, debe ser necesariamente proteico: “cambiar de forma constantemente”, y protervo (obstinada en la perversión).

Esto corrobora que la pretendida filosofía marxista es, sobre todo, una metodología para la destrucción de la sociedad por una pretendida acción revolucionaria.

Nada dicen los marxistas sobre cómo deberá ser el comportamiento del revolucionario cuando llegue al poder.

Esta hipótesis está contemplada en lo que se denomina “dictadura del proletariado”, en donde se habilitan todo tipo de arbitrariedades, perversiones e injusticias; es decir: nadie que no sea de la secta y presente resistencia, quedará con vida; luego se continuará con la propia tropa; si hay disidencias –aunque sean éstas de aspectos formales- o si no hubiera la adhesión inequívoca al personalismo al jefe del poder de turno.

Cuando la presidenta Cristina Fernandez Wilhelm dijo “soy absolutamente hegeliana” en ocasión del congreso de Filosofía de San Juan, en 2007, no lo hizo porque Hegel hablara bien en sus obras de las mujeres que ejercen el poder, todo lo contrario, se declaró hegeliana porque es consciente de la fuerza que tiene el choque dialéctico, tanto para destruir como para construir el poder y derrumbar así todos los valores tradicionales.

Cuando se ideó “el mundo uno”, el politicólogo polaco Zbigniew Brzezinski, tenía diseñado que el nuevo orden mundial se edifique sobre una sociedad tecnotrónica, con ‘humanismo marxista’.

Cabe aquí consignar que la escuela de Frankfurt, durante la II Guerra Mundial, funcionó hasta el año 1950 en los Estados Unidos, financiada por la Fundación Rockefeller, Brzezinski y Carter.

Si alguien cree que la presidente Fernández Wilhelm está desequilibrada, incoherente, contradictoria y no sabe lo que dice o hace, podría llegar a equivocarse. Detrás de ella hay asesores que auspician y controlan el cumplimiento de las recomendaciones de la escuela de Frankfurt y el decálogo de Lenín.

Todo está perfectamente planificado para que así ocurra, desde su sobreactuación en los actos públicos hasta la inflación que propicia y fomenta. Ella encarna un “personaje” que muestra por cadena nacional, pero su verdadera personalidad no la conocemos. El kirchnerismo busca la acumulación del poder (“vamos por todo”), pero también busca el constante choque dialéctico (con las provincias, ejemplo: Córdoba –De la Sota-, Santa Fe –Binner-, Buenos Aires –Scioli-; Capital Federal –Macri-; con la Iglesia Católica, los Sindicatos, las Fuerzas Armadas, las personas particulares, etc. ), Ellos entienden que destruyendo se construye.