domingo, 7 de julio de 2019

LA GEOPOLÍTICA DE LA BOMBA



por Carlos Pissolito
Informador Público, 7-7-19
Decíamos ayer: Que existía la creencia errónea respecto de que la posesión de un arma atómica otorgaba una suerte de talismán de invencibilidad. Pero que no había nada más alejado de la realidad. Ya la primera y más evidente es que ellas no le han otorgado ninguna ventaja a sus poseedores. Por ejemplo, cuando los EEUU ejerció la posesión de su monopolio, no le impidió tener que ceder a China la mitad de la Península de Corea, aunque ésta última no tuviera “la bomba”.

Ejemplificamos que lo mismo le había ocurrido a los EEUU, a Rusia y China -cuando estos dos últimos ya la poseían, en sus respectivas intervenciones en Vietnam, Afganistán y otra vez en Vietnam. Tampoco les sirvió de mucho, al Estado de Israel, el que no puede vivir en paz desde hace años con sus vecinos y debe apelar a toda una parafernalia de armas y tácticas.

La razón para ello, era que las bombas atómicas no pueden ser utilizadas, porque son extremadamente destructivas. Mucho más si mi adversario, también, las posee; pues en ese caso, lo único que queda asegurado, es la destrucción mutua.

Pero esta realidad, en este nuevo mundo multipolar, ha cambiado recientemente. Para comprobarlo basta comparar dos casos concretos. El de Corea del Norte y el de Irán. El primero de ellos y a pesar de ser un pequeño país (26 M de habitantes y que ocupa el puesto 82 mundial por su PBI), es escuchado y respetado por su archienemigo, los EEUU. Por el contrario, el segundo de ellos, a pesar de ser una potencia regional (82 M de habitantes y 18vo puesto mundial en PBI) debe soportar ser amenazado y agredido por los EEUU.

¿Qué es los que los diferencia? Sencillo: Corea del Norte posee una media docena de bombas atómicas. Irán, no tiene “la bomba” y dice que quiere negociar como no tenerla.

Podríamos decir mañana: que la República Argentina se embarca en un proyecto para desarrollar, probar y disponer de una bomba atómica. Además, de afirmar que a tal logro se lo complementará con la construcción de un vector (misil) para dispararla contra un blanco, digamos, a unos 1.200 km de alcance. Ya sea mediante la continuación de los proyectos Condor II o Tronador.

O, mejor aún, podríamos hacerlo en secreto y no comunicárselo a nadie hasta que el mismo estuviera terminado.

Dado el caso señalado, surgen dos supuestos inevitables.

El supuesto Nro 1, dice que en el camino para lograr lo señalado habría que arreglar muchas cuestiones. Desde políticas hasta operativas. Como denunciar al Tratado de No Proliferación Nuclear de Tlatelolco, del cual somos signatarios.

El supuesto Nro 2, agrega que nos enfrentaríamos a una larga y compleja serie de problemas, tanto internos como externos. Pero, nada que no hayan ya experimentado paises como Israel, la India y Pakistán. Todos actuales felices poseedores de “la bomba”.

Decimos hoy: Que la República Argentina debe mantener los niveles de excelencia de su desarrollo nuclear para aplicaciones pacíficas, pero con la capacidad de llevarlo, rápidamente, a la posibilidad de la construcción de un artefacto nuclear, si la situación geopolítica lo hiciera necesario.

Para ello se nos presentan dos variables prácticas a seguir, a mediano plazo. A saber:

Variable 1: el diseño y fabricación de un submarino propulsado con energía nuclear.
Variable 2: el diseño y fabricación de un buque polar propulsado con energía nuclear.
Ambas variantes, tienen, como corresponde, sus ventajas y desventajas que analizaremos más adelante. Pero, comparten un muy importante elemento común. Cual es, el diseño y construcción de un reactor nuclear específico de fabricación nacional.

Pese a lo que se cree, la República Argentina dispone, por parte de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y de otras empresas asociadas del sector nuclear, de las diferentes tecnologías, necesarias para ser integradas en el proceso de concretar para su fabricación. Esto no lo decimos nosotros, lo dice un experto el Ingeniero José Converti (ver: https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=submarino-nuclear-el-pais-puede-pasar-del-sueno-a-la-realidad-en-mediano-plazo)

Otra falsa creencia es la de asumir que tal desarrollo implica un financieramente inalcanzable. Por lo que opinan los expertos, sabemos que éste no superaría los $US 300 M. Como elemento comparativo y que vale la pena traer a colación, es que un submarino de propulsión nuclear ronda un costo de unos $US 3.000 M.

Una vez desarrollado el reactor, éste podría ser instalado, como ya dijimos, para propulsar un submarino. Para lo cual resulta ideal hacerlo con uno de la conocida clase Tipo TR 1700 como el desaparecido ARA “San Juan”. Ya que fue concebida, desde sus inicios, para tal posibilidad. De la misma disponemos de su gemelo, el ARA “Santa Cruz”, actualmente en reparaciones de media vida y del ARA “Santa Fe”, sin terminar en los astilleros de CIMAR (Complejo Industrial y Naval Argentino) y que se encuentra completo en un 70%.

Otra posibilidad, sería la de instalar al reactor desarrollado en un buque polar. Un navío que no solo necesitamos para mantener nuestra presencia en el Continente Antártico, sino uno que nos sería muy útil por sus características de gran autonomía para operar en los amplios espacios de nuestro Mar Argentino.

Por ejemplo, Finlandia, un país que dispone de un PBI que es la mitad del argentino, opera un rompehielos de quilla plana, de la clase “Taymyr” con un reactor nuclear fabricado en Rusia. Y que fue construido para responder a todos los niveles de seguridad internacionales.

Para el caso de la construcción del buque polar, la República Argentina dispone de otros astillero, al margen del CIMAR. Se trata del Astillero Río Santiago. Uno de los mayores de la América del Sur y con la capacidad de construir grandes navíos. Como sucedió con los seis bulk carrier de 40.000 toneladas terminados para empresas nacionales y la botadura del “Juana Azurduy” de 47.000 toneladas para la empresa petrolera estatal venezolana PDVSA.

El desarrollo de cualquiera de los proyectos señalados o de ambos, no solo nos permitiría aprovechar y maximizar los recursos de la industria nuclear preexistentes, tanto los humanos como los materiales. También, nos posibilitaría acortar la brecha tecnológica que nos separa de los países más desarrollados en este campo. A la par, de reactivar nuestra fuerza de submarinos o disponer de un navío que necesitamos para reforzar nuestra presencia en nuestra amplio mar.

Pero, lo más importante de todo. Es que dispondríamos de la posibilidad de contar de un elemento disuasivo, un arma nuclear, en un tiempo razonable, si fuera necesario. Ya que como sostiene un viejo dicho de los barrios bajos de Chicago: “Se llega más lejos con una sonrisa y una pistola, que solamente con una sonrisa”.