lunes, 24 de febrero de 2020

EL CONSERVADURISMO DEL BIEN COMÚN EN ACCIÓN

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(First Things)- En este último año, el conservadurismo ha cambiado. Al menos, ha cambiado la forma de hablar de los intelectuales conservadores y de algunos políticos. Muchos hablan ahora de orientar a nuestra sociedad hacia el bien común, y de usar el poder del gobierno para perseguir ese bien. Pero, ¿ha cambiado realmente algo en el interior del partido republicano? Los políticos y la política a menudo siguen un camino alejado del debate filosófico. ¿Están preparados los políticos para una nueva estrategia y para comprometerse a combatir la ideología transgénero y la agenda gay? Parece que la respuesta es sí.
            El mes pasado, NBC News anunció: “Docenas de proyectos estatales de ley anti-LGBTQ ya han sido presentados en este 2020”, advierten. La historia ha puesto de relieve un desarrollo interesante. Según ha empezado el nuevo año, los legisladores conservadores en numerosos estados han intentado rechazar la agenda LGBT. A diferencia de la mayoría de las prioridades legislativas del pasado más reciente —Religious Freedom Restoration Acts (RFRAs), protección de conciencias y proyectos de ley sobre los derechos de los padres—, las propuestas presentadas en 2020 van más allá de la simple creación de un espacio para que los cristianos practiquen libremente su fe.
            Ante un movimiento nacido no solo para eliminar el sexo biológico del derecho y la cultura, sino también para someter a los niños a esta ideología de género en edades cada vez más tempranas, los legisladores conservadores reaccionan ahora de manera diferente. En lugar de afirmar un derecho liberal clásico y ser dejados de lado por el gobierno, defienden la realidad biológica como algo importante para el bien común. Y, aprendida la lección de los recientes esfuerzos para aprobar los “baños públicos” en algunos estados, se han centrado en el ámbito que tiene más probabilidades de conseguir el apoyo popular: proteger a los niños. Como me dijo un dirigente político estatal: “Debemos ser audaces e intentar proteger al mayor número de niños posible”.
            Consideremos alguna propuesta de legislación reciente. En Dakota del Sur, la Cámara aprobó un proyecto de ley que prohibiría a los médicos realizar ciertos procedimientos de “transición” transgénero en niños menores de 16 años. La historia de NBC News señala que proyectos de ley similares, destinados a desalentar tales prácticas, ya se han presentado en algunos otros estados como Illinois, Oklahoma, Missouri y New Hampshire. Algunos legisladores estatales también han presentado proyectos de ley para concretar la política deportiva de la escuela, garantizando que la participación se base en el sexo biológico y no en la identidad subjetiva de género. Actualmente se está tomando en consideración la legislación que aborda este tema en Alabama, Georgia, Indiana, Missouri, New Hampshire, Tennessee y Washington. Arizona y Kentucky también se han unido recientemente a la lista.
            El hecho de que estos proyectos de ley hayan obtenido la aprobación de los conservadores —y las denuncias aterrorizadas de la izquierda—, quizás haya ocultado el cambio de estrategia que está teniendo lugar. Al menos desde Obergefell, la principal respuesta social conservadora al movimiento LGBT ha sido pedir un lugar perenne en la mesa pluralista. Al elegir luchar por motivos de libertad religiosa, el derecho cultural intrínseco (si no intencional) ha adoptado el marco del liberalismo clásico. Estábamos dispuestos a respetar los puntos de vista de la izquierda sobre sexualidad y género, si tan solo hubiéramos visto respetados nuestros propios puntos de vista también.
            Sin embargo, como muchos predijeron después de Obergefell, la mayoría de los progresistas han mostrado poca disposición a aceptar esta distensión de tensiones. En cambio, adoptando la idea de que el movimiento LGBT es el heredero del movimiento de derechos civiles, han tratado de considerar a todos los que se oponen a sus reivindicaciones como a racistas que no merecen un lugar en la plaza pública. Entonces los progresistas han demandado a hospitales y agencias de adopción religiosos, han cuestionado la protección de la conciencia individual e incluso la exención  de impuestos de las iglesias tradicionales.
            Lógicamente estos movimientos son coherentes. Si los progresistas tienen razón en que LGBT y discriminación racial son lo mismo, entonces los conservadores sociales no son mejores que los racistas, y la libertad religiosa únicamente lleva al fanatismo. Los activistas LGBT mantienen una visión positiva del bien y del mal, que ha demostrado ser mucho más cautivadora para la imaginación estadounidense que la respuesta liberal clásica de los conservadores.
            Ahora que la izquierda ha comenzado a atacar la realidad biológica de la masculinidad y la feminidad, parece que los conservadores sociales se han dado cuenta de que es necesaria una respuesta más sólida. En un tema tan fundamental como este, no puede haber relajación. Esta es la esencia del “conservadurismo del bien común”. Si los conservadores no presentan un argumento que defienda nuestra visión del bien común, la visión de la izquierda triunfará por defecto. La gente entiende que la ausencia de un contra-argumento generalmente indica que el argumento ya ha ganado.
            Por eso es tan importante lo que está ocurriendo en los Estados. En lugar de abogar por excepciones religiosas del nuevo statu quo, los legisladores conservadores de todo el país, así como los grupos profamilia que los apoyan, están pasando a la ofensiva. Esta nueva legislación argumenta de forma implícita que la visión tradicional del ser humano como hombre y mujer no es una visión meramente lícita, sino que debe ser la norma, especialmente por el bien de los más vulnerables de nuestra sociedad: los niños.
            Y, como de costumbre, los más populares llevan la delantera. Sería sensato que el sector conservador en Washington hiciera lo mismo, porque si el conservadurismo ha de sobrevivir como movimiento, abrazar el “bien común” es el único camino a seguir.
Publicado por Terry Schilling en First Things.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.