(Párrafos seleccionados)
Al Reverendo padre
Peter-Hans KOLVENBACH, s.j.
Prepósito general de la Compañía de Jesús
Con ocasión de la 35ª Congregación general de la Compañía de Jesús, deseo dirigirle a usted y a todos los que participan en la asamblea mi más cordial saludo, juntamente con la seguridad de mi afecto y de mi constante cercanía espiritual. (...)
Como mis venerados predecesores, los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II, también yo aprovecho la oportunidad de la Congregación general para poner de relieve esa aportación y, al mismo tiempo, para ofrecer a vuestra reflexión algunas consideraciones que os sirvan de aliento y estímulo para realizar cada vez mejor el ideal de la Compañía, en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia, tal como se describe en la siguiente expresión que os es muy familiar: "Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra" (carta apostólica Exposcit debitum, 21 de julio de 1550).
Se trata de una "peculiar" fidelidad, confirmada también, para no pocos de vosotros, por un voto de obediencia inmediata al Sucesor de Pedro "perinde ac cadaver". De esta fidelidad vuestra, que constituye el signo distintivo de la Orden, la Iglesia tiene aún mayor necesidad hoy, en una época en que se advierte la urgencia de transmitir, de manera integral, a nuestros contemporáneos, distraídos por tantas voces discordantes, el único e inalterado mensaje de salvación que es el Evangelio, "no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como palabra de Dios", che actúa en los que creen.
Para que esto suceda es indispensable, como ya recordaba el amado Juan Pablo II a los participantes en la 34ª Congregación general, que la vida de los miembros de la Compañía de Jesús, como también su investigación doctrinal, estén siempre animadas por un verdadero espíritu de fe y comunión en "sintonía dócil con las indicaciones del Magisterio" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de enero de 1995, p. 8).
Deseo vivamente que esta Congregación general reafirme con claridad el auténtico carisma del fundador, para alentar a todos los jesuitas a promover la verdadera y sana doctrina católica. Como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe pude apreciar la valiosa colaboración de consultores y expertos jesuitas, que, en plena fidelidad a su carisma, han contribuido de manera considerable a la fiel promoción y recepción del Magisterio. Ciertamente, no es una tarea fácil, especialmente cuando se está llamado a anunciar el Evangelio en contextos sociales y culturales muy diversos y hay que confrontarse con mentalidades diferentes. Por tanto, aprecio sinceramente ese esfuerzo realizado al servicio de Cristo, un esfuerzo que es fructuoso para el verdadero bien de las almas en la medida en que uno se deja guiar por el Espíritu Santo y es dócil a las enseñanzas del Magisterio, refiriéndose a los principios clave de la vocación eclesial del teólogo expuestos en la Instrucción Donum veritatis.
Por consiguiente, la obra evangelizadora de la Iglesia cuenta mucho con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Y, precisamente para ofrecer a toda la Compañía de Jesús una clara orientación que la sostenga en una entrega apostólica fiel y generosa, podría resultar muy útil que la Congregación general reafirme, según el espíritu de san Ignacio, su propia adhesión total a la doctrina católica, especialmente en puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales.
Se trata de una "peculiar" fidelidad, confirmada también, para no pocos de vosotros, por un voto de obediencia inmediata al Sucesor de Pedro "perinde ac cadaver". De esta fidelidad vuestra, que constituye el signo distintivo de la Orden, la Iglesia tiene aún mayor necesidad hoy, en una época en que se advierte la urgencia de transmitir, de manera integral, a nuestros contemporáneos, distraídos por tantas voces discordantes, el único e inalterado mensaje de salvación que es el Evangelio, "no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como palabra de Dios", che actúa en los que creen.
Para que esto suceda es indispensable, como ya recordaba el amado Juan Pablo II a los participantes en la 34ª Congregación general, que la vida de los miembros de la Compañía de Jesús, como también su investigación doctrinal, estén siempre animadas por un verdadero espíritu de fe y comunión en "sintonía dócil con las indicaciones del Magisterio" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de enero de 1995, p. 8).
Deseo vivamente que esta Congregación general reafirme con claridad el auténtico carisma del fundador, para alentar a todos los jesuitas a promover la verdadera y sana doctrina católica. Como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe pude apreciar la valiosa colaboración de consultores y expertos jesuitas, que, en plena fidelidad a su carisma, han contribuido de manera considerable a la fiel promoción y recepción del Magisterio. Ciertamente, no es una tarea fácil, especialmente cuando se está llamado a anunciar el Evangelio en contextos sociales y culturales muy diversos y hay que confrontarse con mentalidades diferentes. Por tanto, aprecio sinceramente ese esfuerzo realizado al servicio de Cristo, un esfuerzo que es fructuoso para el verdadero bien de las almas en la medida en que uno se deja guiar por el Espíritu Santo y es dócil a las enseñanzas del Magisterio, refiriéndose a los principios clave de la vocación eclesial del teólogo expuestos en la Instrucción Donum veritatis.
Por consiguiente, la obra evangelizadora de la Iglesia cuenta mucho con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Y, precisamente para ofrecer a toda la Compañía de Jesús una clara orientación que la sostenga en una entrega apostólica fiel y generosa, podría resultar muy útil que la Congregación general reafirme, según el espíritu de san Ignacio, su propia adhesión total a la doctrina católica, especialmente en puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales.
(...)
Resultan, además, muy actuales las palabras que mi venerado predecesor Pablo VI os dirigió en otra ocasión análoga: "Debemos velar todos para que la adaptación necesaria no se realice a expensas de la identidad fundamental, de lo que es esencial en la figura del jesuita, tal cual se describe en la Formula Instituti, como la proponen la historia y la espiritualidad propia de la Orden y como exige todavía hoy la interpretación auténtica de las necesidades mismas de los tiempos. Esta fisonomía no debe ser alterada, no debe ser desfigurada" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de diciembre de 1974, p. 9).
(...)
Con estos sentimientos aseguro un constante recuerdo en la oración e imparto de corazón a usted, reverendo padre, a los padres de la Congregación general y a toda la Compañía de Jesús, una especial bendición apostólica.
Vaticano, 10 de enero de 2008
BENEDICTUS PP. XVI
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana
Resultan, además, muy actuales las palabras que mi venerado predecesor Pablo VI os dirigió en otra ocasión análoga: "Debemos velar todos para que la adaptación necesaria no se realice a expensas de la identidad fundamental, de lo que es esencial en la figura del jesuita, tal cual se describe en la Formula Instituti, como la proponen la historia y la espiritualidad propia de la Orden y como exige todavía hoy la interpretación auténtica de las necesidades mismas de los tiempos. Esta fisonomía no debe ser alterada, no debe ser desfigurada" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de diciembre de 1974, p. 9).
(...)
Con estos sentimientos aseguro un constante recuerdo en la oración e imparto de corazón a usted, reverendo padre, a los padres de la Congregación general y a toda la Compañía de Jesús, una especial bendición apostólica.
Vaticano, 10 de enero de 2008
BENEDICTUS PP. XVI
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