Lista sábana y representación popular
Carlos Flaskamp
Los todos que no se fueron
En las movilizaciones populares de diciembre de 2001 y principios de 2002, entre otras cosas se cuestionó el actual sistema de representación.
En la furia de su descontento, muchos enfilaron sus ataques contra las “listas sábanas”, identificadas como un elemento emblemático de este alejamiento.
¿Cómo acercar los candidatos a quienes los votan? La respuesta que estaba a mano fue: erradicando las listas sábana. En lugar de elegir una lista completa integrada por desconocidos, tanto las ciudades como las zonas rurales deberían dividirse en distritos pequeños. En ellos los vecinos de cada barrio o aldea elegirían a un diputado que les sería conocido, al que podrían también en el futuro exigirle rendición de cuentas.
La propuesta tampoco habría brindado la solución buscada. El método de la elección por circunscripciones, que se aplicó en época del primer peronismo, es un buen sistema para excluir del Parlamento a las minorías. Al elegirse un solo legislador en cada pequeño distrito, el partido mayoritario es el que va obteniendo la representación en todos los distritos. El partido mayoritario en el orden nacional será el partido mayoritario en la mayoría de los distritos. La segunda fuerza electoral seguramente triunfará en una serie de distritos. Una tercera y cuarta fuerzas tienen ya posibilidades más problemáticas.
Mientras la lista sábana posibilita la distribución de las bancas entre los partidos por medio de la representación proporcional, un sistema que se base en la reducción de los distritos electorales tendrá por efecto incrementar la cantidad de votos que le es exigida a cada partido para tener presencia legislativa y aumentar el control del parlamento por los partidos principales.
Modelo alemán
En Alemania Federal funciona un sistema mixto. Electoralmente el país se compone de 300 distritos. Se eligen 600 diputados que componen el Parlamento alemán (Bundestag), la mitad de ellos por mandato directo y la otra mitad por lista sábana. Los candidatos son, como entre nosotros, elegidos por cada partido, pudiendo teóricamente haber también independientes entre los candidatos a elegir por mandato directo.
Cada ciudadano vota dos veces, lo que en la práctica se traduce en marcar con un lápiz dos cruces en la boleta electoral, en la que figuran todos los partidos. Con la cruz que hace en la parte de la izquierda elige a un diputado por mandato directo. Con la de la derecha vota a un partido, que puede no ser el mismo de ese diputado, aunque de hecho lo será en la mayoría de los casos. Éste de la derecha es el segundo voto, que al término del acto electoral y tras el recuento, determina la proporción en que se distribuyen las 600 bancas entre todos los partidos.
Establecida con los resultados electorales esa proporción, la Junta Electoral ya sabe cuántos diputados le corresponden a cada uno de los partidos y pasa a designarlos, empezando por los 300 diputados que ganaron la elección por mandato directo, uno por cada distrito. Estos trescientos entran todos entre los electos. Después la Junta Electoral completa los 300 lugares faltantes, tomando los primeros nombres existentes en las listas sábana hasta tener los 600 diputados electos.
Este sistema reúne los dos principios que aquí entran en pugna cuando se debate la cuestión de la lista sábana: la representación popular y la elección directa de un hombre o mujer que puede ser conocido por sus votantes, ya que está un poco más al alcance de los mismos.
Es un error abordar el problema que se da en llamar “la crisis de la política” por el lado de las modificaciones de la normas electorales. La desvinculación entre las actividades partidarias y la ciudadanía no tiene como origen la ruptura de un vínculo institucional. Está ligada a los objetivos políticos que propugnan esos partidos.
(Extractado de “Debates”, Nº 7, Enero 2008, págs. 29/30)
Carlos Flaskamp
Los todos que no se fueron
En las movilizaciones populares de diciembre de 2001 y principios de 2002, entre otras cosas se cuestionó el actual sistema de representación.
En la furia de su descontento, muchos enfilaron sus ataques contra las “listas sábanas”, identificadas como un elemento emblemático de este alejamiento.
¿Cómo acercar los candidatos a quienes los votan? La respuesta que estaba a mano fue: erradicando las listas sábana. En lugar de elegir una lista completa integrada por desconocidos, tanto las ciudades como las zonas rurales deberían dividirse en distritos pequeños. En ellos los vecinos de cada barrio o aldea elegirían a un diputado que les sería conocido, al que podrían también en el futuro exigirle rendición de cuentas.
La propuesta tampoco habría brindado la solución buscada. El método de la elección por circunscripciones, que se aplicó en época del primer peronismo, es un buen sistema para excluir del Parlamento a las minorías. Al elegirse un solo legislador en cada pequeño distrito, el partido mayoritario es el que va obteniendo la representación en todos los distritos. El partido mayoritario en el orden nacional será el partido mayoritario en la mayoría de los distritos. La segunda fuerza electoral seguramente triunfará en una serie de distritos. Una tercera y cuarta fuerzas tienen ya posibilidades más problemáticas.
Mientras la lista sábana posibilita la distribución de las bancas entre los partidos por medio de la representación proporcional, un sistema que se base en la reducción de los distritos electorales tendrá por efecto incrementar la cantidad de votos que le es exigida a cada partido para tener presencia legislativa y aumentar el control del parlamento por los partidos principales.
Modelo alemán
En Alemania Federal funciona un sistema mixto. Electoralmente el país se compone de 300 distritos. Se eligen 600 diputados que componen el Parlamento alemán (Bundestag), la mitad de ellos por mandato directo y la otra mitad por lista sábana. Los candidatos son, como entre nosotros, elegidos por cada partido, pudiendo teóricamente haber también independientes entre los candidatos a elegir por mandato directo.
Cada ciudadano vota dos veces, lo que en la práctica se traduce en marcar con un lápiz dos cruces en la boleta electoral, en la que figuran todos los partidos. Con la cruz que hace en la parte de la izquierda elige a un diputado por mandato directo. Con la de la derecha vota a un partido, que puede no ser el mismo de ese diputado, aunque de hecho lo será en la mayoría de los casos. Éste de la derecha es el segundo voto, que al término del acto electoral y tras el recuento, determina la proporción en que se distribuyen las 600 bancas entre todos los partidos.
Establecida con los resultados electorales esa proporción, la Junta Electoral ya sabe cuántos diputados le corresponden a cada uno de los partidos y pasa a designarlos, empezando por los 300 diputados que ganaron la elección por mandato directo, uno por cada distrito. Estos trescientos entran todos entre los electos. Después la Junta Electoral completa los 300 lugares faltantes, tomando los primeros nombres existentes en las listas sábana hasta tener los 600 diputados electos.
Este sistema reúne los dos principios que aquí entran en pugna cuando se debate la cuestión de la lista sábana: la representación popular y la elección directa de un hombre o mujer que puede ser conocido por sus votantes, ya que está un poco más al alcance de los mismos.
Es un error abordar el problema que se da en llamar “la crisis de la política” por el lado de las modificaciones de la normas electorales. La desvinculación entre las actividades partidarias y la ciudadanía no tiene como origen la ruptura de un vínculo institucional. Está ligada a los objetivos políticos que propugnan esos partidos.
(Extractado de “Debates”, Nº 7, Enero 2008, págs. 29/30)