Accidente aéreo en España
El avión que se incendió ayer en el aeropuerto madrileño de Barajas con destino a las islas Canarias no sólo dejó un saldo de 153 muertos. También sembró una lista de sospechas y algunas llamativas coincidencias con la discusión sobre la política aérea argentina.
La nave pertenecía a Spanair, la empresa que sufrió un proceso de vaciamiento parecido al de Aerolíneas Argentinas. Hay otra similitud: ambas firmas llevan la marca del gerenciamiento del grupo español Viajes Marsans S.A.
(Crítica de la Argentina, 21-8-08)
Un servicio público
Pino Solanas
Hay que desmitificar algunos temas y acabar con la desinformación. Hay una fecha crucial para interpretar la aeronavegación en el mundo. En los años 80, durante la presidencia de Jimmy Carter se desregular el aerotransporte comercial, a raíz de la quiebra de las cinco grandes compañías americanas (entre ellas Panamerican y Eastern). Esa política fue una verdadera tragedia. La desregulación tendía a bajar las normas de seguridad. El control de los aviones, entre otros controles, eran inversiones que pesaban sobre las compañías. Así nacen múltiples compañías de aviación: fuera de esas estrictas normas de seguridad. La consecuencia es que de aquel entonces a la fecha quebraron mil compañías en el mundo y en la Argentina más de 30 desde los años ochenta. La verdadera cuestión es que el transporte aerocomercial con estrictas normas de seguridad no es rentable. Y esto es así por norma (lo que no quiere decir que a alguno le pueda ir bien, sólo que por norma los números no cierran). El negocio está fuertemente subsidiado en todo el mundo. En este momento en Estados Unidos las mejores compañías están en convocatoria de acreedores y con control judicial. Y en el mundo se dan grandes fusiones. También surgen pequeñas compañías de aviación de la mano de empresarios que se inventan de un día para el otro. Sólo políticas irresponsables pueden permitir que ingrese a la política aerocomercial cualquiera. En la Argentina, por ejemplo, los hermanos Cirigliano, del grupo Plaza, estuvo luchando todo el año pasado para que le den una compañía. Yo no le recomendaría a nadie que se suba a un avión del grupo empresario Marsans o de Eurnekián o de cualquier otro. La seguridad de los pasajeros no puede escapar al control público y estar regida por la renta de un empresario. El objetivo de un servicio público no es la ganancia, es, justamente, un servicio.
(Crítica de la Argentina, 21-8-08)
El avión que se incendió ayer en el aeropuerto madrileño de Barajas con destino a las islas Canarias no sólo dejó un saldo de 153 muertos. También sembró una lista de sospechas y algunas llamativas coincidencias con la discusión sobre la política aérea argentina.
La nave pertenecía a Spanair, la empresa que sufrió un proceso de vaciamiento parecido al de Aerolíneas Argentinas. Hay otra similitud: ambas firmas llevan la marca del gerenciamiento del grupo español Viajes Marsans S.A.
(Crítica de la Argentina, 21-8-08)
Un servicio público
Pino Solanas
Hay que desmitificar algunos temas y acabar con la desinformación. Hay una fecha crucial para interpretar la aeronavegación en el mundo. En los años 80, durante la presidencia de Jimmy Carter se desregular el aerotransporte comercial, a raíz de la quiebra de las cinco grandes compañías americanas (entre ellas Panamerican y Eastern). Esa política fue una verdadera tragedia. La desregulación tendía a bajar las normas de seguridad. El control de los aviones, entre otros controles, eran inversiones que pesaban sobre las compañías. Así nacen múltiples compañías de aviación: fuera de esas estrictas normas de seguridad. La consecuencia es que de aquel entonces a la fecha quebraron mil compañías en el mundo y en la Argentina más de 30 desde los años ochenta. La verdadera cuestión es que el transporte aerocomercial con estrictas normas de seguridad no es rentable. Y esto es así por norma (lo que no quiere decir que a alguno le pueda ir bien, sólo que por norma los números no cierran). El negocio está fuertemente subsidiado en todo el mundo. En este momento en Estados Unidos las mejores compañías están en convocatoria de acreedores y con control judicial. Y en el mundo se dan grandes fusiones. También surgen pequeñas compañías de aviación de la mano de empresarios que se inventan de un día para el otro. Sólo políticas irresponsables pueden permitir que ingrese a la política aerocomercial cualquiera. En la Argentina, por ejemplo, los hermanos Cirigliano, del grupo Plaza, estuvo luchando todo el año pasado para que le den una compañía. Yo no le recomendaría a nadie que se suba a un avión del grupo empresario Marsans o de Eurnekián o de cualquier otro. La seguridad de los pasajeros no puede escapar al control público y estar regida por la renta de un empresario. El objetivo de un servicio público no es la ganancia, es, justamente, un servicio.
(Crítica de la Argentina, 21-8-08)