Joaquín Morales Solá
Brasil y Chile están sintiendo ya las consecuencias en sus economías –y en sus políticas internas- de la crisis financiera internacional. Mal pronóstico. Son las economías más ordenadas y prestigiosas del sur de América. En la Argentina, el colapso mundial encuentra a los Kirchner a los tumbos por obra de la economía trastornada y de la política frágil; ya estaban así antes de que el estrépito sacudiera los cimientos del sistema financiero.
Para peor, las más graves consecuencias en la economía real se sentirán en todo el mundo en el curso del próximo año. En 2009 habrá elecciones de mitad de mandato en la Argentina. Es cierto que la oposición está aún fragmentada y dispersa, pero ninguna encuesta e augura hoy un triunfo al matrimonio gobernante. “Sólo una oposición muy impotente podría permitirle al oficialismo un triunfo con el 30 por ciento de los votos”, aceptó un ministro de Cristina Kirchner. Ninguna medición de opinión pública le permite al oficialismo algo más grande que un optimismo del 30 por ciento.
Los Kirchner nunca quisieron reconciliarse con el campo, aun cuando saben que de ahí podría salir la única solución nacional para sobrevivir a los tembladerales del mundo. Los ruralistas le propinaron al matrimonio gobernante la primera derrota política en la vida de ambos. ¿Venganza oficial sobre el sector agropecuario? ¿Penitencia? Un poco de las dos cosas se cuela en la política –o no política- con los ruralistas.
La crisis mundial también les abrió a los Kirchner, es cierto, una hendija para huir de la encerrona. Enardecidos contra la corriente intelectual neoliberal, terminaron haciendo todo lo que los neoliberales aconsejaban hacer: salir del default con el Club de Paris y con los holdouts, salidas que, en ambos casos, están aún en proceso de incipiente negociación. Sólo les falta despedir a Guillermo Moreno y reconstruir el Indec para cumplir con todas as reglas del manual. Una línea recta nunca fue, para los Kirchner, la mejor manera de unir dos puntos; les gusta el zigzag, los serpenteos y las ondulaciones. Al final, siempre llegan adonde decían no querer ir.
Otro postigo abierto será el pretexto de que la desaceleración local de la economía se deberá a la recesión mundial. La economía argentina ya venía trastabillando por sus propias razones, aunque no dejará de sentir los efectos de un mundo menos amable. Relatos en estado puro, como le gusta decir a la Presidenta. Las sociedades culpan siempre de sus males a sus gobernantes antes de mirar lo que sucede en el mundo.
Cristina Krichner, que arrastraba una crisis de confianza social, se topará, le guste o no, con las consecuencias de una tribulación internacional que pareció agradarle en sus comienzos.
La sociedad, además, no puede ver en el actual gobierno a un gobierno nuevo. Lo está juzgando como si fuera una administración de casi cinco años y medio. Ve las cosas, en rigor, tal como suceden.
Espoleada por la crisis internacional y por esos férreos límites humanos y políticos, la Presidenta no vive tiempos fáciles. Y los que vienen pueden ser peores.
(Extractado de: La Nación, 1-10-08)