La crisis financiera internacional aceleró brutalmente la percepción de que el mundo asiste al fin de la hegemonía de Estados Unidos. Cada vez más líderes políticos e intelectuales anuncian la desaparición de un planeta liderado por una única superpotencia, y su reemplazo por un sistema multipolar. Otros, sin embargo, rechazan esta idea y hablan de la crisis actual como un hecho coyuntural. El debate parece abierto.
“A medida que Estados Unidos pierde su posición de superpotencia, asistimos nada menos que al derrumbe de un imperio”, afirmó el mes pasado el ministro alemán de Finanzas, Peer Steinbruck. Después de calificar al gobierno norteamericano de “irresponsable” por defender el “laissez-faire capitalista”, el ministro sentenció: “El mundo nunca más será el mismo”.
La impotencia de las autoridades norteamericanas para controlar la crisis, la información de que China ha invertido masivamente en bancos estadounidenses y el colapso en cadena de instituciones financieras en Wall Street aceleraron la convicción de que el mundo se encuentra en un momento de cambio definitivo.
No obstante, sería difícil negarle a Estados unidos una enorme capacidad de recuperación y de creatividad en los momentos difíciles.
China se encuentra sumergida en una carrera desesperada para alimentar a sus 1370 millones de habitantes y evitar eventuales agitaciones sociales en los próximos 20 años. Rusia no es exactamente un tigre de papel, pero su futuro es todavía extremadamente incierto. La India padece gigantescas contradicciones internas. A causa de sus divisiones, Europa se ha mostrado hasta ahora incapaz de transformarse en líder global.
“Si bien Estados Unidos ejerce cada vez menos control, tampoco los demás controlan” resume Jon Aterman, experto del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS). Hasta que aparezcan esos nuevos equilibrios, el mundo podría ser víctima de peligrosos sobresaltos.
(La Nación, Luisa Corradini, 5-10-08)