martes, 16 de diciembre de 2008

La crisis no cambia equilibrios de poder


Felipe de la Balze

El mundo enfrenta la peor crisis económica desde la década de 1930. Los “opinólogos” -desconcertados por la velocidad de los sucesos- no atinan en sus presagios.
La amplitud de la crisis suscita interrogantes respecto a sus consecuencias sobre los equilibrios geopolíticos mundiales.
Para algunos analistas, se trata del fin del período de hegemonía norteamericana. Siento disentir con dicha interpretación que se acerca más a una proyección de deseos que a un análisis sobrio de la realidad. Ni las exigencias de Nicolás Sarkizy, ni las sugerencias de Jean Claude Trichet (presidente del Banco Central Europeo), ni las advertencias de Vladimir Putin o de los dirigentes chinos, podrán modificar el funcionamiento de la economía internacional. Las decisiones que tome la próxima administración del presidente Obama serán determinantes en la definición de las nuevas reglas del juego.
Los hechos han demostrado que la “teoría del desacople” (que sostiene que los países emergentes suplantarían a los países centrales como locomotoras del crecimiento mundial) es incompleta. La periferia no ha reemplazado al centro. Estados Unidos y los principales países centrales son los que van a pilotear la salida de la crisis tomando en cuenta sus intereses económicos y estratégicos.
La dirigencia china teme más las consecuencias políticas internas de una severa recesión mundial (rebeliones incluidas) que las pérdidas económicas en las que podría incurrir su país al aceptar un mayor deterioro en los términos de intercambio y/o una potencial desvalorización de sus inversiones en los centros financieros.
El escenario más probable es un gradual retorno al statu quo aunque con un nivel mayor de regulaciones y algunas reformas (menores niveles de endeudamiento, mayor transfparencia informativa, modificaciones en los roles de las agencias calificadoras de riesgo y en las instituciones multilaterales, etc.), que se pondrán en marcha para corregir los excesos más notorios de la crisis actual.
Pero las asimetrías se mantendrán tanto en el campo monetario como en el campo comercial (donde la posible renegociación de la Ronda Doha no modificará significativamente la matriz del comercio mundial). Permanecerán estables la relación simbiótica entre los Estados Unidos y China, el proteccionismo agropecuario de los países centrales y la creciente internacionalización de las cadenas de producción y consumo a través de las empresas multinacionales.

El sistema diseñado en Bretton Woods (1944) centrado en la hegemonía de los Estados Unidos y sus principales aliados no sobrevivirá a esta crisis en su formato original. Las nuevas potencias emergentes (entre otras: Brasil, China, la India, México, Sudáfrica y Rusia) accederán a un rol más destacado en el escenario mundial. Pero al revés de Alemania y Japón (potencias emergentes a principios del siglo XX), que intentaron modificar de cuajo el sistema internacional entonces vigente, las nuevas potencias se benefician del sistema actual, desean preservarlo y, por ahora, sólo proponen incrementar su propio margen de maniobra.
Nos dirigimos a un mundo más multipolar (habrá nuevos actores en el escenario central) pero no necesariamente más multilateral (con mejores instituciones y normas que regulen el funcionamiento del sistema internacional).
En nuestro país, el aumento desmedido del gasto público por razones electorales, la manipulación del INDEC, la creciente inseguridad personal y el temor a que el Estado vulnere derechos de propiedad ensombrecen el horizonte. La Argentina, con instituciones frágiles y con alianzas internacionales que se han debilitado enfrenta las convulsiones mundiales desde la soledad.

(Extractado: Clarín, 14-12-08)