La revista “Ñ”, del diario Clarín, dedicó una edición especial a San Martín (16-5-09). Como suele ocurrir en estos casos, las 22 páginas asignadas a desarrollar el tema, no contribuyen a esclarecer el conocimiento del héroe, sino a difundir teorías y especulaciones lanzadas por novelistas e historiadores aficionados. Una de esas teorías, la del origen mestizo de San Martín, fue presentada por su autor –Chumbita- en un congreso sanmartiniano, donde fue rechazada por unanimidad; valga esto como ejemplo.
Por cierto, se insiste en la presunta condición masónica del Padre de la Patria, cuya falsedad está suficientemente demostrada. Nos halaga que en uno de los artículos de esta edición se nos mencione respecto de esa cuestión:
“En el Foro Sanmartiniano están en contra de la idea de que San Martín era liberal y masón. Las discusiones abundan hasta en Internet” (pág. 27).
En un reportaje al Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, General Diego Soria, escrito con evidente carencia de objetividad y un enfoque ideologizado de la historia, no pueden dejar de citar la reflexión de este distinguido académico:
“En la última década, la novela histórica, que tiene bastante aceptación en el público, mucho más que los trabajos de investigación, se puso de moda. Y la novela histórica no es historia” (pág. 29); una distinción que la revista no hace.
Como creemos, siguiendo a Juan Pablo II, que en toda ideología hay semillas de verdad, nos permitimos reproducir algunos párrafos de la profesora Teresa Eggers Brass, que resume adecuadamente el descuido actual en la enseñanza de la Historia Argentina.
“¿Cuando se estudia a San Martín dentro de nuestro sistema educativo? La memoria de los egresados de distintos niveles de enseñanza afirma que prácticamente sólo se “habla” de San Martín o se preparan puestas en escena para los actos escolares. De este aspecto conmemorativo, los universitarios quedan afuera. En general, responden que aprendieron más por su cuenta, mediante artículos o libros de difusión general (entre otros, los de Felipe Pigna) que lo que fue recomendado por sus profesores. En Institutos de Formación Docente, los profesores que enseñaron un poco más de cerca el tema son los que se caracterizan por tener una visión más tradicional de la historia, pero el tratamiento suele ser superficial en Historia Argentina o Americana.
Si nos guiamos por los programas de estudio, el nombre San Martín no aparece, por lo que debemos suponer que no se enseña nada significativo, o queda librado al conocimiento que tenga el docente. Esta afirmación obedece a que el nombre de San Martín tampoco figura en los programas de formación docente. En los programas del segundo ciclo de la Primaria de la Provincia de Buenos Aires apenas se solicita “Analizar pinturas, memorias y otros relatos sobre las guerras (contra el rey y entre revolucionarios) para reconocer su impacto sobre la vida cotidiana de distintos grupos sociales, particularmente de los sectores populares, así como la de algunos miembros de la elite criolla, como Manuel Belgrano o José de San Martín”.
Como editora, he buscado en el nuevo programa de la Escuela Secundaria y en el todavía vigente del Polimodal y el nombre de “San Martín” no figura: sólo se mencionan conceptos relacionados como “independencia” o “guerras por la independencia”. Y los libros de texto o manuales siguen la lógica de los programas: salvo alguna excepción, apenas mencionan la llegada de San Martín desde España, con Alvear, en 1812, o el cruce de los Andes, pero ni siquiera un subtítulo merece San Martín, como para figurar en el índice del libro” (pág. 26).
Considerando todo lo expuesto, sólo cabe atribuir a la Providencia que los argentinos sigan respetando y admirando a su héroe máximo, el General José de San Martín.
Córdoba, 19-5-09
Mario Meneghini