Jorge Castro
La economía brasileña se recupera velozmente a partir del segundo trimestre del año, como consecuencia de la atracción de un aluvión de capitales provenientes del exterior. Tras finalizar el ciclo recesivo en que la hundió la crisis financiera internacional, volvió a crecer 1.7% entre abril y junio (6% anual), y ha trepado a 4% en el actual trimestre.
La recuperación coincide con el ciclo de apreciación del real, que se valorizó 24% en lo que va del año (pasó de R2,50 por dólar a R1.82; y se orienta hacia R1.70 a fin de año). En agosto 2008 fue récord histórico: R1.556 por dólar. La inversión directa (IED) de las empresas transnacionales también ha retornado en gran escala. Alcanzó a 11.234 millones de dólares en los primeros cinco meses del año; y ascendió en mayo a 2.483 millones. Así, tras caer 40% en el primer trimestre, llegó a 42.308 millones año sobre año. Brasil es el segundo país del mundo emergente que recibe más IED, después de China.
La apreciación del real sigue al ciclo de los commodities en el mercado mundial, que a su vez es una función de la demanda chino-asiática. La crisis global devaluó abruptamente al real, y ahora la recuperación de la economía mundial -adelantada por el auge de los commodities y el crecimiento de China- lo revalúa, con igual intensidad y sentido inverso.
La excepcional capitalización de Brasil no es sólo obra del flujo de capitales del exterior. Las transnacionales brasileñas que cotizan en Wall Street recaudan más que en la Bolsa de San Pablo. Vale do Río Doce, Petrobrás, Unibanco, Bradesco (son 31 en total) obtuvieron en la Bolsa de Nueva York un promedio de 4.000 millones de dólares diarios en 2008, en tanto que los valores negociados en San Pablo fueron 2.700 millones. Las firmas brasileñas constituyen el tercer grupo en Wall Street, después de Canadá y China. Este año se ha recuperado el nivel de 2008, y tiende a aumentar.
La fuente principal del auge de la economía brasileña en los últimos cinco años es la misma que la de la recuperación actual: la producción y exportación de commodities (soja, mineral de hierro, petróleo), orientados hacia el mercado chino-asiático. Esta es la causa primordial -como aumento de la productividad de la totalidad de los factores (PTF)- del crecimiento de Brasil a partir de 2003. Las ventas externas de productos manufacturados eran 61% del total en 1993, y ahora son 38%/40%.
La línea estratégica central del gobierno de Lula es la transnacionalización del sistema productivo, a través de un doble y sincronizado movimiento de despliegue de las compañías brasileñas en el exterior y de atracción masiva de inversiones transnacionales. Este es el componente estructural de la conversión de Brasil en actor global.
La modificación del status internacional de Brasil -de potencia regional a actor global- ha acarreado la transformación de su política exterior. Pasó de la reivindicación ("No al ALCA") al liderazgo ("Sí al libre comercio internacional. No al proteccionismo").
Esto significa que en América del Sur, Brasil no compite por el liderazgo regional; en todo caso, intenta mediar entre la región y el sistema de poder mundial (Estados Unidos / bases colombianas); e incluso si experimenta una severa derrota político-diplomática -estatización de Petrobrás en Bolivia y ocupación por el ejército de sus refinerías-, prefiere cerrar el conflicto y absorber las pérdidas, en la medida en que la cuestión, el país y la región pierden para él importancia relativa.
Por cierto que en Brasil, como en todas partes, la necesidad prefiere vestirse de ideología. Ya se sabe que "hay una oscura armonía en las cosas humanas", pero en el caso de Brasil esa armonía es cristalina.
Clarín, 23-8-09