Roberto Cachanosky
Durante su estadía en España, Cristina Fernández de Kirchner intentó dar cátedra sobre cómo debe manejarse la economía. Uno de sus argumentos consistió en decir que había que incentivar el consumo y aprovechó para fustigar a los países europeos por los errores económicos que están cometiendo.
Lo que no queda claro de la propuesta de Cristina Fernández es cómo hace para incentivar el consumo, si previamente no se generan ingresos. ¿Cómo hace para que la gente consuma sin producir algo y así tener un ingreso? Porque hasta donde alcanza la lógica es imposible consumir sin generar un ingreso previo. La llamada ley de Say.
¿Qué opciones pueden darse para consumir sin generar ingresos previos? En primer lugar, uno puede no generar ingresos y consumir ingresos pasados que están bajo la forma de ahorros. También puedo consumir utilizando el stock de capital acumulado. Vendo mi casa para irme de viaje y darme la gran vida, en la que consumo sin producir. Obviamente, si para consumir sin producir uso el ahorro pasado y el stock de capital, el consumo podré mantenerlo hasta que se me acaben los ahorros o el stock de capital acumulado que puedo vender.
En el caso del ahorro, hay un punto fundamental por tener en cuenta. A diferencia del atesoramiento, el ahorro es parte del ingreso no consumido que la gente vuelca al mercado de capitales para que éste financie consumo o inversión. Es decir, si uno usa el ahorro para incentivar el consumo, lo que en definitiva está haciendo es otorgarle menor capacidad prestable al mercado de capitales, con lo cual el mayor consumo utilizando el ahorro tiene como contrapartida menos consumo de otros financiado con ahorros y menos inversión: dos factores que también dinamizan la demanda.
Si vendo mi casa para consumir, el nivel de consumo futuro está limitado al valor de mi propiedad. Es una política de felicidad de muy corto plazo.
Otra forma en que puedo consumir más en el presente, sin haber generado los ingresos correspondientes, puede consistir en endeudarme. Tomo crédito, consumo y en el futuro tendré que destinar parte de mis ingresos a pagar el crédito tomado?si es que pienso pagar.
Una tercera posibilidad es que para que alguien consuma se le quitan ingresos a otros sectores de la sociedad que sí los han generado. En ese caso, no es que el consumo se incrementa, sino que al que se le quita ingresos podrá consumir y/o ahorrar menos y el que recibe esos recursos podrá consumir sin haber generado ingresos. Es un juego de suma cero.
Ahora bien, conforme a esta lógica tan elemental, que no es otra cosa que un simple y sano manejo de los recursos de una familia, la pregunta para Cristina Fernández es cuál de las opciones está usando ella para sostener el consumo.
En rigor, entre ella y su marido utilizaron varios mecanismos para incentivar el consumo. Uno fue confiscar nuestros ahorros en las AFJP para destinarlos a financiar el gasto público y condenar a los futuros jubilados a la miseria. Es una opción que suelen usar los políticos: maximizar sus beneficios políticos de corto plazo, dejándoles el muerto a los futuros gobernantes y, fundamentalmente, a las generaciones de futuros jubilados.
Insaciable
Como la confiscación del ahorro no le alcanzó para destinar recursos al consumo, lo que le quitaron al sector agropecuario mediante las retenciones tampoco les fue suficiente; ni siquiera les alcanzó la fenomenal carga tributaria que soportamos los argentinos; ahora fueron por las reservas. Cerrado el acceso al mercado voluntario de crédito interno y externo para un gobierno que tiene espantosos números fiscales, lo que le quedaba al matrimonio es usar las reservas del BCRA, reservas que en infinidad de oportunidades he demostrado que no son las que dicen tener y, además, las acumularon mediante el impuesto inflacionario.
Pero nuevamente, para estimular el consumo que es en pesos, las reservas que le quitan al BCRA tienen que transformarlas en pesos. ¿Cómo hacen? Una posibilidad es que vendan al mercado esas reservas y reciban pesos. El problema es que, al ofrecer más divisas, el tipo de cambio baja y, utilizando las palabras del Gobierno, pasa a ser menos competitivo. Si esta opción no es viable para el Gobierno por la forma en que razona, entonces, esas reservas se transforman en pesos a través de emisión monetaria.
El desafío de Cristina Fernández, para demostrar que ella ha superado las enseñanzas de la ciencia económica, es poder seguir financiando la asignación universal por hijos, los planes Trabajar, los planes Jefes y Jefas de Hogar, etc., sin que se le dispare la inflación. Pero al forzar el consumo con emisión, no sólo está acelerando la inflación, sino que lo hace a costa de una menor tasa de inversión, de puestos de trabajo y de salarios reales más altos. La apuesta tiene que ver más con la conveniencia política de corto plazo que con la consistencia de crecimiento de largo plazo.
CFK no inventó ningún nuevo modelo económico. Esto ya se hizo infinidad de oportunidades y se fracasó sistemáticamente. El único interrogante que queda es quién tendrá que hacerse cargo del costo político por sacrificar el futuro para conseguir beneficios de corto plazo.
La Nación, 30-5-10
Durante su estadía en España, Cristina Fernández de Kirchner intentó dar cátedra sobre cómo debe manejarse la economía. Uno de sus argumentos consistió en decir que había que incentivar el consumo y aprovechó para fustigar a los países europeos por los errores económicos que están cometiendo.
Lo que no queda claro de la propuesta de Cristina Fernández es cómo hace para incentivar el consumo, si previamente no se generan ingresos. ¿Cómo hace para que la gente consuma sin producir algo y así tener un ingreso? Porque hasta donde alcanza la lógica es imposible consumir sin generar un ingreso previo. La llamada ley de Say.
¿Qué opciones pueden darse para consumir sin generar ingresos previos? En primer lugar, uno puede no generar ingresos y consumir ingresos pasados que están bajo la forma de ahorros. También puedo consumir utilizando el stock de capital acumulado. Vendo mi casa para irme de viaje y darme la gran vida, en la que consumo sin producir. Obviamente, si para consumir sin producir uso el ahorro pasado y el stock de capital, el consumo podré mantenerlo hasta que se me acaben los ahorros o el stock de capital acumulado que puedo vender.
En el caso del ahorro, hay un punto fundamental por tener en cuenta. A diferencia del atesoramiento, el ahorro es parte del ingreso no consumido que la gente vuelca al mercado de capitales para que éste financie consumo o inversión. Es decir, si uno usa el ahorro para incentivar el consumo, lo que en definitiva está haciendo es otorgarle menor capacidad prestable al mercado de capitales, con lo cual el mayor consumo utilizando el ahorro tiene como contrapartida menos consumo de otros financiado con ahorros y menos inversión: dos factores que también dinamizan la demanda.
Si vendo mi casa para consumir, el nivel de consumo futuro está limitado al valor de mi propiedad. Es una política de felicidad de muy corto plazo.
Otra forma en que puedo consumir más en el presente, sin haber generado los ingresos correspondientes, puede consistir en endeudarme. Tomo crédito, consumo y en el futuro tendré que destinar parte de mis ingresos a pagar el crédito tomado?si es que pienso pagar.
Una tercera posibilidad es que para que alguien consuma se le quitan ingresos a otros sectores de la sociedad que sí los han generado. En ese caso, no es que el consumo se incrementa, sino que al que se le quita ingresos podrá consumir y/o ahorrar menos y el que recibe esos recursos podrá consumir sin haber generado ingresos. Es un juego de suma cero.
Ahora bien, conforme a esta lógica tan elemental, que no es otra cosa que un simple y sano manejo de los recursos de una familia, la pregunta para Cristina Fernández es cuál de las opciones está usando ella para sostener el consumo.
En rigor, entre ella y su marido utilizaron varios mecanismos para incentivar el consumo. Uno fue confiscar nuestros ahorros en las AFJP para destinarlos a financiar el gasto público y condenar a los futuros jubilados a la miseria. Es una opción que suelen usar los políticos: maximizar sus beneficios políticos de corto plazo, dejándoles el muerto a los futuros gobernantes y, fundamentalmente, a las generaciones de futuros jubilados.
Insaciable
Como la confiscación del ahorro no le alcanzó para destinar recursos al consumo, lo que le quitaron al sector agropecuario mediante las retenciones tampoco les fue suficiente; ni siquiera les alcanzó la fenomenal carga tributaria que soportamos los argentinos; ahora fueron por las reservas. Cerrado el acceso al mercado voluntario de crédito interno y externo para un gobierno que tiene espantosos números fiscales, lo que le quedaba al matrimonio es usar las reservas del BCRA, reservas que en infinidad de oportunidades he demostrado que no son las que dicen tener y, además, las acumularon mediante el impuesto inflacionario.
Pero nuevamente, para estimular el consumo que es en pesos, las reservas que le quitan al BCRA tienen que transformarlas en pesos. ¿Cómo hacen? Una posibilidad es que vendan al mercado esas reservas y reciban pesos. El problema es que, al ofrecer más divisas, el tipo de cambio baja y, utilizando las palabras del Gobierno, pasa a ser menos competitivo. Si esta opción no es viable para el Gobierno por la forma en que razona, entonces, esas reservas se transforman en pesos a través de emisión monetaria.
El desafío de Cristina Fernández, para demostrar que ella ha superado las enseñanzas de la ciencia económica, es poder seguir financiando la asignación universal por hijos, los planes Trabajar, los planes Jefes y Jefas de Hogar, etc., sin que se le dispare la inflación. Pero al forzar el consumo con emisión, no sólo está acelerando la inflación, sino que lo hace a costa de una menor tasa de inversión, de puestos de trabajo y de salarios reales más altos. La apuesta tiene que ver más con la conveniencia política de corto plazo que con la consistencia de crecimiento de largo plazo.
CFK no inventó ningún nuevo modelo económico. Esto ya se hizo infinidad de oportunidades y se fracasó sistemáticamente. El único interrogante que queda es quién tendrá que hacerse cargo del costo político por sacrificar el futuro para conseguir beneficios de corto plazo.
La Nación, 30-5-10