Rubén Guillemi
En un libro publicado este mes en Rusia, el periodista Sergey Brilev revela aspectos desconocidos de la ayuda crucial que los servicios secretos de la URSS brindaron a las fuerzas argentinas durante la Guerra de Malvinas
Sergey Brilev es hoy uno de los presentadores y analistas políticos más conocidos por los televidentes de la Federación Rusa, donde además es vicedirector del canal Rossiya TV (RTR). Pero cuando comienza a hablar en un fluido español, su inocultable acento rioplatense -" Ssho ssiempre leo La Nassión "- revela que algo de su historia tiene que ver con esta parte de América latina.
A manera de catarsis, cuenta, por una vida ambulante de hijo de un ex representante comercial soviético, Brilev acaba de publicar en Moscú el libro Fidel, Fútbol y Malvinas , en el que presenta lo que es un mundo exótico y casi desconocido a los ojos rusos. Pero además dedica todo un capítulo a profundizar un aspecto poco investigado, incluso en la Argentina: el rol fundamental que jugó durante la Guerra de Malvinas la Unión Soviética, un impensado amigo de un feroz anticomunista como fue el general Leopoldo Galtieri.
"Por aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, los soviéticos se pusieron en riesgo de un conflicto mundial brindando una ayuda militar que resultó clave para los principales triunfos argentinos durante la guerra", asegura Brilev.
Siempre se supo del acercamiento entre Moscú y Buenos Aires durante el conflicto, pero en su libro Brilev reúne datos pocos conocidos sobre esa ayuda. Por ejemplo, que el 15 de mayo de 1982 los soviéticos lanzaron específicamente el satélite Kosmos-1365 para posicionarlo en una órbita desde la cual pudiera proveer información estratégica a las fuerzas argentinas en el Atlántico Sur.
Como lugar de la entrevista con LA NACION, Brilev eligió el restaurante del último piso del hotel Ritz Carlton en la capital rusa, con una vista fantástica sobre la Plaza Roja, el Kremlin y la Catedral de San Basilio, adornadas días atrás para el desfile del 9 de mayo, aniversario de la victoria soviética sobre los nazis. "¡Pensar que desde allí se dominó gran parte del mundo durante más de siete décadas! -reflexiona el periodista-. Pero eso se hizo bajo la amenaza permanente de guerras y conflictos, y hacia el final hubo decisiones muy graves dejadas en manos de los mandos medios. Fue muy extraño el funcionamiento del poder durante el régimen soviético", observa.
El pasaporte de Brilev afirma que su ciudad natal es Moscú, pero es sólo un artilugio legal. Cuando nació, en 1972, el destino de su padre era La Habana. El resto de su niñez la pasó en Ecuador, su adolescencia en Uruguay y luego se casó y vivió en Londres, hasta que finalmente decidió radicarse en Moscú, donde vive con su esposa y una hija de tres años. "A esta altura de mi vida tengo el panorama de un mundo multicolor e interconectado", dice. Esa visión le permitió por ejemplo profundizar en el tema Malvinas, aun cuando su historia tiene más que ver con Uruguay que con la Argentina.
La investigación sobre la guerra del Atlántico Sur comenzó hace un par de años, cuando la casa editorial rusa le propuso escribir sobre su particular experiencia de vida multicultural. En ese momento, entre otras cuestiones, recordó un viejo artículo de la revista norteamericana Time, publicado durante el conflicto, que muy suscintamente mencionaba el lanzamiento del satélite soviético Kosmos-1365 un mes y medio después del desembarco argentino en las islas, cuando la guerra estaba en su apogeo.
Para comenzar a tirar de la punta de ese hilo informativo, Brilev intentó acceder a los documentos oficiales, pero la primera traba que encontró en los archivos rusos fue el infranqueable sello de "Información clasificada". Entonces optó por recoger datos entre quienes fueron los líderes militares de comienzos de los 80.
"Al primero que acudí fue al general Nikolai Leonov, primer vice del servicio analítico de la KGB durante la guerra. Y él me confirmó que desde el comienzo del conflicto hubo varios envíos de información satelital a los militares argentinos. Lo mismo me dijo luego el general Valentin Varennikov, que entonces era primer vicejefe del Cuartel General de las FFAA soviética", recuerda Brilev.
En su libro hace un cruce cronológico de datos entre los hechos más relevantes del conflicto de Malvinas y las actividades de la inteligencia de su país. Brilev sostiene, por ejemplo, que los aviones navales argentinos lograron hundir la fragata británica HMS Sheffield gracias a la información que ya le estaban brindando los satélites soviéticos en órbita aun antes del lanzamiento del Kosmos-1365. "La versión de que hundieron al Sheffield gracias a la tarea de los aviones exploradores argentinos Neptune suena muy "patriótica", seguramente, al oído argentino. Sin embargo, me parece mucho más probable que haya habido ayuda de los soviéticos. El Neptune era un avión muy viejo y con problemas de mantenimiento. En todo caso estaba en condiciones de prestar colaboración en el terreno, pero la información estratégica la tenían los satélites soviéticos".
Información compartida
Otra victoria que en aquel momento alimentó el entusiasta "Vamos ganando" de los argentinos llegó como "regalo patriótico" el 25 de mayo de 1982. Brilev afirma que fue gracias al satélite Kosmos-1365 que los misiles argentinos pudieron hundir el HMS Coventry, una joya de la OTAN, y también al Atlantic Conveyor, una especie de portaaviones que fue a parar al fondo de las aguas del Atlántico Sur con 15.000 toneladas de vehículos a bordo.
Pero según el investigador, la ayuda soviética fue más allá de la información satelital. "La URSS utilizó naves TU-95, modificadas como aviones de inteligencia, para sobrevolar las fuerzas británicas que se dirigían a la zona de combate y esa información también fue transmitida a los argentinos", asegura. Y añade: "Hubo ocasiones en que los TU-95 llegaron a volar a alturas muy peligrosas, 20 o 40 metros de altura, casi tocando los barcos británicos que llevaban armamento atómico". El coronel soviético Georguiy Bulbenkov confirmó hace algunos años su propia participación en esos vuelos, y explicó que el área de observación soviética sobre los barcos británicos iba desde el Golfo de Vizcaya hasta la línea ecuatorial.
Pero como buen ruso, una de las principales curiosidades de Brilev cuando se lanzó a escribir su libro era tratar de desentrañar cómo funcionaba la maquinaria del poder en el régimen comunista que gobernó su país hasta 1991. ¿Cómo se llegó a tomar la decisión tan delicada de espiar a la Armada británica para favorecer a una junta militar ferozmente anticomunista y en las antípodas ideológicas del Kremlin?
La duda que lo carcomía era en esencia quién dio el sí a esta decisión. Con sus investigaciones, el presentador ruso llegó hasta el mismísimo Mikhail Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética, que durante el conflicto del Atlántico Sur era miembro del Buró Político del Partido Comunista, el órgano por el que pasaban obligatoriamente todas las grandes decisiones estratégicas de la URSS. Pero la respuesta de Gorbachov fue tajante: "Jamás hubo una decisión del Comité Central de colaborar con la Junta argentina".
La conclusión a la que llega Brilev entonces en su libro es que en esta etapa de la Unión Soviética el esquema de poder autocrático ya se estaba resquebrajando. La ayuda a los argentinos fue una estrategia asumida a nivel de generales del mando militar, como una consecuencia lógica del apoyo que se debía brindar al "enemigo de un enemigo". Pero agrega otro dato: "Tampoco hay que olvidar que sólo dos países no participaban del embargo de alimentos decretado contra la URSS después de la invasión soviética a Afganistán, en 1979. Y esos dos países eran precisamente Argentina y Uruguay. Y el mando militar era muy consciente de la importancia de ese respaldo", dice.
En sus tiempos de escuela primaria en América latina, a Brilev le intrigó siempre ese pequeño triangulito blanco del continente helado, que países como la Argentina o Chile incluyen en sus mapas oficiales. Con humor se suma a la polémica: "¿Qué duda cabe de que la Antártida es rusa? Si el que descubrió ese continente en 1820 fue un ruso..."
Pero luego insiste en ponerse serio cuando advierte que en las próximas décadas la Guerra de Malvinas va a ser considerada "el primer pequeño incidente del conflicto militar antártico". Esa fue la impresión que le quedó al periodista ruso luego de visitar el Instituto Antártico Argentino, el británico y el ruso. "En un par de décadas vamos a llegar a la situación en que los yacimientos tradicionales se acabarán. Y el último reservorio de yacimientos minerales importantes, de oro, petróleo y diamantes, es el continente helado", dice.
"En este sentido -concluye-, yo no tengo dudas de que en unos años la Guerra de Malvinas será recordada como la primera gran guerra por la Antártida."
La Nación, 30-5-10