por Edgardo Atilio Moreno
Una de las notas que distinguen al verdadero nacionalismo argentino de sus falsificaciones cripto-marxistas es la del hispanismo.
Lamentablemente, a algunos nacionalistas practicones esta característica distintiva les resulta incomoda de sostener; ello atento a que, en los tiempos que corren, ella es por de mas políticamente incorrecta.
Sin embargo los nacionalistas no podemos dejar de ser hispanistas dado que tenemos la obligación de defender nuestra identidad nacional; y no hay dudas que la Hispanidad es uno de los componentes básicos del Ser Nacional argentino.
Mas allá de todas las impugnaciones que el progresismo pueda formular a nuestra identidad hispánica, ella constituyó la matriz cultural de la cual salió nuestra Nación; y todo lo demás, pre-existente o sobreviniente, le es accesorio.
El análisis objetivo de nuestra historia y tradición demuestra que somos hijos legítimos de esa España misionera y reciamente medieval que encarnó los valores tradicionales de la Cristiandad y del orden natural para llevar adelante la empresa portentosa de difundir el Evangelio en estas tierras; de ella provienen los elementos básicos y esenciales que conforman nuestro Ser Nacional, le pese a quien le pese, es ese un dato de la realidad que no proviene de ningún a priori filosófico o teológico sino del conocimiento de nuestra tradición histórica.
Cabe aclarar -por las dudas- que cuando hablamos de Hispanidad no estamos apelamos a un españolismo desatinado que reivindica tutelas y primacías que no corresponden; ni nos estamos refiriendo a la España moderna y masónica que traicionó su destino. Mucho menos estamos mentando una entelequia o ficción salida de un caletre anacrónico, sino que estamos hablando de algo bien concreto y real.
La Hispanidad , como bien lo enseñó el Padre Zacarias de Vizcarra, es el conjunto de cualidades que distinguen a los pueblos hispánicos, sobretodo aquellas que le permitieron a España llevar adelante la misión ecuménica de ser portadora del mensaje evangélico y construir un Imperio en donde esas dos realidades, la espiritual y la temporal, coexistan en armonía. Por ello la Hispanidad es también una weltanschauung, es decir una visión del mundo basada en el catolicismo militante y opuesta al racionalismo, al liberalismo, y a todos los valores de la modernidad refractarios de nuestra identidad y de nuestra Fe.
Cuando los valores espirituales de la Hispanidad vertebraban el orden social y político en estas tierras, la Argentina fue grande; nuestra sólida identidad hispánica nos protegió de las malsanas influencias foráneas y nos permitió resistir con éxito las pretensiones imperialistas de las potencias extranjeras.
En aquellos tiempos, un orden social armónico, en donde -a pesar de las humanas deficiencias- el Bien Común era la meta de la sociedad política, mostraba a las claras la superioridad de la civilización cristiana y del orden tradicional por sobre los proyectos utópicos del iluminismo.
Todo ese edificio comenzó a derrumbarse cuando se inició el proceso de des-hispanización y sobre sus gloriosas ruinas se construyó el mito del Estado liberal.
Hogaño, si queremos resistir al avance mundialista y protegernos del cosmopolitismo extranjerizante debemos recuperar ese legado cultural que llamamos Hispanidad. Ese núcleo cultural originario es la única salvaguardia de nuestra nacionalidad.
Frente al tsunami cultural que plantea la globalización, y ante los nuevos desafíos que significan los renovados aluviones migratorios –sean estos de origen continental o extracontinental-, los argentinos no tenemos otra salida que revalorizar y revitalizar nuestra identidad hispánica.
No hay dudas que solo fortaleciendo lo castizo y criollo podremos absorber los elementos foráneos que se incorporan a nuestra Patria y amalgamarlos a nuestra nacionalidad; de lo contrario será imposible encarar cualquier empresa nacional.
Por ello, aunque parezca utópico o inoportuno, al nacionalismo argentino le cabe la obligación de seguir defendiendo la Hispanidad ; de seguir proclamando que nuestra Patria debe retomar su tradición hispánica y católica; de insistir en la necesidad de recuperar ese espíritu apostólico y guerrero desplegado en la conquista de América en la época de los Austrias, y que halló su correlato en los tiempos de don Juan Manuel de Rosas.
Solo así la Argentina volverá a ser esa nación digna y soberana; heroica y orgullosa; esa tierra hidalga de las estancias y las pulperías, de los fortines y los campanarios, de las industrias y de los ríos encadenados, de la cruz y la espada.
Tsunamipolitico, 14-10-10
INDIGENISMO HISPANOFÓBICO O UNIDAD LATINOAMERICANA
por Jorge E. Camacho Ruiz
Hoy nuevamente nos reunimos a conmemorar la llegada de Don Cristóbal Colón, a lo que posteriormente se llamaría América. Acontecimiento que para unos será una epopeya, mientras que para otros una tragedia. Pero la historia no es lo que deseáramos, sino la estricta realidad del accionar humano, y la humanidad, según el Génesis, desde la caída de nuestros primeros padres no se ha caracterizado por ser perfecta.
Pero más allá de las interpretaciones históricas y nuestras opciones o preferencias. La llegada de Colón, significo el encuentro de dos mundos y la fusión y nacimiento de uno nuevo. Y éste nuevo mundo es lo que somos. Lo que no podemos negar son nuestras raíces, porque sería como negarnos a nosotros mismos. Por nuestra sangre fluye el aporte de dos mundos, que no podemos desconocerlos, si lo haríamos, nos perderíamos, no sabríamos de donde venimos y entonces no sabríamos hacia donde dirigirnos.
A este día que hoy conmemoramos, en algún momento de la historia de nuestras Españas, y decimos Españas, según la vocación imperial, porque era abarcativo de las regiones de España, y de las diversas razas que ésta contenía, pensemos no solamente en los castellanos, recordemos a los vascos, los catalanes, los gallegos, etc., por todo ello decidieron denominar a esta fecha como el “Día de la Raza ” o de la “Hispanidad”, ocurre que para los humanistas españoles, el término “Raza”, no tiene un sentido estrictamente físico, como lo vimos, ya que la península Ibérica, por si sola, es un mosaico de razas; por el contrario para tales humanistas, resulta más importante el espíritu que el cuerpo, la esencia que la forma, por ello se habló de la “Raza del Espíritu”, es decir, el temperamento, el carácter, el estilo, la hidalguía, el sello identitario de haber asumido la cultura y la religiosidad hispánica, es por esta razón que España consideró a América y a los pueblos que existían en ella como propio, como idéntico, desde el momento que transfusiono su sangre, su historia, su cultura y religión, es por eso que resulta torpe y de una ignorancia supina pretender que España, celebre su conquista sobre la desgracia de otras razas vencidas, en absoluto España jamás fue mezquina porque se encontraba hermanada en la Fe de Jesucristo, por eso se dice que España quiso transplantar lo mejor de España a América, y lo hizo con sus Hijos y Familias, con Universidades, con sus Ordenes, con sus Templos y Ciudades.
De modo que si en la actualidad la palabra “Raza” adquiere otro contexto, por la manipulación mediática de ciertos ideólogos, no fue el que estaba presente en la mentalidad, en la idea, de los hispanistas.
Hoy existen algunos ideólogos que insisten en que veamos nuestro pasado como si fuéramos tuertos, se ha instalado en estos últimos años una moda el indigenismo que lo festejamos como justo y reivindicativo en la medida que no oculte solapadamente una furiosa hispanofobia que desemboque en un peligroso racismo secesionista o separatista, el problema de esta tendencia es que el único malo de la película, resulta ser el conquistador español, y ahora también, los criollos, sean blancos o mestizos. No recuerdan que en la América precolombina también existían humanos, que como en cualquier otra geografía, amaban, odiaban, guerreaban y explotaban, con una pequeña y gran diferencia, desconocían la prédica del amor cristiano. Pero la leyenda negra del ogro español, frente al desgraciado natural, hoy se impone en la cátedra y en el bombardeo mediático, como dogma inapelable.
En otras épocas, digamos en tiempos en donde regía el liberalismo positivista, la moda de entonces, era al revés, debía verse a los perversos, entre los malones indios, y que había de exterminárselos para terminar con la barbarie y así arribaríamos a las luces del progreso y de la moderna civilización occidental.
Resulta que ambas postura carecen de objetividad histórico-antropológica, porque malos y buenos han existido en todos los espacios, tiempos y razas. Pero claro siempre resulta más fácil, para los espíritus mediocres encapsular los hechos históricos con una mirada maniqueísta. Los hechos del pasado no se pueden juzgar con los ojos de nuestro tiempo, ni con versiones tergiversadas, ni con lecturas superficiales, simplificadas, reduccionistas.
España pudo haber tenido virtudes y defectos, aciertos y errores, pero no tuvo empacho en unir su sangre con el natural de América. ¿Lo hicieron los anglosajones? Éstos ¿Cuántos pueblos originarios hicieron desaparecer en la América del Norte? Y ¿Cuántas veces se escucha a las ONG indigenistas, financiadas desde el extranjero, manifestarse en contra de la pérfida Albión: Inglaterra y su hija putativa los Estados Unidos?
Y los hispánicos, en cambio ¿Cuántos naturales lograron conservar en comparación con aquellos en todo Latinoamérica?
Por otra parte: ¿Pudo un grupo reducido de españoles imponerse en todo un continente desconocido sin la alianza de los mismos pueblos originarios? Y ¿Por qué muchos de esos pueblos prefirieron a los españoles que a sus propios hermanos originarios? ¿No será que el totalitarismo antropofágico de los “originarios” era tan funesto que prefirieron a los recién llegados?
Pretende la hispanofobia ¿Qué somos miopes o tontos? ¿Qué sientamos vergüenza de nuestros antepasados? ¿Qué decretemos el final de la portación de nuestros apellidos hispánicos? ¿Qué decretemos la abolición del castellano? ¿Qué renunciemos a la Fe del Crucificado? ¿Qué en aras de un indigenismo paganizante restauremos los rituales sangrientos y las practicas de esclavismo y canibalismo?
¿Qué indígenas, criollos, mestizos e inmigrantes, que desde los tiempos de nuestra independencia hemos decidido vivir en paz y unidos en este continente, ya no nos veamos como hermanos del gran espacio Latinoamericano?
Estemos advertidos y alertas ante esta nueva onda hispanofóbica porque se sospecha que hay una potencia históricamente enemiga que pretende un enfrentamiento étnico para fragmentar los actuales Estados Latinoamericanos, un adelanto pequeño de muestra de esas intenciones lo hemos visto no hace mucho, en nuestro vecino país en Bolivia.
Latinoamérica o Iberoamérica es el nuevo mundo que surgió como resultado del encuentro entre el viejo y el nuevo continente. En este espacio del mundo floreció un crisol de pueblos y de razas, que más allá de sus diferencias, debemos comprometernos en conservarlos, seguramente es el continente de la esperanza para un mundo venideramente nuevo, no seamos incautos, no nos dejemos entrampar ni engañar por aquellos loros mediáticos repetidores de historietas novedosas que jamás las profundizaron y que fueron armadas por cerebros de otras latitudes que planifican y practican por determinadas décadas políticas de alineamiento y dominio. América Austral es el continente de la esperanza que habrá de inaugurar en el futuro una nueva y renovada civilización.
En este año del Bicentenario, ante siniestros proyectos globales que intentan fracturar nuestras Patrias, debemos permanecer alertas y unidos, y renovar nuestra fraternidad latinoamericana, atendiendo atentamente el consejo de Martín Fierro: “Los hermanos sean unido en cualquier tiempo que fuera, esa es ley verdadera, porque si los hermanos se pelean los devoran los de afuera”.
Tsunamipolitico, 12-10-10