Ha sucedido, o mejor siempre sucede, en la historia de la humanidad, que ideas muy nobles se instrumentan con procesos nefastos. El caso también se le puede adjudicar a Greenpeace, que dista tanto de los intereses que defiende, como las multinacionales que lo financian de beneficiar a la mayoría de la población argentina. Así leemos en la página seis del artículo de Greenpeace El disparate del carbón, según el cual se debe realizar un plan nacional de generación de energía a partir del viento. Para ello, la electricidad mayorista, que oscila en 50 pesos el megavatio por hora, pasaría a costar la friolera suma de 120 pesos, esto si el dios Eolo nos acompaña. Casi triplica el costo de la electricidad que pagamos, sin contar con la implicancia de una inversión tecnológica que es poco más que experimental y voluntarista. El análisis es, en suma, una falacia estructural. Expliquemos por qué en términos de distribución equitativa: si no fuera suficientemente ardua la forma de vivir de los más desposeídos de Argentina, el postulado de energías limpias cabría como eje principal de discusión, pero no es el caso. Para nuestro país esa idea implicaría un retroceso a una condición preindustrial, proceso opuesto a las políticas implementadas a partir del 2003. Esa supuesta recuperación de la vida natural, cuando el mundo sufría hambrunas y una simple peste podía matar a millones en meses, cuando pocos podían leer y educarse, esa ventajosa vida puede lograrse empezando por destruir Río Turbio, afectando la soberanía territorial y el desarrollo del país. Comprendemos perfectamente que estas miserias no son el propósito de la voluntad ambientalista, pero sí la consecuencia de su accionar bien financiado. ¿Ingenuidad? ¿Cuántos ingenuos a sueldo sirven para fustigar el crecimiento de un país? La ecología es un tema de ingenieros. No de economistas y agentes de marketing. Los problemas tecnológicos afortunadamente se resuelven con una mejor tecnología, como es el caso de la polución por combustión del carbón. Quemar carbón sobre parrilla –como en las locomotoras, las calderas de calefacción, y en la vieja usina de Mina 2 en Río Turbio– produce todo tipo de contaminantes: humo con partículas en suspensión, hollín y alquitranes, gases de lluvia ácida, gases de sulfuro y nitrógeno. Y, lo peor, por una cuestión de escalas, son de rendimiento muy bajos (requiere mucho carbón por unidad de energía eléctrica). Se mejora mucho el rendimiento de la combustión si se pulveriza el carbón; en rigor, cualquier sustancia orgánica seca y pulverizada es combustible, como se comprueba tirando leche en polvo a una fogata. Por ejemplo, las Centrales térmicas de San Nicolás y Puerto Nuevo, son calderas de mayor escala, por ello, de mejor rendimiento, usan menos carbón por unidad de energía, ventaja económica que les permite adicionarle mitigadores de polución: filtros mecánicos y electrostáticos de cenizas, precipitadores de hollín y limpiadores de recalentadores. Hasta llegar a la tecnología de lecho fluidizado, combustión de mezclas en suspensión de aire, de carbón pulverizado y de cal. El calcio captura el azufre, el carbón de Río Turbio tiene muy bajo contenido de esta sustancia, lo que siempre le dio ventaja comercial y ambiental: baja emisión de dióxido de azufre, por lo tanto, baja emisión de lluvia que se convertiría en ácido sulfúrico. Los requerimientos mundiales de baja emisión de ácido sulfúrico (SO2), que se mide en partes por millón (ppm), deben ser menores a 730 ppm. Esta tecnología emite menos de un tercio de lo requerido: 200 ppm de ácido sulfúrico. El otro gas de lluvia ácida son los óxidos de nitrógeno (NOX). El nitrógeno está en el aire y no se lo puede evita; sin embargo, la alta eficiencia de la combustión permite realizarla a una temperatura relativamente baja 840-900ºC menos que los 1.350-1.500ºC de otras combustiones. Debajo de los 1.000ºC la formación de óxido de nitrógeno (NOX) es baja. Nuevamente menor a los requerimientos mundiales que, medidos en partes por millón, es de 365 ppm como máximo. Esta tecnología emite un cuarto del requerimiento: menos de 100 ppm de óxido de nitrógeno. Toda la información, no es un invento ni mucho menos, está tomada de un artículo técnico, que es como aprenden de tecnología los ingenieros, presentado ante Power-Gen Asia 20001. La Usina de Río Turbio Una cuestión de escala y de muy alto rendimiento permite incorporar económicamente toda la tecnología disponible para el control del proceso, la robótica, la electrónica y los sistemas informáticos disponibles. Tecnologías que incorporan al horno de la usina, separadores y recicladores de sólidos, transformándose el equipo en una caldera muy flexible de alta eficiencia y baja emisión. De todas maneras, supongamos que esta tecnología, que ya está probada en todo el mundo, que es madura y la más amigable con el medio ambiente, no logre resultados porque los operadores son argentinos o peor aún ¡rioturbienses!. Si la central termoeléctrica contaminase como cualquier tecnología anterior, lo que constituye un supuesto insostenible, así y todo combustionaría 1 millón de Ton/año. Según la IEA (International Energy Agency) se comercializan, se queman en el mundo, 5.000 millones de toneladas de carbón por año; por lo que la participación, en el peor de los casos, de combustión descontrolada será de 0,00000002 por ciento, lo que en términos ecológicos ambientales no significa nada. Argentina, un país carbonífero El nivel de reservas carboníferas ya señaladas, supera en valor energético a la suma de las reservas energéticas de gas y petróleo del resto del país. Esa equivalencia energética se traduce en que Argentina obtendrá su electricidad preponderantemente del carbón, como sucede con los países desarrollados. El desarrollo sustentable implica una premisa industrial, por un lado la vida de las poblaciones y por el otro el medio ambiente donde se desarrollan. La ideología de los organismos medioambientales debe adaptarse a la tecnología del mundo. Porque la tecnología va por el buen camino en nuestro país, a diferencia de las grandes potencias. Va hacia el desarrollo sustentable; la industrialización cuidando la naturaleza, y no naturaleza sin el confort y sin el trabajo para los habitantes, como pretende Greenpeace. Ahora, la buena tecnología permite el uso eléctrico del carbón sin afectar el medio ambiente. Ésa es la tecnología de diseño de la Central Termoeléctrica de Río Turbio de 240 Mw., tecnología amigable con el medio ambiente que pone a disposición de la industrialización del país la mayor reserva de energía que nunca ha tenido. Cuando hablamos de desarrollo del país, ¿de qué hablamos? Hablamos de que en Santa Cruz hay dos tipos de carbones el Hard Coal, del cual hay sin explotar 500 millones de toneladas con un poder calorífico de 6.400 Kcal/Kg y el otro tipo de carbón, Brown Coal, del que existen 7.300 millones de toneladas con un poder calorífico de 2.000 Kcal/Kg. Por: Ramón Rodríguez Ing. Electricista (Unlp). MBA (Ucema) estrucplan.com.ar