martes, 31 de mayo de 2011

Schoklender-gate: el escándalo que amenaza el futuro kirchnerista


Jorge Boimvaser

Hay rabia y furia en ciertas barriadas humildes donde el kirchnerismo tenía pensado recolectar votos en las presidenciales de octubre. Las prebendas y el clientelismo político se volvieron en contra. Los K están probando la cicuta que nunca imaginaron tener en sus bocas. Horas atrás, dos punteros de Ciudad Oculta que responden a la Fundación Madres de Plaza de Mayo se trenzaron a balazos y esto recién comienza. En esa villa, como en muchas otras donde se erigieron viviendas y barrios por cifras multimillonarias —fraguadas en sumas astronómicas—, la bronca tiene un motivo claro: La gente pobre se siente humillada, y mal.


Una vivienda popular, bien construida, mejor pintada —los colores vivos dan una imagen de prosperidad y alegría que contrasta con la realidad que se vive en esas zonas—, con un sistema de placas de poliestireno en puertas, techos y paredes, cuesta cerca de 230 dólares el metro cuadrado. Cuentas rápidas: 50 metros cuadrados saldría aproximadamente 12.000 dólares. Si los números que fabricó Sergio Schoklender para el programa “Sueños Compartidos” —como dicen los funcionarios del Gobierno que tienen el caso en sus manos— son ciertos, esas mismas viviendas se habrían facturado al Estado en sumas cercanas a los cien mil dólares por unidad.


El desfalco total en que incurrió el ahora defenestrado y desaparecido ex tesorero oficial de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, llegaría a los 160 millones de pesos (algo así como 40 millones de dólares).
Cuando en ciudad Oculta advirtieron que por esas casas se pagaba esa astronómica cifra, la información corrió como reguero de pólvora por las calles de esa y otras villas afectadas. La gente se siente humillada y con razón. Observa los spots publicitarios en Fútbol para Todos y siente la lógica indignación de haber sido estafados en su buena fe.


“Nos hubieran dado esos cien mil dólares en la mano y comprábamos viviendas en cualquier zona de la provincia o la Capital…”, es lo que dice la gente enfurecida que ya no piensa en votar a los K en los próximos comicios.
El programa “Sueños Compartidos” se desarrolla en varias provincias, y esa corriente de asco no es sólo bonaerense sino nacional.
Sergio Schoklender además adquirió con fondos del Estado, flotas de camionetas 4 x 4, un avión privado, motos de altas cilindradas y otros bienes dignos de un magnate cien por ciento macrista (o de otra fuerza despectivamente nominada “de derecha”.)


Felisa Josefina Miceli desesperó el año pasado frente a esta contabilidad de piratas en las cuales tenía que estampar su firma como visto bueno.
Dicen que fue a verla a Hebe de Bonafini y le dijo: “Esto no resiste una inspección fiscal. Si interviene la justicia voy presa”. La respuesta la desesperó. Hebe le respondió: “Jodete”.
Ya se sabe que Miceli haciendo declaraciones a la prensa es como Juan Pablo Carrizo en sus malos momentos. Frágil y vulnerable por los cuatro costados. La ex jefa del banco Nación lloraba con las amigas con quienes corría todas las mañanas en el Parque Saavedra (García del Río y Pinto).


Florencio Randazzo supo del asunto e intervino tratando de calmar un tsunami de corrupción que ya es imparable. No le importaba la millonada de dólares que el Estado invirtió en una gran estafa sin un mínimo de control. El Ministro pensaba en lo que electoralmente podía originar este dislate.
Cuando no se puede tapar el cielo con las manos viene el Apocalipsis. Miceli dice que si abre la boca contando algunas suciedades de este desfalco —entre ellos la aparición de sociedades inexistentes en un lavado de dinero al que no serían ajenos narcos mexicanos—, la meten presa y la matan en la cárcel. Así de simple.


Y un detalle más para ver cómo fue el comportamiento económico de la Fundación Madres de Plaza de Mayo de la mano de Sergio Schoklender.
El siguiente relato no es apto para el consumo humano. Repugna a cualquiera sea cual fuera su condición social o económica.
En el penal de Marcos Paz se construyó un pabellón especial para albergar y guarecer a los chicos más peligrosos detenidos por violaciones, abusos sexuales y asesinatos en ocasión de robo. Esos que matan, no ya por un par de zapatillas sino para robarse los cordones. Esos pibes que violan desde niñas hasta abuelas tienen un pabellón VIP. Los guardias del servicio penitenciario —“candados”— tienen que cuidarse de no mirar con malos ojos a esa población de máxima peligrosidad, pues ante cualquier denuncia de los reclusos son sancionados.


Y aquí viene lo espeluznante: los pibes encerrados no se alimentan con la comida del penal. Sergio Schoklender les provee desde la Fundación de las Madres con un catering especial.
Comida especialmente preparada y un delivery de lujo. ¿Cuánto sale un menú para violadores y asesinos en Marcos Paz? (desconocemos si en otros penales ocurre lo mismo).
Ahí va: una sopa, tomate relleno con arroz, milanesa con puré y algún postre… el Estado paga por esa vianda entre 280 y 300 pesos. Comer en Marcos Paz es más caro que en Puerto Madero.
La terapia de rehabilitación casi nadie la quiere tomar. Todos se sienten cómodos con el trato que prohijó Schoklender a los reos, quizás recordando que alguna vez él también fue víctima de la antigua vejación carcelaria (algo que ya no existe en Marcos Paz, donde los carceleros están inhibidos hasta de mirar en los ojos a los violadores y asesinos, por miedo al castigo).


Cuando algún detenido sale se despide del resto de la población con un… “hasta luego”… Sabe que tarde o temprano retornará y le esperará una comodidad sin precedente. Previo al retorno, habrá más muertes y violaciones en las calles.
También se le adjudica a Schoklender el abuso sexual que embarazó a una niña de una villa, menor de 14 años. Ninguna ONG que lucha contra estas aberraciones averiguó el caso. La justicia de minoridad y familia no se mete con los protegidos por la Fundación de Las madres.
La pelea a puñetazos con su hermano Pablo dicen que es un episodio menor, producto del viejo recelo entre ambos.


El voto futuro de las barriadas pobres al kirchnerismo empieza a tambalear frente a estas obscenidades. Eso le preocupa a Randazzo y los suyos (ponerlo a Daniel Filmus a hacer declaraciones diciendo que algo ocurre con Schoklender es otro de los despistes de quien se sabe en caída libre). A Miceli sólo la asusta ir presa.
En fin, cada vez se nota más: el kirchnerismo es una forma de hacer política no apta para el consumo humano.



viernes, 27 de mayo de 2011

MANIFIESTO "DEMOCRACIA REAL YA"



Éste es el texto del Manifiesto en torno al cual se están movilizando miles de jóvenes y de no tan jóvenes en España.

Somos personas normales y corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean.

Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos. Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros. Por la indefensión del ciudadano de a pie.

Esta situación nos hace daño a todos diariamente. Pero si todos nos unimos, podemos cambiarla. Es hora de ponerse en movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor. Por ello sostenemos firmemente lo siguiente:
Las prioridades de toda sociedad avanzada han de ser la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, el bienestar y la felicidad de las personas.

Existen unos derechos básicos que deberían estar cubiertos en estas sociedades: derecho a la vivienda, al trabajo, a la cultura, a la salud, a la educación, a la participación política, al libre desarrollo personal, y derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz.

El actual funcionamiento de nuestro sistema económico y gubernamental no atiende a estas prioridades y es un obstáculo para el progreso de la humanidad. La democracia parte del pueblo (demos = pueblo; cracia = gobierno), así que el gobierno debe ser del pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar nuestra voz a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la sociedad, no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE.

El ansia y acumulación de poder en unos pocos genera desigualdad, crispación e injusticia, lo cual conduce a la violencia, que rechazamos. El obsoleto y antinatural modelo económico vigente bloquea la maquinaria social en una espiral que se consume a sí misma enriqueciendo a unos pocos y sumiendo en la pobreza y la escasez al resto. Hasta el colapso.

La voluntad y fin del sistema es la acumulación de dinero, primándola por encima de la eficacia y el bienestar de la sociedad. Despilfarrando recursos, destruyendo el planeta, generando desempleo y consumidores infelices.

Los ciudadanos formamos parte del engranaje de una máquina destinada a enriquecer a una minoría que no sabe ni de nuestras necesidades. Somos anónimos, pero sin nosotros nada de esto existiría, pues nosotros movemos el mundo. Si como sociedad aprendemos a no fiar nuestro futuro a una abstracta rentabilidad económica que nunca redunda en beneficio de la mayoría, podremos eliminar los abusos y carencias que todos sufrimos.
Es necesaria una Revolución Ética. Hemos puesto el dinero por encima del Ser Humano y tenemos que ponerlo a nuestro servicio. Somos personas, no productos del mercado. No soy sólo lo que compro, por qué lo compro y a quién se lo compro.

Por todo lo anterior, estoy indignado.

Creo que puedo cambiarlo.

Creo que puedo ayudar.

Sé que unidos podemos.

Sal con nosotros. Es tu derecho.

elmanifiesto.com, 18 de mayo de 2011

lunes, 23 de mayo de 2011

EL RIESGO DE NEGAR EL NARCOTRÁFICO


Las masacres que perpetran, casi a diario, los narcotraficantes en México han dejado en un segundo plano un drama similar que se registra en Guatemala, donde se cometen entre 18 y 20 asesinatos cada 24 horas. Desde hace 36 años, Guatemala es uno de los países más violentos de América latina. Entre 1966 y 1982, vivió en virtual estado de guerra civil, con facciones militares en permanente conspiración, paramilitares y cuatro organizaciones guerrilleras castro-guevaristas.

El 23 de marzo de 1982 se iniciaron dos años de inusitada crueldad, bajo la presidencia de Efraín Ríos Montt, un general del Ejército y pastor de la Iglesia de la Palabra. En sus dos años de gobierno, se consumaron las mayores matanzas: más de 200 mil aborígenes indefensos fueron asesinados por los escuadrones de la muerte, por presunta colaboración con las guerrillas.

Según los análisis realizados por la Comisión de Esclarecimiento Histórico y por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, la mayoría de las violaciones a los derechos humanos fue cometida por militares y las paramilitares Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Precisamente, Rigoberta Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz de 1992 por denunciar el genocidio aborigen.

La horrenda sangría se prolongó hasta 1986, cuando Guatemala se incorporó al proceso de democratización latinoamericana. Pero, a diferencia de varios otros países de la región, una constante inestabilidad amenaza su sistema democrático y creó condiciones ideales para que el narcotráfico mejicano ingresara en territorio guatemalteco. La expansión del mercado de estupefacientes fue facilitada por la negativa de los gobiernos a reconocer su existencia.

Algo similar ocurre en nuestro país, donde, desde la presidencia de Carlos Menem, los gobernantes se hermanaron en una peligrosa negación de la penetración constante y sistemática del narcotráfico y el blanqueo de sus enormes ganancias.

Vale sólo recordar que, en el reciente fin de semana, Guatemala amaneció horrorizada por la última de las ejecuciones en masa consumadas por el cartel mejicano de Los Zetas, en el norte del territorio guatemalteco, donde fueron decapitados 27 campesinos.

A diferencia del territorio centroamericano, con vastas zonas selváticas y cadenas de montaña, el suelo argentino es una inmensa pista de aterrizaje para la fuerza aérea del narcotráfico. Mientras tanto, la Fuerza Aérea Argentina, que debería realizar la intercepción (y, eventualmente, el derribo de aviones sospechosos, si se sancionara una ley como la vigente en Brasil), se ha quedado sin los cazabombarderos Mirage, porque en todos sus aparatos está inoperable el instrumental que da a los pilotos la información básica sobre la posición y el movimiento de aeronaves.

La Voz del Interior, 23-5-11, Editorial

viernes, 20 de mayo de 2011

Criterios católicos para próximas elecciones en España


Los obispos de la Provincia Eclesiástica de Madrid (España) han sugerido a los ciudadanos que voten por aquellos programas políticos "compatibles con la fe" y han recordado que el derecho a la vida debe ser tutelado y que no se puede justificar el aborto o la eutanasia, ante los próximos comicios autonómicos y municipales del próximo día 22 de mayo.

Concretamente, han recordado a los católicos que han de actuar "según los imperativos de una conciencia bien formada en los principios de la recta razón y del magisterio de la Iglesia".

En este sentido, los obispos han pedido que, antes de votar, conozcan suficientemente los programas electorales y las medidas que proponen, y han expresado algunos "principios básicos" que, a su juicio, se deben tener en cuenta a la hora de ejercer "libre y responsablemente" el derecho a voto, como la protección del derecho a la vida "desde su concepción hasta la muerte".

"Ningún supuesto o bien social o personal puede justificar la eliminación de un ser humano inocente por el aborto, incluida la llamada píldora del día siguiente, o la eutanasia", han puntualizado.

Asimismo, han pedido a los ciudadanos que tengan en cuenta que la familia "ha de ser objeto de un reconocimiento específico y de una promoción esmerada" y que, para ello, las leyes y las disposiciones administrativas "deben reconocer, proteger y promover la institución del matrimonio".

"Según la recta razón, iluminada por la fe, la institución del matrimonio se basa en el consorcio de vida de un hombre y una mujer libre y definitivamente establecido en orden a la realización personal de los esposos y a la procreación", han recordado, al tiempo que han añadido que la protección de la familia exige también "que se facilite el acceso a una vivienda digna y a un trabajo acorde con las exigencias familiares, en particular, a los jóvenes".

Por otro lado, los obispos piden que quienes voten, lo hagan pensando en que se ha de "reconocer y proteger el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas, morales y pedagógicas" y en que las escuelas estatales deben "abstenerse de imponer una determinada educación religiosa o moral".

Igualmente, han subrayado que el derecho a la libertad religiosa ha de ser también protegido, lo que supone, a su juicio, "la exigencia del respeto a los lugares de culto y a los signos religiosos, así como la tutela de la expresión y valoración públicas de las convicciones religiosas, especialmente las de la fe católica, configuradora del patrimonio cultural y moral".

En el quinto punto, los obispos de Madrid piden un orden económico "justo, que facilite el ejercicio de un trabajo justamente remunerado y que prevea mecanismos de atención especial para las personas a quienes más afecta la crisis económica y laboral, así como para aquellos que se encuentren en situación de marginación o de especial necesidad, como inmigrantes, enfermos, ancianos y dependientes".

Finalmente, los obispos elevan una oración al Señor y a Santa María para que las próximas elecciones "contribuyan a la promoción del bien común en los municipios de las diócesis y en la Comunidad Autónoma de Madrid".

Los firmantes del texto son: el Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela; el Obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, el Obispo de Getafe, Mons. Joaquín María López de Andujar y Cánovas del Castillo; los obispos auxiliares de Madrid, Mons. Fidel Herráez Vegas, Mons. César A. Franco Martínez y Mons. Juan Antonio Martínez Camino; y el Obispo Auxiliar de Getafe, Mons. Rafael Zornoza Boy.

MADRID, 20 May. 11 / 10:22 am (ACI/Europa Press)

jueves, 19 de mayo de 2011

DIFERENCIAS NO SÓLO SEMÁNTICAS ENTRE MODELO Y PROYECTO


Por Alberto Buela

Nosotros vemos con pena, por parte de los compañeros peronistas que hoy apoyan irrestrictamente al gobierno, el uso abusivo y sin ningún sentido crítico de los términos impuestos por la propaganda política.
La monserga peroniana, aquella de las frases hechos y los lugares comunes, ha alcanzado también a los lúcidos.

Así por ejemplo, cuando no se les cae de la boca el “profundizar el modelo” nos agarra un ataque de caspa, que en escritos de compañeros - que nosotros teníamos por inteligentes - aparezca semejante sandez.

Si esto lo dice Aníbal Fernández, el Jaurectche del kirchnerismo, vaya y pase, sabemos de sus valores intelectuales y sabemos que “de la nada, nada sale”. Si lo dice el ministro Randazzo o alguno de los otros insignificantes ministros que tiene el gabinete nacional, sabemos que “nadie puede dar lo que no tiene”. Pero que lo digan y repitan hasta el hartazgo intelectuales del campo nacional que teníamos por serios, esto indica que la decadencia intelectual y espiritual de la Argentina se profundiza.

El término modelo viene del bajo latín del Renacimiento modello que es el diminutivo de latín modus que significa modo, manera, medida y del que se derivan palabras como moderno, módulo, modelar.
Mientras que el término proyecto viene del latín pro= a favor de, delante de. Así cuando se dice pro nobis o pro patria significa a favor de nosotros o a favor de la Patria, y del sustantivo iectus que viene del verbo iacere que significa yacer, estar tirado, lanzar.
Así modelo etimológicamente significa pequeña medida o una manera limitada de actuar y proyecto aquello que está lanzado adelante o que yace delante de uno. Con qué poco cuánto se aclara.

Ahora yendo al grano, la idea de modelo es una idea moderna, que nace y forma parte de la racionalidad liberal que se instaló en Occidente desde hace trescientos años, aquella que lo ha llevado al abismo de la desmesura.

Así el surgimiento del imperialismo internacional del dinero y el comercio: inglés, francés y holandés de los siglos XVII y XVIII con el sometimiento y explotación de todos los pueblos que han tocado, la colonización anglo-norteamericana del África y América en el siglo XIX (con creces superiores todos sus desmanes, a los realizados por los españoles en 300 años), los zafarranchos del siglo XX con sus dos guerras mundiales, sus genocidios inauditos, los 100 millones de muertos del comunismo y los miles de millones muertos por hambre gracias al capitalismo salvaje son todos productos de la idea de “modelo”.

Porque modelo no es otra cosa que hacer al hombre a la medida de un módulo, de una manera determinada, con una medida establecida y eso es lo que no se puede hacer y cuando se lo quiso hacer salió lo que salió que acabamos de relatar.

Opuesto a esta idea es la de proyecto que viene decirnos que debemos desarrollar un conjunto de actividades coordinadas para el logro de un objetivo en común. Es algo que está tirado por nosotros adelante y que debemos alcanzar. Es aquello que le da sentido a nuestra actividad de conjunto en una sociedad.

En las sociedades de masas, en las sociedades complejas, plurales y variadas en las que tenemos que vivir hoy día, la única posibilidad de realizar una vida social, política, económica y cultural común es a través de la idea de proyecto, cuando este es un Proyecto nacional.

Es que así como en metafísica decimos que el ente es lo que es y el ser, aquello que hace ser al ente. Es lo que pone en acto al ente y le da su sentido, porque el ente para existir debe participar del ser (la famosa idea de participación tan cara a Platón y a los filósofos cristianos), en el politología a la multiplicidad y variedad de partes de la sociedades complejas el proyecto de nación es el que le pone unidad, porque él viene a ser como “el ser de la Nación”, pues una nación no existe sin un proyecto de nación.

El pensamiento progresista o de carácter socialdemócrata para acotarlo, no habla ni se permite hablar de “proyecto” por dos motivos: Primero porque queda limitado a la idea de modelo y no tiene acceso a la idea de participación y entonces piensa la sociedad como multicultural en un pluralismo radical. No concibe el pluralismo participativo que permite la unidad en la diversidad y la pluralidad en la unidad.

En este genuino y auténtico pluralismo participativo el hombre no “forma parte” de un modelo sino que el hombre “es parte” de un proyecto.

Y en segundo lugar porque el progresismo de toda latitud, se piensa a sí mismo siempre adelante, no hay nada delante de él, no existe nada más de avanzada que él mismo, no hay nadie que pueda estar arriba de la cresta de la ola que él, reivindicación que no haya alcanzado. Tiene, entonces, una incapacidad estructural para concebir la idea de proyecto.

politicaydesarrollo.com.ar, 18-05-2011

miércoles, 18 de mayo de 2011

FUERTE CRÍTICA AL JUEZ ZAFFARONI

de una agrupación de policías bonaerenses retirados
Domingo, 01 de Mayo de 2011


Si algún agravio nos faltaba recibir a toda la familia policial, era la infame calificación de golpistas. Pero que esta inmerecida injuria pública provenga de un jurista con prestigio internacional como es el Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni es desconcertante, además de grave. Solamente podemos encontrar alguna explicación al conocer los antecedentes personales y cívicos de este señor, que no son nada ejemplares para un magistrado de tan alta investidura.

Hemos utilizando el método que tanto pregonara y nos enseñara su padrino político, Néstor Kirchner: La Memoria.

Así es que logramos recordar claramente, de quién se presume hoy de exhibir una ética y moral impoluta como para acusarnos a los policías de golpistas, lo siguiente:

Que fue Juez Nacional en lo Criminal de Sentencia entre 1975 y 1984. Es decir durante TODO EL GOBIERNO DEL PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL, COMUNMENTE LLAMADO LA DICTADURA!!!

Que el Dr. Eugenio Zaffaroni al ser propuesto para Ministro de la Corte tuvo 831 impugnaciones y solamente 134 adhesiones. No obstante fue designado.

Que en el interrogatorio a que fue sometido en el Senado, admitió que había incumplido obligaciones con la AFIP durante 8 años.

Que reconoció que al asumir como Director del Inadi en el año 2000, omitió consignar en su declaración jurada que tenía una cuenta en el Banco Credit Suisse de Suiza, con U$S 40.000.

Que en el Senado fue cuestionado por el modo por el cual compró en el 2002 una casa en el barrio de Flores que pagó U$S 82.000 siendo que en 1998 esa casa había sido vendida en U$S 400.000; y explicó que parte del dinero se lo habían prestado amigos de México.

Que también reconoció haber jurado como Juez por el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional; que antes había jurado por la Constitución reformada por el gobierno del General Agustín Lanusse y que más antes, también había jurado durante el gobierno del General Juan Carlos Onganía.

Que se lo impugnó, además, por su sociedad con el abogado Jacobo Grossman, ex preso en la Cárcel de Caseros con una larga lista de secuestros extorsivos, entre los que se anotaba el del Presidente de Pepsi Cola.

¡Este señor, tan flojo de papeles para desempeñarse en ese cargo, no puede acusar a los policías de golpistas ni de nada! Porque para empezar, cualquier oficial de policía nunca habría podido ingresar a la Escuela Juan Vucetich ni con uno solo de sus antecedentes. Es decir que todo policía es investigado para ser admitido en la fuerza, y luego de treinta años, nuevamente investigado y estar libre de cualquier imputación como condición para otorgársele el retiro activo. Pocos son los funcionarios de otras áreas de la administración pública que pueden exhibir tales títulos. El Sr. Zaffaroni no podría haber ingresado en la policía.

El Señor Juez debiera saber, por haber sido parte del Poder Judicial colaborador de aquella dictadura y por sus eminentes conocimientos de la realidad histórica argentina, que la institución policial de la provincia de Bs. As. ni sus miembros jamás fueron golpistas. No fueron policías precisamente los que colaboraron en la planificación ni en la ejecución de los derrocamientos de gobiernos democráticos; tampoco fueron policías los premiados con cargos políticos en los gobiernos militares, ni siquiera aquellos policías que eran abogados –que eran muchos- ocuparon cargos en el poder judicial, como sí lo hicieron civiles profesionales del derecho, tal el caso de quién alegremente nos acusa.

La Policía de la Provincia de Bs. As. fue una repartición pública más del Estado que debió transitar obligadamente el curso de la historia. Sus integrantes éramos nada más que empleados públicos que debimos seguir con nuestra misión de brindar seguridad a los vecinos, que era nuestro deber y nuestra fuente de trabajo. Nuestro único medio de vida. Seguimos en nuestros puestos como siguieron los maestros, los médicos, los enfermeros y los empleados judiciales. Y la pasamos muy mal. Sufrimos persecuciones de los guerrilleros que nos cazaban como a liebres, perdimos compañeros y amigos en las emboscadas montoneras y juntamos los pedazos de camaradas destrozados con bombas que ponían esos “jóvenes idealistas”. Pero no nos escondimos, no pedimos custodias en nuestras casas, ni nos exiliamos. Nos quedamos junto al pueblo aterrorizado de entonces, como correspondía. Tampoco anduvimos por el mundo lloriqueando ni reclamamos indemnizaciones, porque entendemos que a la patria no se le pasa factura por los servicios prestados.

Los policías somos víctimas sobrevivientes de aquella larga y trágica noche que la clase dirigente argentina no supo o no quiso prevenir ni evitar. Y todos, incluidos los más jóvenes, estamos padeciendo las secuelas injustamente. Esta es la verdad. Y es por ello que estamos hartos de escuchar a tantos tilingos importantes, que pretenden estar en la cresta de la ola a costa del buen nombre y honor de los trabajadores policías. No hay que callarse más. Y en mi opinión personal deberíamos exigirle al Juez Zaffaroni que ofrezca disculpas públicas por sus dichos.

El desgraciado episodio en el que perdieran la vida los militantes Kostequi y Santillán, que precipito la salida del gobierno del Dr. Eduardo Duhalde, no fue una maniobra golpista. Esa afirmación es una infamia. Aquel episodio fue un proceder negligente de un grupo de policías sin disciplina, mal conducidos; producto de la pésima preparación y conducción política del equipo que seguía las pautas del nefasto plan iniciado en 1998 y elaborado por León Arslanián, que hoy asesora al gobierno nacional en materia de seguridad, y que tan solícitamente el Sr. Juez Zaffaroni acaba de respaldar públicamente, en lo que seguramente debe ser parte de una operación para insistir con los planes de Garré, Arslanián y compañía en el desguace de las instituciones policiales.…

Y con respecto a las acusaciones acerca de que las estructuras políticas históricamente toleraron o toleran la corrupción policial, porque no exhibe las pruebas y da impulso judicial a una profunda investigación. ¿Quién mejor que un miembro de la Corte para encargarse de este asunto?

Cualquiera sea el motivo de la inexplicable ofensa, habría que recomendarle al alto funcionario, que para acusar y pretender dar lecciones de ética y moral, primero hay que mirarse por debajo de la cintura y asegurarse de no tener la bragueta abierta.

Abril 27 de 2011.
Jesús Evaristo Scanavino
Comisario (ra)
Secretario de Organización de Apropoba

martes, 17 de mayo de 2011

NARCOS SE TRANSPORTAN EN VEHÍCULOS TIPO "MAD MAX"


SDPnoticias.com

2011-05-17 México.- En vehículos monstruosos como se ven en las películas se transportan los narcotraficantes para cometer sus fechorías.

De acuerdo con el tabloide The Sun, en su sitio de Internet, las autoridades creen que los tanques al estilo ‘Mad Max’ blindados, que alcanzan casi 130 kilómetros por hora, son parte de una flotilla de vehículos equipados con un mecanismo operado por una palanca y que transportan a 12 sicarios.

Tras una furiosa balacera en Ciudad Mier, Tamaulipas, se logró capturar uno de estos poderosos vehículos, que permitía que sus ocupantes lanzaran petróleo y clavos desde la cajuela para alejar a los oficiales en persecuciones a alta velocidad, detalla The Sun.

Apodado el Monstruo Zeta en alusión al cártel de “Los Zetas” que lo construyó, el tanque también tiene aperturas para armas en su carrocería, a través de las cuales pueden disparar bazucas y ametralladoras.

El tabloide de Londres señaló que para detenerlo, los policías le dispararon a las llantas, pues son las únicas partes que no están blindadas.

"Los Zetas han usado autos blindados antes, pero nada como esto. Esto es un monstruo. Y es sofisticado también, como algo que verías en las películas", dijo un funcionario estatal citado por The Sun.

El diario destaca que “Los Zetas”, originalmente formados por desertores de fuerzas especiales, son considerados los gángsters más peligrosos y altamente entrenados del mundo.





lunes, 16 de mayo de 2011

¿Hay un voto católico?



Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo


Queridos amigos y hermanos: Paz y Bien. Estamos ya en pleno fragor de campaña electoral, para la cita que tenemos el próximo domingo 22 de mayo, de cara a los comicios municipales y autonómicos. Hemos sido convocados y es menester responsable participar como ciudadanos y como cristianos a la hora de elegir a nuestros representantes democráticos.

¿Se presenta la Iglesia Católica a estas elecciones? Es una pregunta retórica, que es fácil responder. Incluso podemos dar la palabra al Beato Juan Pablo II, que lúcidamente abordó esta cuestión: la Iglesia «no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo. Pero la Iglesia es "experta en humanidad", y esto la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversos campos en que los hombres y mujeres desarrollan sus actividades, en busca de la felicidad, aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de acuerdo con su dignidad de personas» (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 41). Es así.

La Iglesia no tiene un partido que la represente, ni como tal nos presentamos detrás de unas siglas. Y esto vale absolutamente para todos los partidos, si bien no hay neutralidad cuando evaluamos la cercanía o la lejanía de sus programas y actuaciones, respecto a nuestra manera de entender la justicia y los derechos de las personas desde la doctrina social de la Iglesia. Como indicaba en ese mismo texto el Beato Juan Pablo II, «la doctrina social de la Iglesia no es, una "tercera vía" entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana».

Es normal que los diferentes partidos políticos intensifiquen en estos días sus diversos actos para explicar a los ciudadanos cuáles son los programas que quisieran poder desarrollar si obtuviesen el respaldo popular. Es deseable que haya una limpieza en la campaña, que no consiste en la destrucción del rival político, sino en la propuesta de lo que se desea llevar a cabo como un servicio al bien común, subrayando los retos más emergentes, saliendo al paso de las problemáticas sociales y humanas que tenemos ante nosotros y que condicionan la vida real de miles de conciudadanos.

Existen dificultades para escuchar sus propuestas o evaluar su propia gestión con quienes emplean la mentira como herramienta y el ataque visceral como talante. Engañar al electorado demagógicamente, tiene consecuencias tremendas a la hora de encontrar cauces de solución a los problemas. Tenemos ejemplos bien recientes, en donde la mentira irresponsable ha ahondado una crisis económica que afecta a un incontable número de personas y de familias.

Se trata de elegir a quienes creíblemente pondrán remedio con el justo empleo de los recursos y la gestión de los presupuestos; la defensa de la vida en todas sus fases, la maternidad y los retos de la familia; de la educación integral no entendida como cincel manipulador al servicio de una ideología; de los más desfavorecidos y sus situaciones de desempleo y vivienda, de la violencia y sus causas en una sociedad frívola y crispada; del desencanto de nuestros jóvenes y la atención social a los ancianos; de nuestra convivencia en un mundo culturalmente plural.

Es hermosa y noble la dedicación a la política cuando se entiende como un servicio real a las personas reales, sin injerencias indebidas y sin inhibiciones lamentables. El perfil cristiano del político también existe, viva o no con total coherencia las exigencias de nuestra fe. Y a él miramos cuando en lo que propone hacer o en lo que da cuenta de lo ya hecho, son reconocibles nuestros valores cristianos.

OVIEDO, lunes, 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org)

domingo, 15 de mayo de 2011

¿UN VACIAMIENTO DEL BANCO CENTRAL?

Por Lic. Héctor L. GIULIANO (10.5.2011).


La figura del vaciamiento financiero de una entidad se caracteriza por el enmascaramiento de la baja del valor de sus activos, el aumento subrepticio del peso de sus pasivos y/o la distribución de utilidades superiores a las reales.

El objeto de este breve trabajo es analizar si un proceso de este tipo se está dando hoy en día - de hecho - con respecto al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a través de la Deuda Intra-Estado creciente del Banco con la Tesorería Nacional.


LA CALIDAD DE LOS ACTIVOS.

Actualmente el BCRA tiene en su Activo Reservas Internacionales por unos 52.000 Millones de Dólares (MD) y Títulos Públicos en cartera por 31.000 MD que, si le sumamos los Adelantos Transitorios al Gobierno Nacional - por otros 11.000 MD - nos da unos 42.000 MD puestos en papeles del Estado.

Todas las cifras están aquí expresadas con redondeo y tomadas o estimadas a mediados de Abril del corriente año (2011).

La mayoría de los Títulos Públicos que tiene el BCRA están constituidos por Letras Intransferibles emitidas por la Tesorería a cambio del préstamo de Reservas Internacionales que se usan para pagar Deuda Externa.

Estas letras suman unos 25.700 MD: 9.530 MD tienen fecha de vencimiento en el 2016 y el importe corresponde al pago efectuado al FMI a principios de Enero de 2006; mientras que el resto – 16.200 MD - son letras emitidas para integrar los denominados Fondos de Desendeudamiento Público creados en 2010 y 2011, que tienen vencimiento también a 10 años (2020 y 2021 respectivamente).

Las letras devengan un rendimiento equivalente a la colocación de las Reservas Internacionales en el exterior – rendimiento que se dice estaría actualmente entre el 0.5 y menos del 1.0 % anual – con tope Tasa LIBO menos un punto porcentual.

Como la LIBOR (Tasa Interbancaria mayorista de Londres) está hoy a 0.74 %, esto quiere decir que las Letras Intransferibles tendrían hoy una rentabilidad negativa para el BCRA.

Sin considerar aquí que – como se verá enseguida – las reservas que el BCRA presta al Tesoro en la práctica son compradas con deuda (Lebac/Nobac) por la que se paga en promedio un 13 %. Es un 13 % en moneda local que, dada la estabilidad del tipo de cambio, equivale a una misma tasa en dólares.

Pero, volviendo al tema de la cartera de títulos, lo cierto es que el BCRA tiene una importante masa de créditos a su favor contra la Tesorería Nacional que conlleva un riesgo de cobrabilidad porque la capacidad de repago de estos títulos no está demostrada en ninguna parte y se trata de obligaciones que deberá cubrir no la actual sino futuras administraciones de Gobierno.

Una reflexión análoga vale para el caso de los Adelantos Transitorios al Tesoro.

Estos instrumentos de financiación al Gobierno son actualmente del orden de los 11.000 MD. Aunque se trata, por definición, de préstamos a corto plazo (un año) el Ministerio de Economía los renueva continuamente a su vencimiento, de manera que han devenido así un monto de deuda permanente y no cancelado porque está sujeto a una constante novación de deuda.

La Carta Orgánica del BCRA – Ley 24.144 – en su Artículo 20 fija un tope o máximo para estos anticipos del equivalente al 12 % de la Base Monetaria – que hoy es de unos 170.000 M$ (algo menos de 42.000 MD) - pero a los efectos de este tope legal no se computan los anticipos dados al gobierno para el pago a Organismos Multilaterales de Crédito (7.000 MD), de modo que el parámetro no está formalmente excedido (3.700 MD, que son el 9 %). El importe completo de deuda del Gobierno con el Banco Central por este concepto, sin embargo, es muy alto.

Cabe recordar, por otra parte, que el Artículo 19 (Inciso a) de la Ley 24.144 prohíbe al BCRA conceder préstamos al Gobierno Nacional – salvo los Adelantos citados y por el tope establecido – de modo que toda la cartera de títulos acumulada en el Activo del BCRA (que ha sido autorizada por Decretos del Poder Ejecutivo y no por Leyes del Congreso) se encuentra así en transgresión con la Carta Orgánica del Banco.

Entonces, al problema cuantitativo se suma el problema normativo en la Deuda intra-Estado del Tesoro con el Banco Central. Además del aspecto técnico financiero-contable, ya que cuando el BCRA presta Reservas al Gobierno efectúa operaciones permutativas del Activo, porque baja sus disponibilidades de divisas y aumenta los créditos con el Tesoro.

Ésta es la razón central por la que puede afirmarse que la calidad de los Activos que tiene hoy el BCRA es más baja debido a la existencia de una masa creciente de Títulos Públicos en cartera.


LA DEUDA CUASI-FISCAL.

Después de la Base Monetaria (circulación monetaria más cuentas corrientes en pesos), que suma unos 170.000 Millones de Pesos (M$) - equivalentes a 41.400 MD – y a la que debiera agregarse las cuentas corrientes en moneda extranjera (por otros 9.000 MD), el pasivo más importante del BCRA es el stock de Letras y Notas que el Banco coloca para absorber o esterilizar la gran mayoría de los pesos que emite para comprar divisas que pasan a formar parte de las Reservas Internacionales.

El monto de estas Lebac y Nobac está hoy en el orden de los 100.000 M$ - equivalente a unos 25.000 MD – y su tendencia es creciente.

Estos títulos del BCRA son pasivos de corto y/o muy mediano plazo – van desde los 70 hasta los 1.000 días según los casos – y se licitan todas las semanas siendo que, a medida que van venciendo, se renuevan en su totalidad e incorporan nuevos importes de deuda.

Las Lebac pagan una tasa de interés promedio implícita del 13 % (porque se toma por diferencia de precios) mientras que las Nobac abonan tasa Badlar Bancos Privados (que es más alta que la Badlar Total). Esta Badlar está hoy en algo más del 11 % anual y el BCRA paga además un spread o sobretasa sobre la misma que va entre 0.75 y 3.0 puntos porcentuales según los plazos, es decir, una tasa de interés total que puede estar entre un 12 y un 14 % anual.

Tal es el costo financiero de la Política de Acumulación de Reservas del BCRA y de sus préstamos al Gobierno Central, dado el pago de servicios de la Deuda cuasi-fiscal constituido por letras y notas del Banco; a lo que debiera sumarse también el Lucro Cesante derivado del préstamo de reservas al Tesoro que, como vimos, se da a tasa cero o negativa para el Banco Central.

Con el agravante que la exposición financiera del BCRA va en aumento en la medida que existe un fuerte descalce entre estos pasivos de corto plazo por Lebac/Nobac (25.000 MD) y los activos por Títulos Públicos en cartera, que son de largo plazo (31.000 MD).

Esto hace, por otra parte, que el BCRA se encuentre además en una posición muy vulnerable frente al oligopolio de bancos locales tomadores de letras, que todas las semanas lo tienen en vilo por la opción de pasar por el “escritorio” a renovar los vencimientos o pasar por “ventanilla” a retirarlas en efectivo.


LAS UTILIDADES DEL BCRA.

Durante el Ejercicio 2010 el Banco Central distribuyó ganancias muy altas como producto de sus resultados del año 2009: 23.500 M$ en total.

De este importe, el Directorio decidió girar al Tesoro 19.500 M$ y capitalizar los 4.000 M$ restantes.

Para el corriente año (2011) los márgenes resultantes del 2010 no serían tan elevados porque se estiman utilidades menores del BCRA - que pueden incluso reducirse a la mitad - pero la estructura o composición de Activos y Pasivos del Banco no presentaría cambios sustanciales a los fines de análisis.

Por lo tanto, la probabilidad cierta que el BCRA siga girando altas ganancias al Tesoro se mantiene vigente y es parte relevante de los fondos de la Deuda Intra-Estado que sirven para sostener el Superávit Fiscal del Gobierno Central.

En función de las explicaciones precedentes, sin embargo, se abre un serio interrogante acerca de estos elevados niveles de ganancia que el Banco Central está girando actualmente a la Tesorería ya que aquí se presentan por lo menos tres puntos muy discutibles:

1. Gran parte de las utilidades del Banco – como ya se viene señalando desde hace tiempo - no son genuinas, estrictamente hablando, porque no derivan de su operatoria sino son producto coyuntural de diferencias positivas de cambio y de valorización de Bonos del Estado.

2. Los Títulos Públicos en cartera, que son de largo plazo, tienen un rendimiento casi nulo y conllevan un riesgo cierto de cobrabilidad, conforman una alta proporción del Activo.

3. Las Lebac/Nobac, que son pasivos de corto plazo renovados en forma continua y creciente, y que pagan tasas de interés muy caras, configuran una parte cada vez más elevada del Pasivo.

En consecuencia, la transferencia de utilidades en gran escala que el BCRA está efectuando hoy en día a la Tesorería Nacional es pasible de una grave pregunta: está el Banco distribuyendo ganancias contables que son superiores a las reales?

Y, consecuentemente: una situación de este tipo – tal como está en curso - no implica, de hecho, un peligro cierto de exposición financiera para el BCRA?

La combinación de una baja en la calidad de parte del Activo (los Títulos Públicos en cartera) con un rápido acrecentamiento de letras y notas del Pasivo, que son – como hemos dicho - obligaciones de corto plazo y pagan altos servicios de deuda, estaría mostrando que el Patrimonio Neto del BCRA efectivo o real es menor que su saldo contable.

Y estaría indicando, además, que las bases de cálculo sobre las que luego se determina la distribución de utilidades son artificialmente altas.

De esto se deriva que las ganancias del BCRA que se giran al Tesoro serían así desproporcionadamente más altas que las que debieran remitirse.

Con el detalle no menor que este giro de utilidades constituye uno de los rubros de ingresos relevantes que el Gobierno utiliza para cubrir con recursos extra-ordinarios su Déficit Fiscal.

Se trata de una parte importante dentro del capítulo clave de las transferencias y deudas intra-sector público que se está dando hoy en la Argentina como método de cobertura de las finanzas oficiales pero también como riesgo cierto de desfinanciamiento del Estado.


viernes, 13 de mayo de 2011

POR QUÉ SOY MEDIANAMENTE DEMOCRÁTICO


Vladimir VOLKOFF

I. Por espíritu de contradicción
Sí, lo admito. Si se tuviera a la democracia como un régimen más entre otros, si no se nos la impusiera como panacea evidente y obligatoria, si no se viera en ella más que un modo de elegir gobernantes, estaría más dispuesto a encontrarle cualidades.

Jean Dutroud afirma que la virtud comienza con el espíritu de contradicción y yo, por mi parte, agrego que ese espíritu es necesario para conservar la imparcialidad: mantiene el amor a la independencia de juicio, asegura la rebelión contra todo lo que es gregario y vulgar, y brevemente, constituye algo seguramente más simpático que la sumisión a las modas, a los esnobismos, a los conformismos de todo pelaje. Me repugnan los benditos sí-sí y los políticamente correctos, sin que esté inficionado - Dios me guarde - de la superstición de la rebeldía.

Si la balanza se inclina demasiado de un lado, mi reacción espontánea es poner un poco de peso en el otro platillo.



II. Porque, aun como modo de elegir gobernantes, la democracia no es todo ventajas
Como sistema de designación de gobernantes la democracia presenta ventajas evidentes que, en realidad, se reducen a una sola, aunque sea de fuste: la aquiescencia de los gobernados. No es cuestión de negar que hay aquí una superioridad sobre los regímenes donde los gobernantes son designados de otras maneras tales como el nacimiento, la fortuna, el azar o el mérito. Pero tampoco hay razón para no ver las desventajas prácticas de este procedimiento.

En primer lugar, los gobernantes designados por la mayoría de las voces no pueden en ningún caso sentirse igualmente responsables respecto de sus mandantes y los de otro candidato. De hecho, si buscaran el bien público en contra de los intereses de su propia facción, no estaríamos equivocados en tacharlos de ingratitud.

En segundo lugar, para ser designado por una mayoría, es necesario seducir votantes y resulta bastante dudoso que las cualidades necesarias para esto y las necesarias para gobernar - que tienen algo de antinómico - se encuentren en la misma persona. En el límite, se podría decir que el que tiene mayores posibilidades de ser elegido es el que tiene menos posibilidades de ser un buen gobernante.

En tercer lugar, el tipo de persona deseable para ser elegido no es necesariamente el que merece la mayor confianza por parte de sus electores. Aristóteles no estaba equivocado cuando señaló que el demagogo y el cortesano pertenecen a la misma especie.



III. Porque los climas, la gentes y las épocas difieren
Una vez le preguntaron a Solón cuál era el mejor régimen político. Retrucó: ¿Para qué pueblo?

En efecto, hace falta una considerable dosis de ingenuidad para imaginar que existe un régimen político ideal, perfectamente conveniente para todos los pueblos, para todas las épocas y para todos los países, o incluso que resulte para todos los pueblos, en todo tiempo y lugar, el menos malo de los sistemas. No se había equivocado Taine cuando aplicaba a todo acontecimiento tres coordenadas: la raza, el medio y el momento.

En modo alguno pretendo que la democracia sea siempre mala. Y de buena gana reconozco que, en ciertas circunstancias, puede resultar más conveniente que otros regímenes. Ya San Agustín tenía el mismo parecer como lo indica en su Tratado del libre albedrío, que cita Santo Tomás de Aquino: “Si un pueblo es razonable, serio, muy vigilante en la defensa del bien común, es bueno promulgar una ley que permita a ese pueblo darse a sí mismo sus propios magistrados para administrar los asuntos públicos. Con todo, si ese pueblo poco a poco se degrada, si su sufragio se convierte en algo venal, si le da el gobierno a personas escandalosas y criminales, entonces resulta conveniente quitarle la facultad de conferir honores y volver al juicio de un pequeño grupo de hombres de bien”.

Brevemente, la democracia no es una panacea ni un antídoto; no hay por qué condenarla ni canonizarla a priori.



IV. Porque no hay que confundir mayoría con consenso
Inocentemente o a designio, los partidarios de la democracia mantienen una permanente confusión entre las nociones de mayoría y consenso. Frases tales como “Francia ha decidido que...”, o “Los franceses han resuelto que... “ son deliberadamente contrarias a la verdad cuando tal decisión ha sido tomada por la mayoría del 51% de los votantes. Como en toda operación de voto hay una cierta proporción de abstenciones y otra de votos en blanco, debería ser evidente que, de hecho, una mayoría del 1% no es una mayoría y, menos aún, un consenso. Esto da lugar a por los menos tres cuestiones. Que sea difícil encontrarles respuestas, no debería dispensarnos de formularlas.

En primer lugar, dado que en ciertos países que presumen de democráticos para adoptar ciertas medidas se exige una mayoría de dos tercios y no la mitad más uno, concluimos que la noción de mayoría relativa efectivamente existe; y por otra parte, toda vez que en los países totalitarios las mayorías frecuentemente eran del 99 % de las voces - lo que suscitaba de parte de los observadores algunas suspicacias legítimas sobre la libertad de voto – ¿acaso existe una proporción de votos que se puede legítimamente llamar consenso y no ya mayoría?

En segundo lugar, en la medida en que una nación es una realidad histórica, por lo menos tanto como geográfica, ¿es justo que sólo cuente la opinión de los ciudadanos que se encuentran vivos en determinada época? ¿No habría que tener en cuenta también la voluntad de los fundadores de dicha nación y los intereses de sus futuros ciudadanos? Aun cuando innegablemente hay que adaptarse a las circunstancias a medida en que se presentan, ¿acaso no hay ligereza en decir “Francia quiere” tal cosa, cuando sólo la quiere hoy, cuando ayer quería lo contrario y cuando mañana querrá todavía otra cosa diferente? Que se me entienda bien: aquí no propongo hacer votar a los muertos y a los niños por nacer. Simplemente pongo de manifiesto la confusión que se genera entre la voluntad de una nación milenaria y una efímera mayoría circunstancial.

En tercer lugar, ¿realmente debemos creer, como lo he oído sostener, que el alma de la democracia radica en el despliegue de buena voluntad de la minoría que se subordina a la mayoría? Que Luis XVI haya sido condenado a muerte por una mayoría de cinco votos, que la Tercera República haya sido establecida por una mayoría de un voto, que el tratado de Maastricht - equivalente a abandonar la soberanía - haya sido adoptada por Francia por el 51% de los votos expresados no me inspira mucha confianza en la validez de estos actos, incluso y sobre todo desde el punto de vista democrático. Ante decisiones de graves consecuencias, ¿no hay ligereza en preferir la teoría abstracta que define qué cosa es una mayoría a la realidad concreta que ofrece opiniones divergentes?



V. Por una cuestión de vocabulario
El sentido de la palabra democracia ha evolucionado con el correr del tiempo. Veamos las definiciones que dan algunos diccionarios.

Furetière, 1708: “Estado popular, forma de gobierno donde el pueblo tiene toda la autoridad y en el que la soberanía reside en el pueblo, que hace las leyes y lo decide todo; en donde el pueblo es consultado” .

Boiste, 1836: “Soberanía del pueblo; gobierno popular (en mal sentido); despotismo popular; subdivisión de la tiranía entre varios ciudadanos”.

Littré, 1974: “Gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía. Sociedad libre y sobre todo igualitaria en la que el elemento popular tiene influencia preponderante. Estado de sociedad que excluye toda aristocracia constituida, excepto la monarquía. Régimen político en el que se favorece o se puede favorecer los intereses de las masas. El partido democrático, la parte democrática de la nación”.

Nouveau Petit Larousse, 1917: “Doctrina política según la cual la soberanía debe pertenecer al conjunto de los ciudadanos; organización política (frecuentemente la república) en la que los ciudadanos ejercen esta soberanía”.

Petit Robert, 1971: “Doctrina política según la cual la soberanía debe pertenecer al conjunto de los ciudadanos; organización política (frecuentemente la república) en la que los ciudadanos ejercen esta soberanía”.

Se ve el deslizamiento: de una “forma de gobierno” (Furetière), se arriba primero a una “soberanía” (Boiste, Littré, Larousse), y por fin a una “doctrina” (Robert). Los ejemplos suministrados atestiguan la misma evolución cada vez más favorable a los ideales democráticos.



VI. Por otra cuestión de vocabulario
La democracia es el gobierno del pueblo. Sea. Por el pueblo. Admitámoslo. Para el pueblo. Mejor. Pero no sé qué cosa es el pueblo, no sé qué diablos es el pueblo y pienso que la confusión ha sido deliberadamente mantenida por los partidarios de la democracia. La confusión parece triple.

Antes que nada es numérica. Sé lo que es una persona, lo que son dos, tres y mil personas. ¿Pero a partir de qué número esas personas pasan a ser “el pueblo”? ¿Y cómo puede asignarse un rostro colectivo a un grupo más o menos extendido? Aquí hay una operación de prestidigitación que consiste en sustituir una cantidad de personas distintas y bien reales por una sola persona perfectamente imaginaria. Esto se ve bien en inglés donde la palabra people reclama un verbo en plural y sin embargo es percibido como singular: The American people feel that..., want to..., have decided...

Luego, la confusión es social. Valéry tiene razón en destacar que “la palabra pueblo... designa tanto la indistinta totalidad que uno no encuentra en ninguna parte, cuanto la mayoría, opuesta al restringido número de individuos más afortunados o más cultivados”. El pueblo es, según convenga, la nación o la plebe, y nunca se sabe de cuál se habla. Ya Furetière había precisado en su articulo Democracia que “en este sentido la palabra ‘pueblo’ no es ‘plebe’, sino el cuerpo todo de los ciudadanos”, y de Flers y Caillvallet no estaban equivocados al anotar maliciosamente que “la democracia es el nombre que le damos al pueblo cada vez que lo necesitamos”. Estas idas y vueltas entre la idea de que “el bajo pueblo” (o, más amablemente, “el pequeño pueblo”) es distinto de las clases llamadas superiores, y la idea de que estas clases superiores forman también parte del pueblo tomado en su conjunto (cosa que no es grave considerando que son inferiores en número), estas idas y vueltas, digo, permiten también toda clase de escamoteos y sustituciones.

En fin, hay una confusión entre lo relativo y lo absoluto. Expresiones tales como “el pueblo quiere”, “el pueblo decide”, “el pueblo está a favor de”, “el pueblo está en contra de”, propiamente no significan nada. Habría que decir cada vez: “la mayoría de los ciudadanos que han expresado su parecer, se han pronunciado a favor, se han pronunciado en contra”. Pero a partir del momento en que tengo un parecer contrario al de la mayoría, siento que hay un abuso del lenguaje al decir que el pueblo (por sobreentendido que se trata de todo el pueblo, sin excepción) tiene tal o tal otro parecer y no el mío. ¡Pero yo también pertenezco al pueblo! La cosa resulta particularmente chocante cuando “el pueblo” no es más que el 51% del pueblo, tal como lo hemos visto en el capítulo sobre las mayorías y el consenso. Cuando la Declaración de los derechos del hombre de 1798 postula que “la ley es la expresión de la voluntad general”, está formulando un contrasentido. No hay, no puede haber una voluntad general: a lo sumo no hay más que voluntades mayoritarias.

Vienen a cuento algunas palabras sobre “la opinión del pueblo” especiosamente llamada “opinión pública”. A decir verdad, propiamente no existe la opinión pública o, más bien, no debería existir la locución, toda vez que la suma de opiniones individuales no pueden conformar una opinión colectiva. Pero, ¡helás!, los fenómenos del rumor, de la moda, del mimetismo, y el uso que de ellos hacen la propaganda y la desinformación que fabrican una opinión colectiva ficticia, hacen que los individuos que presumen de tener un parecer se adhieran sin más por temor a parecer insolidarios. En particular, el procedimiento de las encuestas tiende a reforzar en “el pueblo” las opiniones que se le asignan o, mas bien, que se le alquilan, porque nada, en este mundo, es gratuito...

Brevemente dicho, la noción de pueblo no me parece suficientemente definida como para que tenga ganas de asentar sobre ella un sistema de gobierno.



VII. Porque la concepción de democracia descansa sobre una petición de principio
No puedo hacer nada mejor en este capítulo que citar a Jean Madiran, quien escribe en Les Deux Démocraties: “La democracia es buena porque el bien es la democracia; la democracia es justa porque el derecho es la democracia; la democracia está en la dirección del progreso porque el progreso consiste en el desarrollo de la democracia”.

Luminoso.

Imbatible.



VIII. Porque se querría convertirla en una religión...
La democracia que fue, recordémoslo, un modo entre otros de designación de gobernantes, se nos presenta hoy como una suerte de religión o, incluso, una religión de religiones. Y tiene de la religión lo esencial: la pretensión de monopolizar la verdad.

En las religiones, se comprende. Sin necesariamente tener la ambición de exterminar a todos los que no son cristianos, o a todos los que no practican la religión cristiana exactamente como nosotros (por más que tampoco nos privamos demasiado de esto a lo largo de los siglos), nosotros los cristianos creemos que Dios es trino, que Jesús de Nazareth era Hijo de Dios, que eso es verdad y que, por consiguiente, todos aquellos que piensan lo contrario están equivocados. Creemos esto allí donde se supone que deberíamos creerlo: si repudiamos esta creencia, ya no somos cristianos.

Por su parte, los musulmanes creen que no hay más Dios que Dios, que nunca tuvo un hijo y que Mahoma es su profeta. Si los cristianos tienen razón los musulmanes se equivocan, y viceversa. Hay que agregar que los musulmanes tienen el deber, ellos, de pasar a degüello a los infieles mientras que nosotros habitualmente no lo hacemos sino por exceso de celo, aunque el principio es el mismo: sí, ellos presumen tener el monopolio de la verdad y nosotros... también.

Si, como lo afirman en los días que corren, todas las religiones valen por igual, es que no son religiones.

En política, esta monopolización de la verdad, justificada o no, se comprende menos. Un mínimo de esta tolerancia tan declamada por los partidarios de la democracia alcanzaría para que se admita que los distintos procedimientos para elegir gobernantes son igualmente estimables, sobre todo si se tiene en cuenta la geografía y la historia. Pero allí es donde la democracia moderna desnuda sus pretensiones de alcanzar el status de religión: ya no es más un sistema de designación de gobernantes, ahora es un cuerpo de doctrina infalible y obligatoria, y tiene su catecismo: los derechos del hombre, y fuera de los derechos del hombre, no hay salvación.

La democracia moderna tiene otras notas indispensables de cualquier religión.

Un paraíso: los países democráticamente liberales con, preferentemente, una legislación anglosajona.

Un purgatorio: las dictaduras de izquierda.

Un infierno: las dictaduras sedicentemente de derechas.

Un clero regular: los intelectuales encargados de adaptar las tesis marxistas a las sociedades liberales.

Un clero secular. los periodistas encargados de distribuir esta doctrina.

Unos oficios religiosos: los grandes programas de televisión.

Un index tácito que prohíbe tomar conocimiento de cualquier obra cuya inspiración sea reprensible. Este índice resulta admirablemente eficaz bajo la forma de la conspiración del silencio mediático, aunque a veces se lo utiliza de un modo más draconiano: si bien todavía no van a parar a la hoguera, algunos libros juzgados deficientes desde el punto de vista democrático son retirados de las bibliotecas escolares como sucedió en Saint-Ouen L’Aumone.

Una inquisición. Nadie tiene el derecho de expresarse si no está alineado con la línea recta de la religión democrática y, si a pesar de todo llega a hacerlo, pagará las consecuencias. A este respecto resulta ejemplar el linchamiento mediático al que se lo sometió en Francia a Régis Debray (al cual nadie sospecharía de no ser democrático) porque puso en duda la legitimidad de los crímenes de guerra cometidos por la NATO en 1999 en el territorio de Yugoslavia.

Una Congregación de Propaganda de la Fe: las oficinas de desinformación, autodenominada de “comunicación” o de “relaciones públicas”.

Misas dominicales: y obispos que utilizan escudos protectores tomados prestados de las diversas ONG o de la ONU.

Indulgencias varias generalmente otorgadas a viejos comunistas.

Una legislación penal y tribunales encargados de castigar a quienquiera se atreva a poner en duda la versión oficial de la historia.

E incluso tropas encargadas de evangelizar a los no-demócratas “a sangre y fuego”. Lo hemos visto claramente cuando diecinueve naciones democráticas bombardearon a un país soberano con el que no estaban en guerra.

Hoy, una frase como “en el nombre de los derechos del hombre” se va extendiendo tal como “en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” se extendió durante los siglos. Quizás estemos rescatando el sentido de lo sagrado, pero no creo que sea algo sagrado de buena ley.



IX ... Pero de hecho es una idolatría
A la democracia le falta un factor esencial en cualquier religión verdadera o falsa: la trascendencia.

Esta trascendencia puede adquirir todas las formas que uno quiera, desde la metempsicosis hasta el apocalipsis, pero en todos los casos supone que el hombre venera alguna cosa que está más allá del hombre. ¿ Y bien? Digan todo lo que quieran pero los derechos del hombre no pueden ir más allá del hombre. Son, por definición, antropocéntricos.

Para mi, lo admito sin ambages, la noción misma de “derechos del hombre” constituye un sinsentido, no sólo porque reposa sobre un postulado, sino porque el postulado está mal expresado.

Se comprende que un indio patagón tenga los derechos que le otorga su jefe patagón o que los franceses tienen los derechos que le son garantizados por su republicano gobierno; o que el miembro de un club o el paciente de un hospital o el cliente de un restaurante tenga los derechos que le garantiza tal restaurante, tal hospital o tal club. Pero que el hombre tenga derechos en absoluto, que él mismo se los garantice a si mismo mediante declaraciones periodísticas, nacionales o internacionales – cosa que habitualmente de poco vale – me parece, perdón si escandalizo, una broma gigantesca.

Los chicos juegan a esta clase de juego: “juguemos a que tu serás el papá y yo la mamá” o “tu serás el marinero y yo el almirante”. Con semejante espíritu se pueden entender las juguetonas expresiones tales como “derecho a la salud” o “derecho a la felicidad”. Ahora bien, toda vez que con semejantes declamaciones no se impide que la gente se convierta en infeliz o se enferme, no me parecen que tengan ni sombra de realidad.

Tomo la Declaración de 1789 y me cuestiono afirmaciones como las que siguen:

“El fin de la sociedad es el bienestar de todos” ¿Qué cosa es un bienestar para todos? Que se me suministre una definición que no sea la suma de los bienestares individuales.

“Todos los hombres son iguales por naturaleza” ¿Verdaderamente? ¿Los grandes y los pequeños, los lindos y los desgraciados?

”La ley es la expresión libre y solemne de la voluntad general”. Muy bien. ¿Y qué es, por favor, la voluntad general?

“Los delitos de los mandatarios del pueblo y de sus agentes en ningún caso deben quedar impunes. Nadie debe pretender ser más inviolable que los demás ciudadanos”. ¡Estaría bueno si se pudiera aplicar bien! ¡Si siquiera se pudiera aplicar! ¡Riámonos, oh mis contemporáneos, vosotros que no juráis sino por la inmunidad o la amnistía!

Tomo la Declaración universal de 1984 y allí leo que “todos los seres humanos... deben interactuar con espíritu de fraternidad”. Atención: ¡deben! ¿ Se trata de un derecho o de un deber? ¿Y en nombre de quién se establece semejante deber?

“Nadie será sometido a la tortura...”. El tiempo futuro del verbo es conmovedor: me hace acordar a “Tú serás el papá y yo la mamá”.

“Nadie puede ser arbitrariamente detenido...”. ¿Pero qué quiere decir “puede”? ¿No habría que leer allí “debe” puesto que “puede” es obviamente absurdo?

“La voluntad del pueblo es el fundamento de la autoridad de los poderes públicos”. Una vez más, ¿no será demasiado suponer que el pueblo tiene voluntad colectiva?

“La familia es la célula fundamental de la sociedad y tiene derecho a que la sociedad y el Estado la protejan” ¿Y si la sociedad favorece el concubinato de los pederastas y si el Estado remunera a los fabricantes de lesbianas...?

No niego que algunas de las ideas que sostienen esta monserga tienen cierto poder seductor, pero, para significar alguna cosa me parece que deberían, por una parte, expresarse bajo la forma de deberes concretos antes que derechos abstractos y, por otra parte, debería fundarse sobre la autoridad que está más allá de la del hombre y, por tanto, nunca sobre la humanidad que no es más que la adición de todos los hombres vivientes, que hayan vivido o llamados a vivir.

Ya lo constataba Dostoievsky: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Y si los hombres se arrogan el derecho de Dios de decir qué está bien y qué está mal, nada bueno puede resultar, por lo menos según el Génesis.



X. Porque se asienta sobre uno u otro de dos postulados
Admitamos, por un instante, que el vocablo “pueblo” significa lo que algunos piensan, a saber, que cada pueblo puede ser reducido a un denominador común y que resulta perfectamente legítimo asignarle una voluntad colectiva.

– El pueblo espontáneamente quiere el Bien, y accesoriamente, su propio Bien.

– Lo que el pueblo quiere inmediatamente se convierte en el Bien.

Según el primer postulado, el Bien le es dado anticipadamente y el pueblo lo encuentra naturalmente gracias a una operación digna del Espíritu Santo pero que se realiza sin él, por el milagro de la democracia. Basta con hacer lo que quiere el pueblo para que todo ande bien, es decir, para que triunfen la virtud y la prosperidad a la vez. Es la democracia de Rousseau.

Según el segundo postulado, todo lo que quiere el pueblo es, por definición bueno. Si el pueblo quiere costumbres castas, eso es bueno; si quiere relajamiento general, eso es bueno; si quiere la paz, perfecto; si quiere la guerra, perfecto también; si quiere destruir a los demás pueblos, tiene derecho; si quiere destruirse a si mismo, que le valga; si quiere, como escribe Madiran, “decretar lo justo y lo injusto, el bien y el mal, prohibir lo lícito, obligar a lo monstruoso y retocar en ese sentido su Constitución, no hay contra esta voluntad popular ningún recurso democrático, legal, ni legítimo”. Es la democracia moderna.

En la primera hipótesis, el pueblo descubre el bien; en la segunda, lo funda. En la primera, nos embarcamos hacia Utopía; en la segunda, hemos partido hacia Sodoma. El primer postulado me parece ingenuo y el segundo odioso. Pero desgraciadamente sucede que, a fuerza de compenetrarse con el primero, se termina por aceptar el segundo.

El refrán romano Vox populi, vox Dei, del que las añoradas páginas del Larousse dan esta sabrosa interpretación: “Adagio según el cual se establece la verdad de un hecho, la justicia de una cosa sobre la base del acuerdo unánime de las opiniones del vulgo”, permite ceñir estrechamente los dos postulados que nos interesan.

Vox Dei, vox populi: basta con escuchar la voz del pueblo para oír la de Dios que habla a través de Él. Es el primer postulado.

Vox populi, vox Dei: la voz del pueblo debe ser recibida como la voz de Dios, dicho de otro modo, el pueblo es Dios. Es el segundo postulado.

El suizo Amiel escribía: “La democracia descansa sobre esa ficción legal por la cual la mayoría no sólo dispone de la fuerza sino también de la razón, que posee al mismo tiempo sabiduría y derecho”. Una “ficción legal”: no sabríamos decirlo mejor.



XI. Porque está preñada de totalitarismo
Está de moda oponer la democracia al totalitarismo.

Eso presupone que se pase en silencio no sólo el hecho de que Napoleón III plebiscitó al Segundo Imperio y que Adolfo Hitler fue democráticamente elevado al puesto de Canciller del Reich, sino esto otro, que es más grave: que los totalitarismos políticos, como lo recordábamos más arriba, siempre invocaron los ideales democráticos. Subrayemos que en ningún caso los regímenes monárquicos ni los regímenes aristocráticos engendraron totalitarismos: para eso siempre hizo falta pasar antes por el estadio democrático. En Francia, antes del Terror hubo un 14 de Julio y en Rusia hubo un Febrero antes de un Octubre.

Con todo, hay totalitarismos y totalitarismos.

Nos hemos preguntado muchas veces, ya que el proceso de Nüremberg tuvo lugar, haciendo jurisprudencia, y ya que se le agregó una reprobación indeleble al partido nacional-socialista alemán, por qué ningún criminal comunista fue jamás juzgado y personajes que abiertamente proclamaban la doctrina comunista y su afiliación al partido comunista eran recibidos en todas partes, tanto en los salones como en los altos sitiales de los gobiernos democráticos. Sin embargo, los respectivos crímenes del nazismo y del comunismo son numéricamente incomparables: menos de diez millones de un lado, más de cien del otro,

Este curioso fenómeno se explica, me parece, con el siguiente análisis.

El nacional-socialismo estaba fundado sobre dos ideales: uno más racista que nacionalista, el otro socialista, es decir, democrático. Estos dos ideales desembocaron, el uno y el otro, en el totalitarismo. En la medida en que el baldón del totalitarismo podía ser atribuido al ideal nacionalista, que no es, esencialmente, democrático, a las democracias les resultaba posible condenarlo y extirparlo. A pesar de su cocina democrática, no había parentesco entre el ideal del Tercer Reich y las democracias occidentales.

El comunismo estaba fundado sobre un solo ideal: el ideal democrático. Pero también es cierto que cada vez que el comunismo desembocaba en una dictadura, invariablemente se cayó en una tiranía y nunca en una democracia. Las estructuras comunistas con un partido formando una elite y un presidium todopoderoso más bien recordaban las estructuras aristocráticas y oligárquicas; y sin embargo el ideal permanecía siendo “popular”: testigos son los serviles regímenes vigentes en los países satélites de la U.R.S.S. que se autotitulaban "repúblicas democráticas populares” , lo que equivalía a repetir por tres veces más o menos la misma cosa.

Siendo “ popular” , desde el punto de vista de un demócrata el comunismo no puede ser enteramente malo.

Y todavía eso no es lo más grave.

La democracia - cuando ya no es una manera de elegir gobernantes - tiende hacia lo absoluto. Se ha denostado a las monarquías absolutistas... ¡y bien; hablemos de ellas! Racine, el historiógrafo de Luis XIV escribía sin remilgos: “ Sólo Dios es absoluto” . Las monarquías siempre invocan principios superiores a ellas mismas: el derecho divino, la tribu, la nación. Si frecuentemente han sido tiránicas en los hechos, nunca lo fueron en esencia. En cambio la democracia es absolutista por definición, como lo atestigua la famosa fórmula “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” , que retoma, por ejemplo, la Constitución de la República Francesa de 1958. En materia de concepciones absolutistas, no hay cosa que pueda ir más lejos. No hay cosa que se parezca más al perpetuum mobile, esa aberración de la Física.

En sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa, Burke tiene razón en insistir sobre los peligros de este absolutismo. “En una democracia - escribe - la mayoría de los ciudadanos está en condiciones de ejercer las opresiones más crueles sobre la minoría [...] y esta opresión de la minoría llegará a mucha mayor cantidad de gente y se llevará a cabo con mucha más furia de la que se puede esperar de la dominación de un solo cetro. Bajo semejantes condiciones de persecución popular, las víctimas individuales se encuentran en una situación mucho más deplorable que bajo ninguna otra. Bajo un príncipe cruel, la compasión de la humanidad viene a poner bálsamo sobre sus heridas; los aplausos del pueblo animan la generosa perseverancia que exhiben en sus sufrimientos; pero aquellos que son maltratados por la multitud se ven privados de toda consolación externa. Parecen abandonados de la humanidad, aplastados por un complot de toda su especie”. Proféticamente, Burke va más lejos: “ ¡Qué instrumento eficaz del despotismo se iba a encontrar en ese gran comercio de armas ofensivas, los derechos del hombre!” .

La historia nos muestra que estos desbordes totalitarios de la democracia son cosa corriente. En el nombre de los derechos del hombre, la Revolución Francesa terminó en el “ populicidio” de la Vendée. Las guerras de la Revolución fueron libradas so pretexto de liberar del despotismo a los pueblos europeos. La colonización republicana de África pretendió que aportaba los beneficios de la democracia a presuntos “salvajes” . Los revolucionarios liberales rusos de febrero de 1917 tornaron posible y lógico el golpe de estado bolchevique de octubre con las consecuencias que ya se conocen.

Pero lo interesante no es tanto que el totalitarismo democrático puede, en algunos casos, convertirse en sangriento, sino que eso mismo parece estar inevitablemente inscripto en la naturaleza misma de su absolutismo democrático.

Por definición, la democracia no se reconoce límites.

Es cierto que, desde algún tiempo a esta parte, simula preferir los métodos de coerción más dulces, mas no es sino cuestión de circunstancias: el número de intervenciones armadas de los Estados Unidos en Estados soberanos sería menos inquietante si no fuera que todas ellas se realizaron en nombre de la democracia. Animal grande, gran apetito. Siempre fue así, pero si el lobo persuade al cordero de que está obligado a vapulearlo para enseñarle a vivir democráticamente, y sobre todo si el cordero le cree, entonces, en efecto, los derechos del hombre se convierten en un “ eficaz instrumento de despotismo” .

Tal vez más instructivo sea la dominación, casi total en Occidente, de una ideología difusa que se da en llamar ya el Pensamiento Único, ya lo Políticamente Correcto, ya lo Pensado-para-Usted y que, a imitación de la ideología comunista que disponía de una "lengua de madera", inventó su propio parloteo que algunos dieron en llamar "lengua de algodón".

Los espíritus autodenominados de derecha se han imaginado durante mucho tiempo que esta ideología estaba teleguiada por los servicios de propaganda, de desinformación o de influencia del comunismo. La caída del comunismo ha demostrado que no había nada de eso: esta ideología es parte inherente y fatal de la propia democracia.

Como tal, tiene ramificaciones infinitas en todos los dominios, pero todos emanan de un simple axioma: toda autoridad que no haya pasado por las horcas caudinas del sufragio universal, o que no haya sido delegada por una autoridad que haya pasado por las horcas caudinas del sufragio universal, es ilegitima, inmoral, intolerable y debe ser combatida por todos los medios, desde la supresión de la libertad de pensamiento hasta el terror.



XII. Porque se asienta sobre el vértigo del número
La democracia se funda sobre la cantidad de los votantes y no sobre su calidad, tanto a nivel del sufragio universal como en los diversos parlamentos. Hablando de democracia siempre, necesariamente, por definición, la cantidad es lo que vale. Esto me escandaliza.

En La crisis del mundo moderno, René Guénon escribía: “En el fondo de la idea ‘democrática’ está la idea de que un individuo cualquiera vale igual que otro porque son iguales numéricamente. Y es disparate porque nunca se puede comparar a las personas sólo desde un punto de vista numérico” . En La Commune del 18 de mayo de 1871, Georges Duchène se indignaba con más acidez: “La verdad, la ley, el derecho, la justicia, dependerán de ¡cuarenta diputados que se levantan contra veintidós que permanecen sentados!” .

No es que el número no tenga su importancia. Si varios especialistas en alguna competencia se reúnen para emitir su dictamen sobre una situación determinada, supongamos de tácticos antes de una batalla o de médicos ante un enfermo, se justifica seguir el parecer de la mayoría de los que estén de acuerdo entre ellos. Pero a partir del instante en que no se requiere ninguna competencia, sería difícil rebatirlo a Burke. “Se dice que veinticuatro millones deberían triunfar sobre doscientos mil. Es correcto si la constitución de un reino fuese un problema aritmético” . Pero no lo es. Séneca llegó a decir que “la opinión de la multitud es indicio de lo peor” y Gandhi dijo que “multiplicar el error no lo convierte en verdad” . Lamartine admitía con ingenuidad que “el sufragio universal es la democracia misma”. Y sí, ahí está el problema.



XIII. Porque se asienta sobre el vértigo de la igualdad
En general se asocia la democracia con las nociones de igualdad y de libertad sin tener en cuenta que la igualdad y la libertad habitualmente son inversamente proporcionales, tal como lo subrayó Soljenitsyn en su discurso en Lucs-sur-Boulogne. En efecto, no se puede alcanzar igualdad absoluta sino suprimiendo enteramente toda libertad e, inversamente, toda libertad acordada necesariamente desemboca en crecientes desigualdades. Pero supongamos que la vocación de la democracia consiste en conciliar estos dos ideales impidiendo que uno se desarrolle en detrimento del otro. Esta sería una misión calificada y no les ha ido del todo mal a los que lo han intentado como veremos más adelante.

Desgraciadamente, el caso es raro.

Ordinariamente las democracias no tienen respecto de la libertad más que una simpatía estrechamente contingente. Basta con bautizar a un adversario como “enemigo del pueblo” o “traidor social” para que las libertades de pensar y de expresión le sean inmediatamente cercenadas. “Ninguna libertad para los enemigos de la libertad” es el eslogan absolutista, característico de la mentalidad democrática y que, por otra parte, podría justificarse con el demócrata diciéndole al no-demócrata: “Si usted no quiere aplicar mis reglas, abandone el juego y, en ese caso, lo meto preso” . Ahora bien, ¿en qué eran enemigos los paisanos de la Vendée que querían continuar con sus misas celebradas por sus sacerdotes no juramentados? ¿En qué eran enemigos de la libertad los campesinos ucranianos que querían conservar sus cosechas y sus bestias? En este caso se sabe lo que les ocurrió a unos y otros, lo que se explica bastante bien si se reemplaza el eslogan enmascarado “Ninguna libertad para los enemigos de la libertad” por el eslogan desenmascarado “Ninguna libertad para los enemigos de la igualdad” .

Hoy también, en la mayor parte de los casos, las democracias parecen favorecer sistemáticamente la igualdad, con todas las limitaciones a la libertad individual que eso supone. El número de leyes, decretos, edictos, reglamentos administrativos que nos ligan y que asfixian al Estado y a la política es cada vez mayor. Y el hecho de que todo ciudadano europeo vive ahora bajo una doble subordinación, la nacional y la europea, multiplica las enojosas trampas con que se cercenan las libertades de los hombres y de los ciudadanos.

Para mejor se les impone la igualdad de un modo cada vez más despótico.

Flaubert, el reaccionario, escribía a la socialista George Sand: “El gran sueño de la democracia es elevar al proletario al nivel de estupidez del burgués. El sueño, en parte, se ha cumplido” .

Es cierto que al principio la broma se cumplió parcialmente en la democracia francesa, por ejemplo la de la Tercera República, que tenía por cometido elevar al proletario al nivel del burgués en lo que a prosperidad y cultura se refiere. Pero en verdad ya no es el caso. Más bien pareciera que el fin de la democracia moderna es el rebajar al burgués al nivel del proletario, nivelación sistemática hacia abajo, por ejemplo en todo lo que se refiere a la educación nacional: es bajando el nivel del bachillerato que se puede otorgar el título a un mayor número de candidatos, lo que no puede sino tener un efecto demagógico positivo, aunque en lo cultural resulte negativo, sin hablar del daño que se les causa a los propios estudiantes, sistemáticamente engañados en cuanto a su propia competencia...

No se había equivocado Montesquieu en El espíritu de las leyes cuando dijo que “El amor de la democracia es el de la igualdad” .

Así es que, siendo que la naturaleza humana se inclina más frecuentemente hacia la envidia que hacia la generosidad, generalmente las que quieren democracia son las clases menos favorecidas en la esperanza de atenuar las diferencias que las separan de las clases que se tienen por superiores mientras que éstas, no teniendo nada que perder, se esfuerzan en mantener el statu quo. Estos conflictos, que tienen más de “quítate de allí para que pueda ponerme yo” que de lucha de clases como quería Marx, son perfectamente naturales e incluso, en la medida en que un Estado vigilante asegure su regulación, tienen un saludable efecto vital ya que no se fundan sobre la igualdad hacia donde tienden sino sobre la desigualdad de donde provienen. Por el contrario, en cuanto se cruza cierto umbral de fecunda desigualdad, la entropía igualitaria comienza a hacer de las suyas.

La progresiva clausura del abanico de salarios y, bajo la presión fiscal, de los impuestos, está hecha para seducir a la masa, pero resulta catastrófica para el arte de vivir de una nación. Uno no puede sino regocijarse de la progresiva desaparición de cierta miseria, pero ¿habrá que felicitarse igualmente del empobrecimiento de las clases adineradas que, no hace tanto, tenían los medios de favorecer las artes, desde la ebanistería hasta la ópera?

¿No habría que inquietarse también con la formación de un lumpenproletariat típicamente contemporáneo y que se origina en una igualdad tan obligatoria como utópica? Tenemos mayor cantidad de bachilleres y más iletrados; menos pobres y más huelguistas. Por otra parte, hay abismos de distancia entre un antiguo egresado de una grande école y un universitario recientemente diplomado. No se ve qué puede haber de saludable en semejante evolución.



XIV. Porque desde las “Luces” hasta las “Antorchas” no hay más que un paso, como se vio claramente en 1789.
No todas las democracias son revolucionarias, no todas la revoluciones son democráticas, aun cuando Soljenitsyn se haya animado a decir en el mismo discurso de Lucs-sur-Boulogne que eran todas malas. Sin dudas, la confederación helvética es democrática, pero eso surgió de su independencia y no de una revolución. La sedicente revolución americana no lo era: era también la afirmación de independencia de una nación que se sentía lista para volar con sus propias alas. Que estas dos declaraciones de independencia no hayan sido sangrientas no excusa para nada el sospechoso parentesco que la democracia cultiva con el síndrome revolucionario. Quien dice “democracia” dice “derechos del hombre” , quien dice “derechos del hombre” dice “1789” , quien dice “1789” dice “iluminismo”.

Sí, pero quien dice “1789” dice también “1793” , carmañola, guillotina, ahogamientos, pueblicidios, columnas infernales, matrimonios republicanos, seiscientos mil muertos, asesinato público de Luis XVI, María Antonieta y Mme. Elizabeth, rapto y homicidio clandestino del duque de Enghien. Brevemente: “antorcha” , porque el camino es corto desde la Enciclopedia hasta el Terror, desde has luces de los sedicentes filósofos y las antorchas incendiarias abundantemente provistas por los sedicentes patriotas.

“La Revolución es una”, decía Clemenceau.

¡Oh sí! todos los regímenes han cometido atrocidades. Desde San Bartolomé al suplicio de Damien, la vieja Francia no se ha privado de ellas y la misma religión cristiana ha pecado por el filo de la espada y las hogueras preparadas con leña resinada. Pero la democracia convertida en la religión de los derechos del hombre brilla más y más como culto de la tolerancia que va hacia la práctica generalizada de la intolerancia.

Su forma moderna es el Tribunal Penal Internacional, instituido en La Haya sin mandato de la ONU, menos para juzgar a criminales cuanto para condenar a cualquiera que tenga el honor de molestar a la seudo “comunidad” internacional paradójicamente constituida por 19 Estados sobre un total de 185 miembros de las Naciones Unidas.



XV. Porque la democracia es contra-natura
No quiero otro testigo más que el mismo Juan Jacobo Rousseau que escribió en La Nueva Eloísa: “Si se toma el término con todo el rigor de su acepción, no existió nunca una verdadera democracia, ni existirá jamás. Va contra el orden natural que la mayoría gobierne y que la minoría sea gobernada” .

No está mal.

Basta con contemplar un motín o una pueblada para advertir que sus jefes nunca son elegidos sino que se imponen por la fuerza. Anticipo las objeciones: los hombres no son animales (¡Oh! ¡Casi nunca!) y el hombre es “un ser cuya esencia contradice el modo de existencia, un ser de naturaleza cuya esencia consiste en contradecir la naturaleza, a dominarla en sí mismo por su voluntad y fuera de sí mismo por la técnica” (Hubert Saget, Ontologie et Biologie). Brevemente el rol de la democracia consiste justamente en expurgar al hombre de entre las bestias - reino al que habitualmente pertenece - y enseñarle a vivir ya no como manada sino como tropa.

Muy bien.

Eso no quita que, en todas las civilizaciones, la minoría sea cual fuere la manera en que resultó elegida, aunque sea democráticamente, siempre salió de entre la mayoría y siempre la ha comandado, cosa que nunca le resultó simpática al espíritu de la democracia-derechos-del-hombre. Por más que no le guste, la aparición de una aristocracia - sea ésta del talento, del mérito, de la riqueza, de la herencia real o supuesta - es un fenómeno natural; y resulta que la aristocracia es por definición una minoría. Para impedir que funcione este fenómeno y para imponer el gobierno de la mayoría resulta necesaria una legislación fundada sobre un ideal abstracto, frecuentemente desmentido por la realidad de los hechos.



XVI. Por razones estéticas
Es cierto que, estéticamente, la idea de democracia, esa lúgubre planicie dónde 1=1=1=1 hasta el infinito, no me seduce. Prefiero las estructuras más jerarquizadas, más coloreadas, más arquitectónicas.

Por sobre todo quiero hablar del balance estético de las democracias comparadas con otros regímenes.

Por supuesto que sé muy bien que los más bellos templos griegos fueron construidos en un período llamado democrático, que existe una pintura suiza no enteramente desdeñable y que se puede considerar a los rascacielos norteamericanos como obras de arte. Pero no puedo dejar de pensar que el arte resulta de dos cosas: por una parte es un lujo y por otra una investigación apasionada en búsqueda de la verdad. Ahora bien, por una parte la democracia moderna reprueba puritanamente al lujo y por otra considera que hay en ella misma tanta verdad cuanto le hace falta a la humanidad para encuentrarse cómoda en el dominio de lo estético.

Véanlo en Francia, a la que el Antiguo Régimen le legó la place Vendôme y el Nuevo, Beaubourg; el Antiguo, el Palais-Royal, el Nuevo, las columnas de Buren; el Antiguo, el Louvre, el Nuevo, su pirámide. Comparen la acción de los mecenas del pasado y la de los “sponsors” privados o las administraciones públicas de hoy en día. Toda vez que el buen gusto, para parafrasear a Descartes, es la cosa peor repartida del mundo, es la menos democrática.



XVII. Porque la democracia nunca ha funcionado verdaderamente
Esta declaración puede parecer sorprendente en nuestra época en la que habitualmente se piensa que es el único régimen viable, pero echemos una ojeada a las grandes democracias de la historia.

La democracia ateniense estaba fundada sobre la esclavitud, cada ciudadano ateniense disponía en promedio de unos cinco esclavos. Había ciertamente igualdad entre los ciudadanos, pero no entre los habitantes ya que un sexto de la población era dueña de los otros cinco sextos.

La república romana no fue muy democrática. La fórmula Senatus populusque Romanus indica que Roma se concebía como una sociedad de dos escalones, los patricios y los plebeyos, a los que hay que agregar un tercero: los esclavos que, desde el siglo III se convirtieron en tantos que los plebeyos fueron dispensados de trabajar.

Seguramente la democracia suiza es la que más invita a la admiración, pero es una democracia directa, largamente compensada por las estructuras tradicionales de la sociedad, en particular la de sus cantones. El suizo que vota, generalmente lo hace sobre cuestiones de su incumbencia y competencia.

La democracia inglesa pasa por haber sido fundada sobre la Carta Magna arrancada a Juan sin Tierra por los barones sublevados, allá por 1215. Sus principales artículos garantizaban los derechos de los feudos y los privilegios de las ciudades. Recién en 1679 el habeas corpus comenzó a garantizar la libertad individual. El progresivo debilitamiento del poder real estaba largamente compensado por una estructura social oficialmente de dos escalones - la cámara de los lores y la de los comunes - pero que en realidad tenía tres escalones: los lores, la gentry que muy pronto se mezcló con la alta burguesía, y el bajo pueblo. Por su parte, la clase media se fraccionaba, desde el punte de vista social, en tres escalones: upper middle class, middle middle class y lower middle class, con, arriba de todo, la upper class y, abajo de todo, las lower classes, en plural. En tanto se mantuvo esta columna vertebral, Gran Bretaña, a pesar de los limites de su territorio y de su población, permaneció como una nación grande, en la que el concepto de “gentleman” , fundado antes que nada sobre una diferencia de raza, luego de clase, luego de cultura, aseguraba así la regulación del flujo social ascendente.

En todo eso, la monarquía jugaba un papel simbólico esencial, aunque sin verdaderas responsabilidades políticas. Cuando, bajo la presión de los comunes, los reyes se pusieron a fabricar lords sin arte ni concierto, diluyendo así la calidad en la cantidad, la sociedad inglesa comenzó a vacilar con los resultados que ya se conocen. Y eso que la legislación británica permitió la conservación de algunas grandes fortunas que aseguran al país un cierto equilibrio en la continuidad.

La democracia americana fue fundada por aristócratas como Jefferson y Hamilton y poco faltó para que Washington fuera ungido rey;

Desde entonces varios factores, más sociales que políticos, han jugado un papel en atenuar los defectos de la democracia;

Las grandes familias: a los americanos les parece natural que los presidentes de la República sean parientes próximos, que un presidente reclute a su hermano como ministro de Justicia o que otro confíe a su mujer la organización de la salud pública.
Las grandes fortunas: por ejemplo, las principales embajadas americanas son otorgadas sistemáticamente como puestos políticos a quienes han sostenido las campañas electorales con sus finanzas.
Las grandes universidades de Ivy League: forman una elite tradicional cimentada por un estilo de vida común, convicciones comunes y, frecuentemente, de matrimonios del mismo medio.
Las sociedades secretas salidas de las grandes universidades: sus miembros comparten una buena parte del poder político.
La tradición religiosa protestante, en la que todo éxito material es percibido como una recompensa divina.
El unánime respeto de la Constitución como una institución sagrada.
La general aceptación de los diferentes niveles de vida que consagra los éxitos profesionales más o menos notables, pudiendo llegar el salario de un patrón hasta quinientas veces el de un empleado.
Y sin embargo, es cierto que los Estados Unidos de América han hecho de la democracia un sistema absoluto que pretenden imponer al mundo - cosa que proviene a la vez de una necesidad de hegemonía natural en una gran nación, de un mesianismo heredado de los puritanos y de la justificada convicción de que la expansión de la doctrina democrática es buena para la apertura de nuevos mercados - aunque hay que notar que la versión, sin atenuantes de ninguna especie, que ellos destinan a la exportación, difiere considerablemente de la versión doméstica.

Veamos ahora la historia de la democracia francesa.

Ella fue, antes que nada, la obra exclusiva de la burguesía. Al principio, el pueblo llamado “pequeño” no se benefició en absoluto con ella, sirviendo de carne de cañón a los ejércitos de la República, luego del Imperio, luego nuevamente de la República. A fuer y a medida que las ideas sociales - que no son necesariamente democráticas - progresaron invenciblemente, hubo que renunciar al sufragio censatario, esa aberración de la codicia, para dar lugar al sufragio universal, esa aberración de la inteligencia. Las fuerzas propiamente populares hervían sordamente desde la Revolución Francesa que, desde su punto de vista, estaba mancada, y la burguesía no se hizo mayores problemas con aplastarlas ni bien asomaban la cabeza, como sucedió con la Revolución de los Comuneros en Paris. Se vio bien, cuando la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Argelia, que Francia no estaba reconciliada consigo misma, lo que no llama la atención cuando se piensa que es el único país del mundo que tiene una fiesta nacional y un himno nacional que celebra la división y no la unión. Mientras tanto, a lo largo de doscientos años se había modificado la Constitución dieciséis veces; con las aventuras coloniales se había violado descaradamente uno de los principios de base de la democracia, el sacrosanto “derecho de los pueblos a la autodeterminación” ; y no se había extraído de las urnas ni un solo estadista de fuste. La democracia había confirmado a algunos, como Napoleón o como de Gaulle, si así se los quiere considerar, pero ninguno había accedido al poder mediante la máquina electoral que, en Francia, no sirvió más que para destilar mediocridad cuando no supura directamente corrupción.

Lo digo abiertamente: soy “medianamente” democrático y me presto de buena gana a deshojar la margarita de las democracias. En Suiza tal vez lo hubiese sido apasionadamente; en los Estados Unidos, un poco; en Francia, nunca.



XVIII ... y porque ahora ya no puede funcionar en absoluto
En la belleza de su concepción original, que no tengo por qué negarlo, la democracia - abstracción hecha de sus resonancias populistas, igualitaristas, moralizadoras - viene en definitiva a decir que es bueno que los miembros de un determinado grupo elijan a sus jefes y que es bueno que sus jefes cumplan con el mandato que les es conferido, esto es, que respeten la opinión de sus mandantes. Hasta aquí, nada que criticar, salvo que los mandantes no necesariamente tienen razón y que los mandantes de otro candidato a lo mejor no están equivocados.

Hemos visto las reservas que hice respecto de la noción de opinión colectiva. Pero llegaría incluso a reconocer que, en la medida que se la considere como la suma algebraica de las distintas opiniones individuales, se puede defender no sólo su existencia sino también su legitimidad. Aun la prensa ha jugado un papel relativamente honorable en este asunto en la medida en que hubo órganos para predicar lo contrario uno de otros. ¡Helás!, todo eso ha cambiado: los medios masivos de información contemporáneos tornan no sólo ilusorio el concepto de opinión pública, sino que ya es materia de risa. En nuestros días una cuasi-unanimidad camina automáticamente gracias a los procedimientos de manipulación de la información, a los cuales, según los expertos, sólo se resiste un 7% de la población. Pero lo que se llama opinión pública ya no puede ser un parecer sincero e independiente. La inmensa mayoría del público se impregna completamente del pensamiento único que le sirenan cotidianamente diversos órganos de información y de desinformación (que no tienen de diverso más que los nombres y que machacan al unísono más o menos la misma cosa).

Esto hay que verlo bien:

en un régimen autoritario debe obedecerse a la autoridad, y se puede pensar lo que se quiera;
en un régimen totalitario se puede, en rigor, desobedecer la autoridad, pero resulta indispensable pensar lo que el régimen piensa;
en un régimen de democracia absoluta ya no se puede pensar sino lo que piensa la autoridad y, por consiguiente, las nociones de obediencia o de desobediencia resultan superadas. Algo así tenía en vista George Orwell cuando mostraba cómo su héroe amaba a su torturador.
Si la democracia es asunto de opinión, los mass media democráticos han tornado imposible toda veleidad democrática.



XIX. Porque de todas maneras igualmente podemos elegir
La propaganda actual tiende a hacernos creer que la humanidad no tiene más elección que entre la democracia, fuente de todos los bienes, y el totalitarismo, fuente de todos los males.

Es falso. Se puede, desde luego, adherir a una teoría según la cual, en el curso de la historia, todos los pueblos han sufrido regímenes desastrosos, que por fin los Estados Unidos de América concibieron una Constitución ideal, bajo la cual los egipcios, los súmeros, los griegos del siglo de Pericles, los mandarines de China y los aborígenes de Australia hubieran sido más felices, y que ahora debe imponérsela a todas las naciones del mundo, lo quieran o no.

Se puede también mostrar más respeto y curiosidad y notar que, para elegir gobiernos, hay otros modos que no son democráticos. Que no se me cite a Churchill: “La democracia es el peor de los regímenes, excepto todos los demás” . La boutade es graciosa, pero no significa literalmente nada. No hay más que mirar la historia para ver que otros sistemas han sido satisfactorios.

La monarquía más o menos hereditaria, por un lado opuesta a la democracia, y por el otro a la “tiranía”, ha sido el régimen más extendido en el mundo durante milenios. Era tan popular que los mismos hebreos, a pesar del consejo de los ancianos, reclamaron un rey para “hacer como todas las naciones (I Samuel, VIII: 5). La importancia de la heredad ha sido frecuentemente decisiva. En el antiguo Egipto no bastaba con ser hijo del faraón para aspirar a reinar: hacía falta ser hijo del faraón y de su hermana. Los Estados Unidos de América se han esforzado considerablemente para hacerle confesar a Hiroito, el emperador 124 del Japón, que no era de raza divina. Albert Camus, poco sospechoso de reaccionario, definía a los verdaderos monárquicos como “aquellos que concilian el verdadero amor del pueblo con el disgusto por las formas democráticas”.

Precisemos: la monarquía hereditaria no era un modo de elegir gobernante sino más bien un medio de evitar el tener que elegir al gobernante. La elección primera, quedaba hecha de una vez por todas, sea por medio de una elección entre partes, sea por medio de un combate singular, sea como consecuencia de un azar atribuido a la divinidad. Y esa elección se perpetuaba por dos razones: una, sobre la base de que se heredarían las supuestas cualidades del jefe (“buen perro de caza, pura raza, buena sangre, no puede mentir” ); la otra procedente de una constatación elemental: la instalación de un nuevo jefe cuesta siempre mucho esfuerzo, plata y algunas veces sangre que conviene economizar.

Bajo la república, los romanos elegían dos cónsules que, en caso de necesidad, cedían su lugar a un dictador único y temporario, el que debía ser un antiguo cónsul que designaba a uno u otro de los cónsules en actividad, luego de tirar suertes entre ellos.

Julio César, patricio si los hubo, se dejó llevar al poder por la plebe al precio de una guerra civil. Después de él, el Imperio romano recurrió al sistema de adopción, esto es, la designación del jefe por su predecesor. Este sistema funcionó más o menos hasta el momento en que fue reemplazado por la aclamación: las legiones nombran entonces a su general preferido creando así una inestabilidad que finalmente llevó al Estado a su perdición.

En Polonia, la monarquía electiva, enteramente en manos de la nobleza a tal punto que el voto desfavorable de un solo noble podía hacer fracasar la elección, con todo, ha conocido horas de gloria.

Diversos países han vivido bajo sistemas oligárquicos que cumplieron perfectamente su cometido: no se sabe que la república de Venecia, ni la de Génova, se hayan quejado mucho de haber adoptado tal sistema.

Si el del infantazgo dio resultados deplorables en Rusia - siendo que el país se encontraba fracturado cada vez que se moría un príncipe que quería dotar equitativamente a sus descendientes - la feudalidad occidental, con sus articulaciones orgánicas de señores feudales, vasallos y valvasores, puso las bases del mundo en que vivimos.

Tanto bajo la “tiranía” como bajo la democracia, los antiguos griegos designaban cerca de un millar de sus magistrados echando suertes, lo que tenía el mérito de darle una chance de vez en cuando a la competencia y a la virtud.

En todas las civilizaciones, frecuentemente el voto ha sido una de las maneras de elegir gobernantes, pero ordinariamente era un voto reservado a los pares, a los jefes de tribu, a los patriarcas, a los guerreros que habían demostrado su valía. Hugo Capeto fue elevado a los honores por señores que prácticamente eran sus pares y el emperador del Sacro Imperio era elegido por electores hereditarios.

El Papa es elegido por un colegio de cardenales que a su vez han sido designados por el Papa, y elegido de entre los obispos, igualmente nombrados por el Papa. Estamos lejos del sufragio universal.

Los dictadores que han arrebatado el poder después de una guerra civil, o simplemente de una guerra, o de una intriga, o de un golpe de Estado, no siempre han hecho mal trabajo, sobre todo si se los compara con Hitler, elegido de la manera más democrática que hay. Generalmente las clases dirigentes se reclutan por heredad o por cooptación muchas veces matrimonial, pero sus funcionarios difieren según los países. La aristocracia francesa originalmente estuvo ligada a la tierra, la rusa casi exclusivamente por su servicio al Zar. Un noble portugués que ya no tiene los medios de “vivir noblemente” pierde su nobleza.

Toda autoridad supone el asentimiento de aquellos que la reconocen, aun si no se asienta sobre una democracia. “Soy su jefe, debo seguirlos”, decía un oficial francés haciéndose eco inconscientemente de Burke: “ Aquellos que pretenden guiar, deben, en gran medida, seguir. Deben conformar sus propuestas al gusto, al talento y al carácter de aquellos sobre los que quieren mandar”. Un embajador francés se extasiaba ante la facilidad con que Catalina la Grande se hacía obedecer. Ella rió: “Averiguo qué tienen ganas de hacer y luego se los ordeno” .

Si esto es verdad, no hay autoridad que pueda ser usurpada durante mucho tiempo aunque, para que sea legítima, las gobernantes no deben depender del capricho de sus gobernados. A veces la democracia garantiza esto; pero también ocurre que no lo hace y, en cualquier caso, otros regímenes lo hacen tan bien como ella.



XX. Porque la democracia es raramente democrática
Una vez más, no niego lo que puede haber de seductor en la idea democrática, pero no veo que la democracia real cumpla con sus promesas. Como medio de designar gobernantes está expuesta a todas las trampas electorales: de un lado del Atlántico se interpretan falazmente las boletas del voto; del otro, se hace votar redondamente a los muertos. No está lejos el tiempo en que, del otro lado del Mediterráneo las urnas se llenaban antes de proceder a los referéndums. Incluso cuando no se llega a tanto, el sistema de la campaña electoral subvencionada y mediatizada falsifica todos los datos. En cuanto a las promesas electorales, uno se pregunta cómo pueden todavía hacer impresión sobre los electores: “Soy un hombre político y, en tanto que hombre político, tengo la prerrogativa de mentir cada vez que se me da la gana”, proclamaba sin ambages Charles Peacock, el amigo de Bill Clinton.

Como ética, la democracia resulta profundamente decepcionante. No soporta ninguna teoría, ninguna otra forma de vivir que no sea la suya. Afecta tolerancia pero no se tolera más que a si misma. Cuando, en un país como Francia, el 15% de los electores tiene una actitud que ella reprueba, la democracia los exilia después de modificar la ley electoral para que no puedan tener ninguna representación. Cuando, en un país como Austria o Italia, un partido reprobado llega con métodos perfectamente democráticos a frisar el poder, ¡hay que oír los gritos quebrantahuesos que lanza! Con toda discreción ahoga la libertad de pensar distinto de ella. Y cuando necesita transgredir sus propios diktats, no lo duda. Lo atestiguan las aventuras coloniales de Francia y de Gran Bretaña. Más recientemente, el equipo americano en Somalía o la agresión de la NATO contra Yugoslavia prueban que las democracias son perfectamente capaces de cometer crímenes de guerra en nombre de los derechos del hombre.

Como sistema de gobierno, la democracia se mofa de sí misma a cada instante. Toda manifestación en las calles que traba la circulación, todo bloqueo de las rutas, toda huelga de funcionarios que impide mi libre circulación son profundamente antidemocráticas, no sólo porque atentan contra mis derechos de ciudadano, sino porque autorizan a las minorías a molestar a la mayoría. Parecería evidente que, en una democracia digna de ese nombre, cada uno debería tener los medios de expresarse sin embromar a su vecino.

Que se le agregue a eso las distintas jugarretas de las que se valen los parlamentos para no consultar a la nación sobre cuestiones mayores (como la resignación de la soberanía, o de los valores morales tradicionales, o las agresiones armadas sin declaración de guerra, o los castigos a aplicar a los violadores o asesinos de niños) y se verá que la democracia en acto no es, frecuentemente, más que un simulacro de democracia.



XXI Lo que podría convertirme en un poco más demócrata.
Recapitulemos. Soy medianamente democrático porque se machaca un poco demasiado insistentemente con el ideal democrático, pero no estoy convencido de la infalible excelencia de los métodos democráticos para la elección de gobernantes; porque no me parece verosímil que el mismo sistema tenga las mismas virtudes en cualquier tiempo y lugar; porque me preocupa la suerte de las minorías que las mayorías tienden a aplastar; porque la palabra misma “democracia” no me parece tener un sentido muy claro; porque, en nuestros días, las calidades de la democracia se declaman más que se demuestran; porque la democracia, tal como se practica en nuestra época, tiene todas las fallas de las religiones más oscurantistas y ninguna de sus virtudes; porque la democracia se funda sobre una confusión entre el bien público y los caprichos del público; porque ineluctablemente conduce a diversas formas de totalitarismo; porque prefiere el principio de la cantidad por sobre el principio de la calidad; porque predicando la igualdad es necesariamente entrópica; porque buscando imponer utopías recurre con mucho gusto al terror; porque no es una forma de vida conforme a la naturaleza; porque la encuentro deletérea en términos de cultura y de civilización; porque no funciona sino a condición de ser abundantemente regada con principios antidemocráticos; porque los mass media actuales impiden que los ciudadanos de todo tipo tengan un juicio independiente; porque es falso pretender que no hay alternativa a la democracia; porque la democracia tiende a renegar de sí misma cada vez que tiene una oportunidad.

Anticipo la pregunta que no faltará: “¿Qué propone usted como alternativa?”

Contestar no es el tema de este opúsculo. Por otra parte, ya he dicho cuáles son los regímenes que gozan de mi simpatía. Aquí creo haber demostrado bastante bien que la humanidad muchas veces encontró medios de gobernarse que en ningún sentido eran democráticos y que sin embargo han fundado grandes civilizaciones. Por lo demás no conozco ningún negocio industrial o comercial que se gobierne democráticamente. Jamás he oído decir que un director de orquesta consulta con el timbalista o siquiera con el primer violinista acerca de la interpretación de una sinfonía, ni un jefe de cocina plegarse a la opinión mayoritaria de sus ayudantes - y menos aún de la de sus dientes - sobre el modo de preparar una salsa. Y no veo tampoco por qué el destino mismo de nuestras comunidades, es decir, la nuestra, debería regirse por métodos que han demostrado en otras partes ser perfectamente ineptos.

También estoy en contra de la tendencia contemporánea a creer que uno debe ser demócrata si es cristiano, so pretexto de que los principios cristianos y los principios demócratas se confirman sobre algunos puntos. Por supuesto, coinciden en el respeto debido al hombre, pero de ningún modo sobre la estructura ideal de la sociedad. Créanme: si el buen Dios hubiese sido demócrata, nos lo habría hecho saber.

Por mi parte, estoy dispuesto a convertirme en demócrata si se adopta estrictamente el sistema de Henry Ford, quien escribe en su autobiografía: “Soy partidario de la Democracia que le da a todos las mismas chances de triunfar” (hasta aquí todo el mundo de acuerdo) “según la capacidad de cada cual”. Y es ahí donde todas las verdaderas democracias modernas reviran porque, sin decirlo abiertamente, lo que no aceptan es que no todos tienen la misma capacidad. Y tienen razón: aceptar eso es meter el dedo en el engranaje de la jerarquía. En cuanto a aceptar que éxitos diferentes vienen a coronar capacidades diferentes es, peor todavía, reconocer que le compete a los “mejores” caminar al frente.

Pero Henry Ford va más lejos: “Estoy en contra - sigue impávido - de aquella que pretende conferirle al número la autoridad que le corresponde al mérito” .

¡El mérito opuesto al número! ¡La autoridad sancionando al mérito! Me parece, mister Ford, que allí no está hablando usted de democracia. ¿No sería más bien una definición de aristocracia la que nos está dando?

La dificultad, en nuestro sistema, consistirá, por supuesto, en reconocer el mérito al que le será conferida la autoridad . En los negocios, en el comercio, el mérito se puede medir con cierta facilidad en base a la ganancia. El mundo de la política es más complejo.

Pero, francamente, estoy cada vez más seguro que no es con la urna.

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