Por José Antonio Riesco
Instituto de Teoría del Estado
La Constitución habilita la igualdad para todos (art. 16), pero tratándose de la función pública establece una condición de suma importancia . “la idoneidad”, que implica aptitud, suficiencia, capacidad, competencia. Y se supone (por hipótesis) que la medida de esa exigencia, puede ser de cuatro para un empleado administrativo, de seis para un director general, de ocho para un ministro y ¿de cuánto para el Presidente de la Nación..? A éste, la ley máxima le atribuye el ser “jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país”
1. Esto vale para plantearse qué grado de idoneidad mostró la Presidencia cuando, como hizo la Sra. Cristina Fernández, nominó a puro dedo a don Amado Boudú para que fuera vicepresidente. Fue en un acto solemne, en la Casa Rosada, y con un entusiasta coro de “aplaudidores”, a fin de notificar a 40 millones de argentinos. Nadie sabe, todavía, qué merecimientos políticos y profesionales llevaron a esta muestra de caprichoso ejercicio del poder, a no ser las empresas fallidas donde había actuado don Amado, su autoría del saqueo de Anses o sus demostraciones de hombre de la madrugada exhibiendo sus dotes de rockero
Ahora salieron a la luz las transgresiones a los deberes de funcionario público de don Amado, con la original tesis, ciertamente irrisoria, del fiscal Guillermo Marijuán de que no hay plazos para su cumplimiento; y también sus gestiones ministeriales para favorecer intereses privados (caso Ciccone), Pero, en lugar de esperar a que se expida la Justicia, el gobierno que preside doña Cristina se lanzó a una solidaridad salvaje con el denunciado. Hace fe de los insultos y diatribas que éste lanzó contra el Juez Rafecas, un magistrado que no parece dotado con las debilidades de Oyarbide pero tampoco con las virtudes de Antonio Bermejo, y quien sería objeto de sumario por el Consejo de la Magistratura, De paso fue expulsado del cargo el Procurador del Tesoro, Esteban Righi, otrora acunado en los brazos del Tío Cámpora y figura prócer en la generación revolucionaria “del 70”. Es que no quiso frenar al fiscal Roviolo.
Tratándose Boudú de un ministro nacional la inteligencia del sentido de la norma penal, u obligación de denunciar un delito, no pudo ser sino restrictiva. Enterado el alto funcionario de que se intentaba hacerlo objeto (beneficiario) de gestiones que afectarían la división de los poderes y la independencia de los jueces, el cumplimiento de su deber debió ser instantáneo, inmediato. El fiscal Marijuán optó por el “no hay plazo”, o sea que Boudú dispuso y dispone de diez, cincuenta o doscientos años para cumplir con las exigencias del Código Penal. Que a eso lo diga el defensor del vicepresidente vaya y pase. Que lo díga el fiscal invierte los términos. Al ex guerrica Righi, para echarlo, no le dieron ni cinco minutos.
2. La siguiente prueba de “idoneidad” lo da la Sra. Presidente apenas se anoticia, por algún diario de las “corporaciones” (ya que su staff todo le venía ocultando), en pleno calor de enero, de que el “modelo” está como el Titanic un rato luego de chocar con un enorme iceberg. Entonces lo que había sido un anuncio preliminar de mal gusto, la “sinfonía fina”, se transforma en un acto de neuronas trastornadas y hasta desesperación. Se descubre la crisis de la energía, la inflación galopante, una carencia insólita de dólares luego de años de dejar escapar miles de millones al exterior, los sindicatos en rebeldía, etc.
“Éstamos en emergencia..!”, habría sentenciado la jefe del Ejecutivo, lanzada a otra prueba fundamental de idoneidad para el cargo. Casi como, por ejemplo, le ocurrió al país a fines del siglo XIX. Aunque ella, en otro caprichoso experimento de poderes absolutos, en lugar de acudir a un estadista (caso de Pellegrini en 1890) convocó a ese eminente economista conocido por Guillermo Moreno y le entregó el manejo de la crisis. En el acto don Guillermo hizo lo que sabe : aplicar prepotencia y medidas policíacas e improvisadas, como es la restricción de las importaciones y exporta ciones, cargando al gobierno con la protesta de 42 naciones afectadas (la Unión Europea, EE. UU, Japón, la India, etc.). Mientras, la pelea por el petróleo con Eskenazi, el socio de Néstor, emporcó las relaciones con España. Sin olvidar los insultos a los polacos yerbateros y la grosera imputación al gobernador de Misiones. ¿De esto se trata la idoneidad..?
. . . .
Cuando se estudia el Estado suele incluirse un capítulo significativo, el Gobierno, ya que éste es el núcleo operativo que realiza los fines de aquél. Decía Federico Frischknecht, ex profesor de gerencia estratégica en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, que “gobierno significa decisión, esto es, voluntad y dirección, gobernar es institucionalizar un sistema político que asegure unidad de esfuerzo y cohesión nacional. La administración sin política es arbitraria. La política sin administración es estéril”.
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Instituto de Teoría del Estado
La Constitución habilita la igualdad para todos (art. 16), pero tratándose de la función pública establece una condición de suma importancia . “la idoneidad”, que implica aptitud, suficiencia, capacidad, competencia. Y se supone (por hipótesis) que la medida de esa exigencia, puede ser de cuatro para un empleado administrativo, de seis para un director general, de ocho para un ministro y ¿de cuánto para el Presidente de la Nación..? A éste, la ley máxima le atribuye el ser “jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país”
1. Esto vale para plantearse qué grado de idoneidad mostró la Presidencia cuando, como hizo la Sra. Cristina Fernández, nominó a puro dedo a don Amado Boudú para que fuera vicepresidente. Fue en un acto solemne, en la Casa Rosada, y con un entusiasta coro de “aplaudidores”, a fin de notificar a 40 millones de argentinos. Nadie sabe, todavía, qué merecimientos políticos y profesionales llevaron a esta muestra de caprichoso ejercicio del poder, a no ser las empresas fallidas donde había actuado don Amado, su autoría del saqueo de Anses o sus demostraciones de hombre de la madrugada exhibiendo sus dotes de rockero
Ahora salieron a la luz las transgresiones a los deberes de funcionario público de don Amado, con la original tesis, ciertamente irrisoria, del fiscal Guillermo Marijuán de que no hay plazos para su cumplimiento; y también sus gestiones ministeriales para favorecer intereses privados (caso Ciccone), Pero, en lugar de esperar a que se expida la Justicia, el gobierno que preside doña Cristina se lanzó a una solidaridad salvaje con el denunciado. Hace fe de los insultos y diatribas que éste lanzó contra el Juez Rafecas, un magistrado que no parece dotado con las debilidades de Oyarbide pero tampoco con las virtudes de Antonio Bermejo, y quien sería objeto de sumario por el Consejo de la Magistratura, De paso fue expulsado del cargo el Procurador del Tesoro, Esteban Righi, otrora acunado en los brazos del Tío Cámpora y figura prócer en la generación revolucionaria “del 70”. Es que no quiso frenar al fiscal Roviolo.
Tratándose Boudú de un ministro nacional la inteligencia del sentido de la norma penal, u obligación de denunciar un delito, no pudo ser sino restrictiva. Enterado el alto funcionario de que se intentaba hacerlo objeto (beneficiario) de gestiones que afectarían la división de los poderes y la independencia de los jueces, el cumplimiento de su deber debió ser instantáneo, inmediato. El fiscal Marijuán optó por el “no hay plazo”, o sea que Boudú dispuso y dispone de diez, cincuenta o doscientos años para cumplir con las exigencias del Código Penal. Que a eso lo diga el defensor del vicepresidente vaya y pase. Que lo díga el fiscal invierte los términos. Al ex guerrica Righi, para echarlo, no le dieron ni cinco minutos.
2. La siguiente prueba de “idoneidad” lo da la Sra. Presidente apenas se anoticia, por algún diario de las “corporaciones” (ya que su staff todo le venía ocultando), en pleno calor de enero, de que el “modelo” está como el Titanic un rato luego de chocar con un enorme iceberg. Entonces lo que había sido un anuncio preliminar de mal gusto, la “sinfonía fina”, se transforma en un acto de neuronas trastornadas y hasta desesperación. Se descubre la crisis de la energía, la inflación galopante, una carencia insólita de dólares luego de años de dejar escapar miles de millones al exterior, los sindicatos en rebeldía, etc.
“Éstamos en emergencia..!”, habría sentenciado la jefe del Ejecutivo, lanzada a otra prueba fundamental de idoneidad para el cargo. Casi como, por ejemplo, le ocurrió al país a fines del siglo XIX. Aunque ella, en otro caprichoso experimento de poderes absolutos, en lugar de acudir a un estadista (caso de Pellegrini en 1890) convocó a ese eminente economista conocido por Guillermo Moreno y le entregó el manejo de la crisis. En el acto don Guillermo hizo lo que sabe : aplicar prepotencia y medidas policíacas e improvisadas, como es la restricción de las importaciones y exporta ciones, cargando al gobierno con la protesta de 42 naciones afectadas (la Unión Europea, EE. UU, Japón, la India, etc.). Mientras, la pelea por el petróleo con Eskenazi, el socio de Néstor, emporcó las relaciones con España. Sin olvidar los insultos a los polacos yerbateros y la grosera imputación al gobernador de Misiones. ¿De esto se trata la idoneidad..?
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Cuando se estudia el Estado suele incluirse un capítulo significativo, el Gobierno, ya que éste es el núcleo operativo que realiza los fines de aquél. Decía Federico Frischknecht, ex profesor de gerencia estratégica en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, que “gobierno significa decisión, esto es, voluntad y dirección, gobernar es institucionalizar un sistema político que asegure unidad de esfuerzo y cohesión nacional. La administración sin política es arbitraria. La política sin administración es estéril”.
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