al Jefe
del Estado Mayor de la Armada
de la República
Argentina
José Luis Milia
Al Jefe del Estado
Mayor General
Armada de la República Argentina
Carlos Alberto Paz
Hace nueve años que
el régimen que detenta el poder en la Argentina profundiza sistemáticamente su política
de destrucción de las Fuerzas Armadas. No sólo se basa esta política en
deteriorar económica y profesionalmente a sus cuadros sino que ha sumado a ello
una inmoral persecución a los integrantes de las mismas que actuaron en ellas
en momentos en que la Patria
era asolada por bandas terroristas.
Desde el momento,
años atrás, en que el jefe de estado mayor de una de las Fuerzas tuvo que
subirse a un banquito para descolgar un cuadro se supo que los estamentos
superiores de estas pasaban a ser títeres de la hostilidad y el ansia de
desquite que anida en el centro mismo del Poder Ejecutivo de la Nación.
Que el cargo de
ministro de defensa sea ocupado por ignorantes cuya única cualidad destacable
es el odio a las Fuerzas Armadas o mangantes que sólo pretenden mantenerse allí
agachando la cabeza frente a cualquier iniquidad ordenada no exime ni eximirá a
los jefes de estado mayor de las Fuerzas Armadas por su colaboración con quienes
tienen como objetivo la destrucción de ellas.
Las estupideces
jurídicas manipuladas por el Ejecutivo Nacional respecto de la obediencia que
debe el personal naval a sus superiores han quedado varadas en eso, estupidez.
Hoy podemos asumir que la obediencia debida sigue siendo dogma de fe entre
aquellos que presumiendo de ser jefes en las Fuerzas Armadas se someten a las
cotidianas indignidades que la comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la
república Argentina hace ejecutar contra ellas.
Usted, siguiendo los
pasos de su antecesor ha aceptado ascender post mortem- ascenso reservado a los
héroes que dan su vida por la
Patria-, a Jorge Devoto, ex marino y un simple criminal que
fue cómplice del asesinato del Capitán de Corbeta Jorge Bigliardi, Oficial de
Marina y, por si lo había olvidado, camarada suyo. Esto no es solo una afrenta
al camarada abatido; esta es una afrenta a la Armada de la República Argentina ,
a sus integrantes en actividad o retirados y a los héroes que combatieron en
una guerra cruel entablada por el terrorismo internacional al cual pertenecía
el ahora ascendido.
No se equivoque,
pretender ennoblecer a un delincuente es una acción que se inserta en la más
profunda de las necedades, lo haya decidido usted o la comandante en jefe. Aun
así, quiero suponer que no fue idea suya esta bufonada, pero se lo ordenaron y
usted obedeció sin pensar que al ser partícipe de este acto quedaba asociado a
un hecho criminal cometido en el pasado.
Sepa, si alguien no
se lo ha dicho ya, que quienes le ordenaron proceder de esta manera ni lo
respetan ni tienen por usted consideración alguna. Usted no ha ganado nada por
sí mismo. El poder que cree tener es sólo un préstamo en la medida que se porte
bien o hasta que deje de servirle en acciones espurias a la comandante en jefe.
Después, ya usado, será tirado al tarro de los desperdicios y enviado a su
verdadero castigo, el desprecio de aquellos que alguna vez llamó camaradas.
Informador Público,
junio 14, 2012