Brasil profundiza la
“higienización” de su clase política
POR ELEONORA GOSMAN
El juicio por el caso
del llamado “mensalao”, que se inició el jueves último y que sentó a 38 ex
funcionarios, ex legisladores y empresarios ante la Corte Suprema, es un
episodio muy original de higienización política . Los acusados son miembros del
Partido de los Trabajadores de Lula da Silva y de la actual presidente Dilma
Rousseff. El caso, lejos de afectar la popularidad de la actual jefa de Estado,
no hizo más que acrecentarla, como lo demuestran las encuestas.
Es que el año pasado,
ella tuvo la “virtud” de expurgar de su propio gabinete a aquellos “servidores
públicos” bajo sospecha de corrupción. A este perfil que Dilma imprime a su
administración, se suman iniciativas parlamentarias como la llamada “ley de la
ficha limpia” que, por primera vez en las elecciones municipales brasileñas de
octubre próximo, eliminará de la competencia a aquellos candidatos procesados
por delitos comunes e irregularidades en campañas anteriores. Son más de 6.000
políticos, que ocupan algún cargo en el Estado, que no podrán ser elegidos ni
en estos próximos comicios, ni en aquellos que se realicen hasta 2020.
Estos pasos que
apuntan a transparentar la vida política brasileña, donde abundaba y todavía
sobra caldo de cultivo para la proliferación de mafias, distan de haber
producido la purificación del sistema. El “mensalao”, que será juzgado a lo
largo de agosto por el Supremo Tribunal Federal, tiene como protagonista
central al ex ministro jefe de la Casa Civil José Dirceu. Hasta 2005 no sólo
era el “hombre fuerte” del gabinete ministerial. Se perfilaba, también, como
candidato a suceder al presidente Lula da Silva.
En la época, las
denuncias sobre la existencia de un esquema de pagos a parlamentarios, para
supuestamente mantenerlos alineados en el Congreso con el PT, le costó la
“cabeza” al ex funcionario. Junto con él cayeron varios legisladores y se
desintegró la plana mayor del partido de Lula. Fue un efecto devastador para el
PT. Y, si para muchos militantes decepcionados lo ocurrido no era más que una
muestra de la capacidad corruptora del poder, la cierto es que ese fenómeno
deriva de la desmovilización social, de la convocatoria de los ciudadanos a
participar sólo en períodos electorales y de la falta de control público sobre
los actos de gobierno. Dilma Rousseff lo ha entendido así . Y opera en el
margen que le dejan las limitaciones del sistema. Ella, por ejemplo, ya comenzó
a implementar el programa de transparencia de la administración pública, que
pondrá a disposición de cualquier persona datos claves, como por ejemplo los
salarios de los ”servidores públicos”.
El viernes pasado, en
una entrevista con corresponsales extranjeros, el asesor internacional de la
presidenta Marco Aurelio García, afirmó: “Esperamos que este juicio tenga un
carácter técnico”. Como miembro de la dirección del PT, a García le tocó en
2005 comandar provisoriamente los destinos del partido y evitar que el daño
infligido por el caso del “mensalao” llevara a la disgregación. El funcionario,
a quien no le gusta recordar esos días, teme ahora la “politización indebida”
del proceso.
Clarín, 5-8-12