se vuelven
una fuerza electoral en EE.UU.
David Alandete (El
País, de Madrid)
En pocas ocasiones ha tenido Roma tanta
influencia en una campaña electoral estadounidense. Es cierto, en 1960 John
Kennedy se convirtió en el primer presidente católico de Estados Unidos. Pero
hasta ahora, las bases católicas nunca habían sido tan activas, ni se habían
dividido tanto en su defensa o rechazo de la ortodoxia vaticana.
Los aspirantes a
vicepresidente son ambos católicos e ilustran perfectamente esa división. Joe
Biden, demócrata, defiende el derecho a la interrupción del embarazo y el
matrimonio gay. A su oponente, Paul Ryan, monaguillo de pequeño, lo protegen
algunos obispos, a pesar de su defensa de recortes en los programas de ayuda
social.
En Estados Unidos hay
77 millones de católicos. No todos comulgan con sus obispos. “Mi fe católica me
dice que los mandamientos de Dios se resumen en dos: amarás a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a ti mismo”, explica Mike Harnon, abogado jubilado
de 71 años, quien protesta ante un mitin de Paul Ryan en Cincinnati.
“No creo que debamos
convertirnos en jueces morales de nada. No veo, por ejemplo, en qué parte de la Biblia Jesucristo
trata el asunto de los gays. Y es un hecho que la reforma sanitaria de Barack
Obama, al dar más opciones a las mujeres, reducirá los abortos. Por todo eso,
como católico, me siento más cerca de Biden”, explica.
Harnon representa a
la mayoría de católicos en Estados Unidos. Según una reciente encuesta del
centro de estudios Pew, el 51 por ciento de ellos se identifica como demócrata,
frente al 39 por ciento que asegura ser republicano. Además, el 48 por ciento
considera que el aborto debería ser legal, frente al 45 por ciento que opina lo
contrario.
Otro sondeo, de
Gallup, mantiene que el 82 por ciento de los católicos cree que los
anticonceptivos son “moralmente aceptables”. Finalmente, el 43 por ciento
considera que el matrimonio gay debería ser legal, según Public Religion
Research Institute.
Contra la reforma.
Hay otros católicos que consideran que la reforma sanitaria aprobada por Obama
en 2010 atenta contra la libertad religiosa, ya que obliga a que las pólizas de
seguros sanitarios cubran métodos anticonceptivos.
La conferencia
episcopal norteamericana se opone a esa reforma y clama contra ella desde el
púlpito. Esos católicos se alinean con el protestantismo más puritano y han
apoyado desde su nacimiento al movimiento ultraconservador Tea Party.
Entre esos católicos
de línea dura, las lealtades no están tanto con Romney, que es mormón, como con
su número dos, Ryan. Y antes de Ryan estaban con un exsenador que se presentó a
las primarias republicanas y las perdió. “Como católico, a mí quien me gustaba
era Rick Santorum”, explica Larry Rosenbeck, otro elector católico de Ohio de
66 años.
“Nos representaba a
los católicos y protestantes que sentimos que nos están robando los cimientos
cristianos de esta sociedad. Al ver las posturas de Obama en cuanto a aborto,
matrimonio gay y otros asuntos sociales, siento vergüenza de tener que admitir
que es nuestro presidente. Es una vergüenza en todos los apartados. Quiere
hasta quitar a Cristo de la
Navidad ”, asegura.
El grueso de las
bases católicas, sin embargo, se opone a las políticas de austeridad extrema
que propone Ryan.
El país, en ómnibus.
La hermana Simone Campbell, que preside el lobby de justicia social Network,
recorrió el país en ómnibus durante meses y explicó a los electores, junto con
otras monjas, los males del presupuesto de Ryan y lo poco que respeta este
legislador el catecismo.
“Las propuestas del
congresista Ryan no superan el examen moral más básico en materia de doctrina
católica. Ryan cree que el catecismo enseña individualismo y no es cierto. Los
evangelios transmiten la idea de comunidad, de grupo, de solidaridad”, explica
la hermana.
Se trata de dos
visiones afiliadas a una misma fe, pero separadas por abismos de ideología
política.
De gala por la
caridad
Los candidatos
coincidieron el jueves en la gala anual de caridad de la arquidiócesis de Nueva
York, una parada obligada en la campaña desde el final de la Segunda Guerra
Mundial.