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a los capos como si fueran faraones
El derroche que
caracteriza a los capos mexicanos va anexando nuevas “modas”, pues a las excéntricas
edificaciones que cuentan con clima artificial y hasta son adornadas con
objetos valiosos, como joyas, piedras preciosas y armas en oro se suma la nueva
modalidad del embalsame, para luego colocarlos en vitrinas, que los hace ver
como si sólo estuviesen dormidos.
Esta excentricidad
que se ha anexado a la narcocultura es una nueva forma de seguir manteniendo
“vivos” a sus muertos, al reusarse a perderlos para siempre.
Ejemplo de ello es
Sinaloa, en el panteón de Humaya, donde los muertos no sólo reposan en sus
grandes residencias que han sido habilitadas con todas las comodidades, además
de equipos altamente sofisticados para blindarlas de intrusos, delincuentes o
curiosos.
El panteón Jardines
de Humaya fue construido en 1966 en Culiacán, cuna de los principales narcos
mexicanos, y es conocido porque ahí se encuentran las tumbas de capos como
Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, e Ignacio Nacho Coronel, abatidos por
militares en 2009 y 2010, respectivamente.
Beltrán y Coronel
estuvieron en algún momento aliados en el cártel de Sinaloa, aunque eran
enemigos al final de sus vidas.
Trabajadores del
ayuntamiento de Culiacán revelaron que esta moda empezó con algunos
narcotraficantes, principalmente con los familiares del capo Ernesto Fonseca Carrillo,
Don Neto, moda que ha sido adoptada por más operados de cárteles.
En la actualidad, los
operadores y jefes de plaza de distintas organizaciones criminales han
edificado diversos mausoleos con diversas formas arquitectónicas, cuyos costos
van de los dos hasta los diez millones de pesos, según revelaron funcionarios
del ayuntamiento local.
Desde construcciones
tipo barroco, algunas modernistas o estilo minimalistas, otras más con hierro
forjado o aplicaciones churriguerescas, todo un complejo arquitectónico
exuberante para seguir queriendo al que se fue. Dicho panteón es una muestra
del poderío económico y territorial de los grupos delincuenciales.
Una muestra del
sincretismo que se observa en el panteón Jardines de Humaya es la fusión de
estatuas o imágenes religiosas de San Judas Tadeo, Jesús Malverde o la Santa
Muerte, mismas que conforman el santoral venerado por el crimen organizado.
Los capos que están
embalsamados son visitados mensual o bimestralmente por su “estilista”, quienes
se encargan del corte de pelo, uñas y maquillaje, además de que les cambian la
ropa para que sigan “conservando su entidad física”.
Estas edificaciones
son realizadas como una muestra de amor hacia sus seres queridos, que en su
mayoría han sido jóvenes que han perdido la vida en balaceras o enfrentamientos
con grupos del crimen organizado o las Fuerzas Armadas.
Así, la mayoría de
los operadores del narcotráfico visitan el panteón cuando menos una vez al mes,
llevan grupos musicales de banda y muchas veces no importa que grupos
antagónicos se encuentren en la zona, ya que el interior del panteón es un
terreno neutral, donde se respeta el duelo y la fiesta.
En el interior de las
tumbas también se han colocado diversos objetos que eran los “preferidos” de
los que murieron, por lo que a la vista pueden apreciarse las armas que
utilizaron cuando cayeron abatidos, desde metralletas AK-47 y los rifles R-15 o
las réplicas en oro macizo de las “trocas” que tuvieron en su vida.
Grandes arreglos
florales, edificaciones con costosos aparatos de sonido, de video y de
televisión conforman una de las pequeñas partes que los visitantes gozan cuando
visitan a sus muertos.
El misterio que rodea
a los narcotraficantes en vida les sigue tras la muerte, pues mientras abundan
los objetos de recuerdo en las tumbas, muchas permanecen sin fechas, nombres o
epitafios.
La rivalidad
delincuencial ha provocado la muerte de muchachos jóvenes, en su mayoría
hombres de entre 22 y 35, muchos de ellos han fallecido desde 2008 a la fecha.
El panteón Jardines
de Humaya fue construido en 1966 en Culiacán, capital de Sinaloa, cuna de los
principales narcotraficantes mexicanos, y es conocido porque ahí se encuentran
las tumbas de capos como Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, e Ignacio
Nacho Coronel, abatidos por militares en 2009 y 2010, respectivamente.
El mediano mausoleo
de dos pisos de El Jefe de Jefes es modesto comparado con otros que miden hasta
250 metros cuadrados, con salas de estar, habitaciones con baño, aire acondicionado,
estacionamientos, área de juego para niños y terraza de fiestas.
Muchas de las tumbas,
que llegan a alcanzar hasta tres pisos de altura han sido diseñadas por
prestigiados arquitectos, las cuales son visitadas periódicamente por
familiares y amigos que llegan en camionetas de lujo.
Las visitas suelen
convertirse en fiestas que terminan de madrugada y que son amenizadas por
conocidos cantantes y grupos de música de banda.
La fama de Jardines
de Humaya se inició en los años ochenta, cuando fue enterrado Lamberto
Quintero, famoso traficante de mariguana y protagonista de uno de los primeros
narcocorridos de la historia.
Aparte de las
imágenes de santos y vírgenes, son comunes las fotografías de grandes
dimensiones de personas que posan con armas y rifles de alto poder.
Urgente24, 3-11-12