lunes, 4 de febrero de 2013

CRISTINA, JOSÉ Y RAMÓN: ¿QUÉ LOS DIFERENCIA?





Sebastián García Díaz
Miembro de Esperanza Federal (Civilitas)


¿Qué diferencia a Córdoba del país? Desde esta provincia, estamos luchando para que no se consolide un modelo hegemónico K a nivel nacional. Pero ¿y Córdoba? Hace tiempo que en este territorio se montó un esquema institucional con todos los defectos que nos enervan de la avanzada kirchnerista.
Lo que ocurre es que no se hizo con ese estilo tosco que tanto nos enoja. Pero, a los efectos prácticos, la mala organización de nuestras instituciones republicanas debería generarnos la misma indignación.
En Córdoba, con la excusa de la “gobernabilidad”, garantizamos en la Constitución de 1987 que las mayorías legislativas se las llevara en forma automática el partido que triunfa. También para los municipios.
En la reforma de 2001 establecimos una unicameral que –de manera indirecta– siguió priorizando ese objetivo.
Nuestro Poder Legislativo es, por tanto, al igual que a nivel nacional, una “escribanía del Ejecutivo” y lo mismo los concejos deliberantes de las ciudades, por más empeño que puedan poner los opositores.

Falta de control.
Respecto del Poder Judicial, la comparación no es mejor. El fiscal General de nuestra provincia –que es jefe de todos los fiscales que lideran las investigaciones (incluidas las de corrupción)– es nombrado por el gobernador.
Es muy difícil que sea independiente. Si resulta vergonzoso que no haya un “Jaime” preso o un “Boudou”, deberíamos preguntarnos por qué –en 12 años de gestión continuada– no hay un solo preso por corrupción en Córdoba.
El Tribunal de Cuentas (tanto provincial como municipal), que se encarga de auditar que se gaste el presupuesto con todos los requisitos de transparencia, es elegido en la misma boleta.
En la práctica, esto provoca que ganen siempre los candidatos del mismo partido que el gobernador o el intendente triunfante. ¿Se controlan entre sí? En los organismos provinciales de control, como el Ersep (Ente Regulador de Servicios Públicos), de los seis miembros del Directorio, tres son representantes elegidos por el gobernador.
Ciertos organismos creados por la propia Constitución Provincial, como el Consejo de Partidos Políticos o el Consejo Económico y Social, fueron cerrados con la misma impunidad con la que se avasallan algunas instituciones en la órbita nacional.

No tan distintos.
Los directorios de las empresas públicas provinciales no tienen representantes de la oposición ni independientes y, en general, el manejo de sus fondos no está actualizado on line.
Si nos enoja que La Cámpora ponga a su gente en los directorios de las empresas estatizadas, debemos saber que aquí el gobernador pone a los suyos con la misma discrecionalidad en Epec, Banco de Córdoba, Lotería o en la estatizada Terminal de Ómnibus o en la Tamse (Transporte Automotor Municipal Sociedad del Estado) el intendente.
¿Nos enoja que Cristina abuse de las cadenas y la publicidad oficial? Pues el presupuesto en publicidad del Gobierno provincial es escandaloso (192 millones de pesos anuales), así como el de la Municipalidad, y está claro que no se usa para campañas de prevención. Con esa plata no se han llegado a comprar medios como hace el entorno K, pero sí se alinea a varios mediante la presión de la pauta oficial.
¿Nos alarma el manejo político con el que se reparten fondos nacionales sólo a los amigos? Pues la Provincia no es mejor a la hora de decidir en poner plata a un Festival y no a otro o en apoyar a un intendente o al de al lado.

Graves similitudes.
¿Acaso no estamos luchando contra el modelo K por su presión impositiva asfixiante? Pues está pasando lo mismo a nivel provincial y municipal.
En todos los casos, hay gastos desopilantes. Allá se gasta en refaccionar salones de la Casa Rosada o en carteras; aquí, en centros cívicos y faros. Allá en festejar el 9D llenando la plaza con números musicales. Acá en montar un show por terminar un demorado
desagüe o en un “cuartetódromo” en luga r de destinar esos fondos a mejorar, por ejemplo, los institutos de salud mental.
Hasta en ciertas sutilezas del “relato” nos parecemos.
Justificamos el boleto gratuito invocando “la noche de los lápices” con el mismo cinismo con el que Cristina usa las Malvinas o la fragata Libertad para montar su show nacionalista. Unos le ponen la cara de Evita a un billete. Otros llaman Evita a un museo provincial.
Hay similitudes mucho más graves. Coinciden en que siempre ganan las mismas empresas (o nuevas, pero de origen muy dudoso) las grandes licitaciones y concursos.
¿Estamos pidiendo un país con instituciones más serias y transparentes? Empecemos por Córdoba, donde podríamos dar el ejemplo avanzando en un largo listado de reformas pendientes.

La Voz del Interior, 4-2-13