jueves, 21 de febrero de 2013

"LA PARTICIPACIÓN EN LA POLÍTICA"



Reflexiones del Rector Mayor Salesiano, P. Pascual Chávez, en el Aguinaldo 2013

Se ha dicho y escrito que, frente al Estado moderno que ha asumido la tutela y la asistencia social de los ciudadanos, la Iglesia no tenía ya aquel espacio de intervención en el plano de la caridad y de la asistencia que tenía en el pasado. La realidad que hoy vivimos desmiente esa hipótesis que había nutrido las ideologías laicistas y estatistas. La Iglesia vuelve con muchísima frecuencia a ser punto de referencia también en el seno del bienestar del estado. Durante muchos años hemos oído decir que la caridad y la asistencia eran instrumentos viejos e inservibles, que no eran ya utilizables en la sociedad moderna y en el estado democrático. Hoy, aun en ambientes laicos, se reconoce la función social del voluntariado cristiano, del llamado tercer sector —sin ánimo de lucro— de las iniciativas que parten de las parroquias, de las asociaciones, de las instituciones, de las iglesias locales…

Ahora bien, el hecho de que miles de millones personas están viviendo hoy en condiciones muy distantes de aquella «civilización del amor», auspiciada por el papa Pablo VI y remachada por sus sucesores, ¿puede encontrar en nosotros «una respuesta específica» en el recurso a la fórmula de Don Bosco del «honrado ciudadano y buen cristiano»?

Con referencia al «honrado ciudadano», se nos plantea una reflexión profunda. Ante todo, en la esfera especulativa, debe extender su consideración a todos los contenidos relativos al tema de la promoción humana, juvenil, popular prestando, al mismo tiempo, atención a las diferentes y cualificadas consideraciones filosófico-antropológicas, teológicas, científicas, históricas y metodológicas pertinentes. Esta reflexión se debe además concretar en el plano de la experiencia y de la reflexión operativa de cada uno y de las comunidades. Querría aquí recordar que, para los Salesianos de Don Bosco, un Capítulo General de gran relieve, el Capítulo General  23, había señalado como importantes lugares y objetivos de la educación la «dimensión social de la caridad» y «la educación de los jóvenes en el compromiso y en la participación en la política«, «ámbito un poco descuidado y desconocido por nosotros» (Cf, CG 23, núms. 203-210-212-214).

Si por una parte comprendemos la opción de Don Bosco de no hacer más que «la política del Padrenuestro», por otra debemos también preguntarnos en qué medida su opción inicial de una educación entendida en sentido estricto, y la consiguiente praxis de sus educadores de excluir de la vida propia la «política», ha condicionado y limitado la importante dimensión socio-política en la formación de los educandos. Además las dificultades objetivas creadas por diferentes regímenes políticos con los que Don Bosco tuvo que convivir ¿no han contribuido acaso también a formar educadores propensos al conformismo, al aislamiento, con una insuficiente cultura y un escaso conocimiento del contexto histórico-social?

Deberemos por tanto avanzar en la dirección de una revalidación actualizada de la «opción socio-política-educativa» de Don Bosco. Esto no significa promover un activismo ideológico, vinculado a opciones políticas particulares de partido, sino a formar en una sensibilidad social y política, que lleva en todo caso a invertir la propia vida como misión por el bien de la comunidad social, con una referencia constante a los inalienables valores humanos y cristianos. Se trata por consiguiente de actuar en la clave de una actuación práctica más coherente en el sector específico. Dicho en otros términos, la reconsideración de la calidad social de la educación —ya inmanente, aunque realizada imperfectamente, en la opción juvenil fundamental, también desde el punto de vista de los enunciados y de las fórmulas— debería incentivar la creación de experiencias explícitas de compromiso social en el sentido más amplio. Pero esto supone también un compromiso teórico y vital especial, inspirado en una visión más amplia de la educación misma junto a realismo y concreción. No bastan proclamas y manifiestos. Hacen falta también conceptos teóricos y proyectos concretos para traducirlos en programas bien definidos y articulados.

El que está verdaderamente preocupado por la dimensión educativa trata de influir por medio de los instrumentos políticos, para que se tome en consideración en todos los ámbitos: desde la urbanización y el turismo hasta el deporte y el sistema radiotelevisivo, realidades en las que con frecuencia se privilegian los criterios de mercado.

Preguntémonos: la Congregación Salesiana, la Familia Salesiana, nuestras Inspectorías, grupos y casas ¿están haciendo todo lo posible en esa dirección? Su solidaridad con la juventud ¿es sólo un acto de afecto, gesto de entrega o también aportación de competencia, respuesta racional, adecuada y pertinente a las necesidades de los jóvenes y de las clases sociales más débiles?