Reflexiones del Rector Mayor Salesiano, P. Pascual Chávez, en el Aguinaldo 2013
Se
ha dicho y escrito que, frente al Estado moderno que ha asumido la tutela y la
asistencia social de los ciudadanos, la Iglesia no tenía ya aquel espacio de
intervención en el plano de la caridad y de la asistencia que tenía en el
pasado. La realidad que hoy vivimos desmiente esa hipótesis que había nutrido
las ideologías laicistas y estatistas. La Iglesia vuelve con muchísima
frecuencia a ser punto de referencia también en el seno del bienestar del
estado. Durante muchos años hemos oído decir que la caridad y la asistencia
eran instrumentos viejos e inservibles, que no eran ya utilizables en la
sociedad moderna y en el estado democrático. Hoy, aun en ambientes laicos, se
reconoce la función social del voluntariado cristiano, del llamado tercer
sector —sin ánimo de lucro— de las iniciativas que parten de las parroquias, de
las asociaciones, de las instituciones, de las iglesias locales…
Ahora
bien, el hecho de que miles de millones personas están viviendo hoy en
condiciones muy distantes de aquella «civilización del amor», auspiciada por el
papa Pablo VI y remachada por sus sucesores, ¿puede encontrar en nosotros «una
respuesta específica» en el recurso a la fórmula de Don Bosco del «honrado
ciudadano y buen cristiano»?
Con
referencia al «honrado ciudadano», se nos plantea una reflexión profunda. Ante
todo, en la esfera especulativa, debe extender su consideración a todos los
contenidos relativos al tema de la promoción humana, juvenil, popular
prestando, al mismo tiempo, atención a las diferentes y cualificadas
consideraciones filosófico-antropológicas, teológicas, científicas, históricas
y metodológicas pertinentes. Esta reflexión se debe además concretar en el
plano de la experiencia y de la reflexión operativa de cada uno y de las
comunidades. Querría aquí recordar que, para los Salesianos de Don Bosco, un
Capítulo General de gran relieve, el Capítulo General 23, había señalado como importantes lugares y
objetivos de la educación la «dimensión social de la caridad» y «la educación
de los jóvenes en el compromiso y en la participación en la política«, «ámbito
un poco descuidado y desconocido por nosotros» (Cf, CG 23, núms.
203-210-212-214).
Si
por una parte comprendemos la opción de Don Bosco de no hacer más que «la
política del Padrenuestro», por otra debemos también preguntarnos en qué medida
su opción inicial de una educación entendida en sentido estricto, y la
consiguiente praxis de sus educadores de excluir de la vida propia la
«política», ha condicionado y limitado la importante dimensión socio-política
en la formación de los educandos. Además las dificultades objetivas creadas por
diferentes regímenes políticos con los que Don Bosco tuvo que convivir ¿no han
contribuido acaso también a formar educadores propensos al conformismo, al
aislamiento, con una insuficiente cultura y un escaso conocimiento del contexto
histórico-social?
Deberemos por tanto avanzar en la dirección de una
revalidación actualizada de la «opción socio-política-educativa» de Don Bosco.
Esto no significa promover un activismo ideológico, vinculado a opciones
políticas particulares de partido, sino a formar en una sensibilidad social y
política, que lleva en todo caso a invertir la propia vida como misión por el
bien de la comunidad social, con una referencia constante a los inalienables
valores humanos y cristianos. Se trata por consiguiente de actuar en la
clave de una actuación práctica más coherente en el sector específico. Dicho en
otros términos, la reconsideración de la calidad social de la educación —ya
inmanente, aunque realizada imperfectamente, en la opción juvenil fundamental,
también desde el punto de vista de los enunciados y de las fórmulas— debería incentivar
la creación de experiencias explícitas de compromiso social en el sentido más
amplio. Pero esto supone también un compromiso teórico y vital especial,
inspirado en una visión más amplia de la educación misma junto a realismo y
concreción. No bastan proclamas y manifiestos. Hacen falta también conceptos
teóricos y proyectos concretos para traducirlos en programas bien definidos y
articulados.
El
que está verdaderamente preocupado por la dimensión educativa trata de influir
por medio de los instrumentos políticos, para que se tome en consideración en
todos los ámbitos: desde la urbanización y el turismo hasta el deporte y el
sistema radiotelevisivo, realidades en las que con frecuencia se privilegian
los criterios de mercado.
Preguntémonos:
la Congregación Salesiana, la Familia Salesiana, nuestras Inspectorías, grupos
y casas ¿están haciendo todo lo posible en esa dirección? Su solidaridad
con la juventud ¿es sólo un acto de afecto, gesto de entrega o también
aportación de competencia, respuesta racional, adecuada y pertinente a las
necesidades de los jóvenes y de las clases sociales más débiles?