Aurelio García
Elorrio
(Legislador
provincial, Encuentro Vecinal Córdoba)
La represión del
narcotráfico es materia de la Justicia Federal. El Congreso ha querido así que
sea la Nación ,
y no las provincias, la que lleve el peso de la estrategia de la lucha contra
las drogas, por tratarse de un fenómeno interprovincial y transnacional. Las
justicias provinciales sólo pueden intervenir para reprimir la venta al
menudeo; es decir, al último eslabón de la cadena: los llamados quioscos.
En junio de 2012, la Legislatura Provincial
aprobó una ley que sumaba a la
Justicia de Córdoba en la lucha contra la droga, ya que el
clamor de las madres de los barrios humildes de la ciudad capital era claro: no
podemos criar a nuestros hijos en zonas donde, en cada cuadra, tenemos un lugar
donde les venden drogas.
Con esta ley, se
escuchaba el pedido de tantas familias que no podían seguir esperando mientras
veían la destrucción de sus hijos, y se aliviaba a la Justicia Federal
de las miles de causas chicas de venta al menudeo, de forma que le quedara el
tiempo y la organización necesarias para rastrear y encarcelar a las bandas de
narcotraficantes.
Se trata, entonces,
de avanzar sobre los hormigueros y no sobre las hormigas, como ha pedido un
juez federal en estos días. Esperamos con ansia que la Justicia Federal
pueda realizar su trabajo en estas nuevas condiciones y vemos que la Justicia provincial ya
está realizando el suyo.
Atacar donde
corresponde.
Usando la figura del
hormiguero y la hormiga individual, está claro que lo más efectivo es atacar el
hormiguero. Existen hormigueros bien definidos dentro de nuestra provincia, que
si se hicieran en la política y en la Policía los cambios necesarios, incorporando la
tolerancia cero al narcotráfico, serían rápidamente destruidos. Mucho se haría,
también, si se blindasen las rutas, como la ley cordobesa le ordena a la Policía , lo que aún no se
está cumpliendo.
Pero existe un gran
hormiguero que está fuera de nuestra provincia y es responsabilidad absoluta de
la Nación.
Todo comenzó
alrededor de la década de 1990. Es en esa época cuando Argentina se transformó
en un espacio de paso de droga, fundamentalmente colombiana, hacia Europa.
Estamos hablando de grandes cargamentos, de 250, 500 o 1000 kilos de cocaína de
máxima pureza, adquirida en Colombia a 1.700 dólares el kilo y luego puestos en
España u Holanda a 50 mil dólares el kilo, o en el sudeste asiático a 150 mil
dólares el kilo.
Esta tendencia está
perfectamente relatada en el informe del 19 de febrero de 2009 de la Comisión Antimafia
Italiana, presidida por el diputado comunista Francesco Forgione y luego
reproducida en su libro titulado Mafia for export , donde aparece como una de
las cinco rutas principales de la cocaína en el mundo, la que arranca en
Colombia, cruza a la
Argentina por el medio y desemboca en el Río de la Plata , para de allí marchar
a Europa, vía África.
Luego he podido
comprobar estas aseveraciones de Forgione, teniendo en cuenta las referencias
de muchas personas e investigaciones judiciales que dan cuenta de una intensa
actividad aérea no programada en la zona semidesértica que conforman el sur de
Santiago del Estero y el sureste de Catamarca. En estas zonas, los narcos
arrojan su carga y luego, por vía terrestre y de muchas maneras y artificios,
la droga es introducida en contenedores y llega a los puertos argentinos, para
su salida al exterior.
Sin escudos.
Esa tendencia de la Argentina se fue
acentuando luego de que quedásemos, con Paraguay y Bolivia, como los únicos
países en el tránsito de la droga, sin radares. Repárese que Perú tiene radares
y ley de derribo, lo mismo que Brasil. Nosotros, en cambio, no tenemos radares
ni ley de derribo; y si tuviéramos ley de derribo, de nada serviría, porque
nuestra capacidad de intercepción aérea es casi inexistente. Nuestra Fuerza
Aérea está totalmente aniquilada en su material y su logística.
El Escudo Norte, en
Santiago del Estero, compuesto de un radar y de un avión Pucará o, a veces, un
Mirage, sería una segunda línea de radares más al sur de la primera, ya que
aquella abarca el arco norte del país.
La primera línea se
compone de radares que no cubren todo el arco norte y hay horarios en que
tampoco funcionan. Es decir que el arco norte esta plenamente abierto.
Entonces, la segunda línea es el solitario radar que existe en Santiago del
Estero, que a 200 kilómetros de su emplazamiento ya no puede detectar un avión
a baja altura. Como la segunda línea del radar solitario no resuelve nada, el
problema debería ser resuelto por las fuerzas federales de seguridad o las
policías provinciales, ya en las rutas terrestres.
Sobre la base de
investigaciones judiciales llevadas adelante en Córdoba y en otras partes del
país, podemos reconstruir el sistema de paso de la droga. Primeramente, la
carga ingresa por vía aérea a algún remoto lugar de las provincias mencionadas
y luego se la traslada por rutas terrestres, principales o secundarias,
totalmente abiertas hasta un camión que tiene cargado un contenedor y que ya
está precintado por la aduana de Córdoba o Santiago del Estero. No tendrán
problemas en introducirla al barco, porque previamente se asegurarán de que el
puerto en cuestión no va a controlarlos.
Al tener Argentina
sus fronteras abiertas y persistir en sistemas de radarización claramente
inútiles, al tener sus rutas terrestres también abiertas y un descontrol
objetivo en sus puertos, se explica lo informado por las autoridades
norteamericanas en 2011, en el sentido de que por nuestro territorio habían pasado
ese año 70 mil kilos de cocaína hacia el extranjero.
Volviendo a nuestra
provincia, debemos recordar que el problema de las drogas no se resuelve sólo
reprimiendo la oferta. Hace falta un plan preventivo fuerte en toda la
provincia, que comprometa todo el esfuerzo del Estado y la comunidad, que lleve
a nuestros jóvenes a despreciar las drogas facilitándoles el cambio. Si somos
capaces de garantizarles la igualdad de oportunidades para que puedan descubrir
su proyecto de vida, no necesitarán de las drogas.