Claudio
Chávez
Así está planteado el
nuevo dilema histórico al que nos invita el Gobierno Nacional. Y no hay duda
que es un nuevo capricho de la Presidenta , pues, según
dicen, los que saben, no le place seguir
viendo esa estatua desde su despacho. La diyuntiva ya había
ocurrido entre Eva y Roca, al
apartar del billete de cien pesos a la figura del tucumano. Ahora es el turno
de Juana Azurduy por Colón.
El debate historiográfico
al que nos somete la Señora tiene un sentido pedagógico: esconder y
ocultar, enviando a las sombras o al recoveco de alguna Plaza a figuras que por
su trascendencia marcaron la historia Argentina o Iberoamericana y subir al
podio a otras que simpatizan con su visión y si son mujeres mejor. Esta defensa
de género sobre Eva y Juana nada tiene que ver con la realidad vivida por
ellas. El feminismo proyectado al pasado no es historia, es panfleto y del
peor.
Por supuesto que hay
un sentido en ambas propuestas: se trata de que por medio del arte del
birlibirloque dos “genocidas”, según reza su línea historiográfica, desaparezcan de la memoria, el recuerdo y la
historia.
PRIMERO ROCA
Que un gobierno que
se dice peronista haga desaparecer la figura de Roca, alentado el cambio de
nombres de calles, plazas, derribando monumentos o desapareciéndolo de los
billetes, es un disparate y un desconocimiento absoluto de su obra y
significación. Constructor del Estado moderno, garante de la soberanía territorial
argentina sobre la Patagonia ,
Chaco y Formosa, responsable político de la alfabetización de millones de
argentinos e inmigrantes, pacificador del “Desierto” puesto que es una infamia
y una mentira escandalosa que haya aniquilado a los pueblos originarios. Sólo
actuó violentamente sobre aquellos que se negaron a bajar las armas frente a la
ley y el Estado Argentino. Fueron los menos. El resto recibieron tierras o
fueron incorporados al Ejército, con sueldo, cargo y vivienda. De originarios no tenían nada pues
estaban atados a los peores vicios de la
civilización blanca: el robo, el alcohol y la violencia. Esa imagen tierna y
bucólica de caciques y capitanejos
defensores de su patrimonio material y cultural, contrasta con la
realidad de lo que eran, feroces maleantes que asolaban poblaciones y
estancias, robando ganado y “arreando”
mujeres que sometían a la esclavitud en sus tolderías o a la
prostitución en Chile. Eran las secuestradas de aquellos años. Claro para algunos
historiadores y novelistas que endulzan lo ácido y amargo de la vida con
edulcorantes truchos, siempre hay una historia romántica que envuelve a la cautiva con el cacique.
Síndrome de
Estocolmo sería esa pasión telúrica.
A pedido de Roca se
realizó el primer relevamiento de la situación de los trabajadores en todo el
país y se elevó al Parlamento el Código de Trabajo.
Se sancionó la ley
del Servicio Militar obligatorio, se planteó la Reforma Educativa
de Magnasco y la
Doctrina Drago. Fue un
gran Presidente.
Desplazarlo por Evita
es algo que la mujer de Perón no se merece. Y naturalmente, Roca, tampoco.
JUANA AZURDUY POR
COLON
Juana Azurduy fue una
gran mujer. Patriota. Desinteresada. Batalló hasta el último aliento, dejando
jirones de su vida en esa travesía libertaria. Es injusto utilizarla para esconder a un hombre extraordinario y a una
época monumental.
Cristina debiera leer
el Diario de Colón y dejar Página 12. De hacerlo descubriría el espíritu de un hombre renacentista en el
pináculo de su obra. Todo lo relata con asombro y nobleza. Los hombres que
descubre: bellos, armoniosos, sin codicia, de ademanes cadenciosos y lenguaje
dulce. La naturaleza equilibrada, ni mucho calor ni excesivo frío, que despierta y ennoblece sus sentidos. Las
flores, los pájaros, no hay nada de la creación que no desate en él,
sentimientos de piedad frente a lo
nuevo, lo distinto.
Si hasta cree que por
esos lares, no muy lejos de allí, debería hallarse el Paraíso Terrenal. Estos escritos abonaron la teoría que muchos
años después profesaron los Jesuitas y el mismo Rousseau, que el hombre en
estado natural es bueno.
Cierto que hubo algo
que sacó de sus cabales a Colón y fue que al observarles heridas en el cuerpo e
inquirirles por señas la razón de ellas, asustados y atemorizados, pidieron su
ayuda pues padecían de forma constante
el ataque de los caribes. Indígenas caníbales que devoraban a sus pequeños, en
un festín diabólico y horroroso. ¿Se lo puede acusar de genocida?
¡Sería un disparate
aplicar hacia el pasado teorías explicativas que relativizan las conductas! El
relativismo es un mal moderno no del Renacimiento.
Muy mala prensa tiene
esta obra gigantesca de la humanidad. Especialmente en las usinas progresistas
que han caído bajo el influjo leninista del imperialismo. El marxismo a secas
fue más benevolente con la acción de los grandes imperios. En nuestro país fue Yrigoyen quien instituyó
esta fecha como feriado y festejo nacional y Perón quien llevó más a fondo su
defensa. Basta con leer su discurso del 12 de octubre de 1947 para descubrir
cosas como estas:
“Para nosotros la
raza no es un concepto biológico. Para nosotros es algo puramente espiritual.
Un estilo de vida.
Va, entonces, el
homenaje argentino a la
Patria Madre , fecunda, civilizadora, eterna y a todos los
pueblos que han salido de su maternal regazo. Nuestro homenaje a la madre
España constituye también una adhesión a la cultura occidental.
Porque España aportó
a occidente la más valiosa de las contribuciones: el descubrimiento y la
colonización de un nuevo mundo ganado para la causa de la cultura occidental.
Su obra civilizadora
cumplida en tierras de América no tiene parangón en la historia.
Su empresa tuvo el
signo de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y
dispuesta a volver la espada y marcharse una vez exprimido y saboreado el
fruto. Llagaba para que fuera cumplida la hermosa realidad del mandato póstumo
de la Reina Isabel
de atraer a los pueblos de Indias y convertirlos al servicio de Dios”
Por eso suena extraño
y antipático que una Presidente, que se dice peronista, asuma valores y
principios extraños a la naturaleza cultural del justicialismo.
El Imperio Español se
permitió discutir su acción y su conducta en la conquista. Revisó su obra. Y no
impidió el debate. Un lote de
intelectuales, todos ellos sacerdotes,
discutieron en el marco de la Universidad de Salamanca la legitimidad del poder español y la
humanidad de los indios. Pensadores de la talla de Fray Bartolomé de las Casas
o Francisco de Vitoria fueron los
disparadores de las Leyes Nuevas de 1542. Especie de Código de la dignidad
humana y del trabajo.
Por eso no se
entiende el empecinamiento ideológico de atacar a España y defender la
virginidad y la inocencia de los pueblos americanos.
¿Habrá leído,
Cristina, a Bernal Díaz del Castillo y su descripción del Imperio Azteca y sus
costumbres? No, y como no aparece en
Tiempo Argentino, lo desconoce.
Aunque también está
vacía de Perón que en el discurso citado, decía:
“Los españoles traían
para ellos (los indígenas) la buena nueva de la verdad revelada, expresada en
el idioma más hermoso de la tierra. Venían para que estos pueblos se
organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. No aspiraban
a destruir al indio, sino ganarlo para la fe y dignificarlo como ser
humano”
Colón debe permanecer
donde está. Primero, porque no se puede pasar por encima de la decisión de la
Legislatura de la Ciudad a quien no se ha consultado y segundo
porque desde ese lugar vela por la pureza de los valores eternos de la
cultura iberoamericana: el mestizaje y
el sincretismo religioso.