lunes, 8 de julio de 2013

EL GOBIERNO DE LA CIUDAD Y LA CALIDAD EDUCATIVA



Claudio Chaves ~ Julio 7, 2013

El jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por intermedio de su ministro de Educación, Esteban Bullrich, ha propuesto a la Legislatura la sanción de una ley por la que se crea el Instituto de Evaluación de la Calidad y Equidad Educativa. El nuevo organismo tendrá autarquía financiera y su director será designado por el Jefe de Gobierno a propuesta del ministro de Educación. Esta figura daría al Instituto, por un lado, independencia económica y por el otro directa vinculación con el área educativa. No hay duda de que la decisión es de alto impacto político al traer al debate público un asunto tan acuciante como es la calidad y el nivel educativo de alumnos y docentes.

La Ley de Educación 26.206, sancionada por el actual Gobierno Nacional a instancias de quien era su ministro, por aquellos años, Daniel Filmus, y su vice y actual ministro de Educación Alberto Sileoni, es muy clara al respecto. En su artículo 11 manda que “Los fines y objetivos de la política educativa nacional son asegurar una educación de calidad con igualdad de oportunidades”.

De manera que la búsqueda de la calidad educativa es una exigencia de la ley y una demanda de la sociedad, que ha visto en los últimos años caer los saberes académicos en todos los niveles educativos.

Cierto es que la ley 26.206, al hacer obligatoria la enseñanza desde preescolar hasta finalizar la secundaria, promovió el ingreso masivo de jóvenes a las escuelas y lo que se ganó en cantidad se perdió en calidad. Así estamos. De modo que ya es tiempo de plantearse la calidad como una necesidad de la nueva etapa masificada. Así lo ha entendido la Ciudad de Buenos Aires al elevar la ley a la Legislatura.

Sin embargo la propuesta encuentra férreos opositores en el arco del progresismo capitalino, tanto como en los sindicatos de igual perfil, como son UTE y ADEMYS.

Sin embargo la vanguardia ideológica, bajo cuyo paraguas se protegen los capitalinos, es el ámbito del Ministerio de Educación nacional, conducido por Alberto Sileoni. Allí se halla la usina del progresismo educativo que tanto daño ha causado a nuestra educación en los últimos años. Este mismo ministro es quien ha afirmado: “La educación comparativa no se mide sólo en términos de rankings; no es necesario saber cuánto mal o cuanto bien nos va, porque los caminos son más generosos y más amplios. Debería haber un ranking del esfuerzo”.

A ver si entendí, si este modus operandi lo lleváramos a las aulas, si bajáramos este encuadre macro a lo micro, la cosa sería más o menos así: como no interesa conocer cuán mal o bien le va a los alumnos, no habrá, entonces, evaluación. No se medirá la calidad de sus conocimientos pues de hacerlo surgiría la comparación que tanto daño ha causado a nuestros niños. Solución: se los promueve y listo. ¿Será por esto que el ministro habla de generosidad y amplitud?

¿Es este disparate lo que anhela Sileoni?

Sospecho que no es lo que en el fondo desea. Es un buen hombre. Pasa que el progresismo, la ortodoxia de sus ideas y el dogmatismo de su encuadre anulan las buenas intenciones de los más pintados.

Respecto del esfuerzo, el conjunto de los docentes argentinos tiene claro este valor, a condición de no suplir los conocimientos académicos y la calidad de los mismos por la voluntad y el empeño.

Atribuciones del Instituto

Contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad educativa por medio de evaluaciones periódicas a alumnos, docentes, instituciones educativas y al mismo Ministerio.

Estas evaluaciones o estudios de investigación arrojarán datos duros que el Ministerio manejará internamente, bajando la información a las distintas direcciones de área (primaria, media, institutos de formación) para continuar, luego, el recorrido por la vía orgánica, como siempre ha sido. En la inteligencia que la evaluación y su devolución forman parte del proceso de aprendizaje.

Con este encuadre el progresismo capitalino dice no al Instituto. Por un lado, porque saben del impacto político de la propuesta, que tiene enorme atractivo ciudadano y por el otro, razones ideológicas los impulsan a decir que no.

No adhieren a la idea de evaluaciones generales, esto es la misma para todo el alumnado. Creen que las políticas educativas de evaluación deben estar definidas a partir de los contextos sociales, culturales y económicos en el cual se desarrollan las acciones. En otras palabras y para decirlo sin subterfugios, las evaluaciones tendrán dos niveles: una para ricos y otra para pobres.

Exagerando, pero al solo efecto de que se entienda, si de matemática hablamos, a unos se le tomará dos más dos y a otros, regla de tres simple.


El progresismo, de esta manera “generosa” se transforma en el vehículo de la fragmentación educativa y la nivelación para abajo. Claro… en el espacio de los pobres. ¡Con estos candiles más vale estudiar a oscuras!