POR ERNESTO GALLEGOS
GEÓLOGO Y DOCENTE DE
LA UBA
En muy poco tiempo se
instaló con sorprendente virulencia un discurso anti-fracking basado en tres
ejes principales: 1) Aumentará el riesgo de que se produzcan terremotos; 2) Va
a consumir el agua dulce dejando sin abastecimiento a las poblaciones u otras
actividades económicas; y 3) Puede contaminar el agua dulce de los acuíferos o
napas. Tres mitos que se desnudan a la luz de los hechos: 1) La energía
utilizada para generar las fracturas previas a la estimulación hidráulica se
puede sentir en la superficie sólo mediante instrumentos extremadamente
sensibles. Si se mide esta actividad en la escala Richter, utilizada para los
sismos, se ubica en valores negativos (alrededor de -2), unas 100.000 veces
menores a un movimiento detectable por los seres humanos y que de ninguna
manera puede desencadenar terremotos.
2) La inyección
hidráulica a alta presión, último paso de preparación del pozo antes de
comenzar la producción, emplea un 99.5% de agua y arena, y un 0.5% de productos
químicos. Estos volúmenes de agua se tomarán, en el caso de Vaca Muerta, del
caudal de los ríos de Neuquén, en una cantidad que representa menos del 0.1%
del caudal anual de esos ríos. Una vez utilizada, el agua puede ser tratada y
reutilizada tanto en nuevas perforaciones o en otras operaciones de la
industria como la inyección para recuperación secundaria. Las empresas que como
YPF están enfrentando el desafío de realizar este tipo de perforaciones están
utilizando técnicas que apuntan a reutilizar en el futuro cercano el 100% del
agua de inyección.
3) El petróleo de
Vaca Muerta no migra: si tuviera las condiciones físicas para migrar no haría
falta utilizar el fracking para explotarlo. Las fracturas hidráulicas y el
proceso de circulación de grandes volúmenes de agua con aditivos suceden a gran
profundidad. En los puntos de interés para la explotación de la Formación Vaca
Muerta, como el área donde se desarrollará la experiencia piloto conjunta entre
YPF y Chevron, esta se encuentra a más de 2000 metros de profundidad, no existe
posibilidad de que el agua, o el hidrocarburo, o los aditivos inyectados migren
verticalmente hacia el medio ambiente superficial. Las fracturas creadas con
esta técnica en un pozo horizontal tienen una capacidad de penetración vertical
del orden de apenas decenas de metros y nunca podrían encontrarse con los
niveles freáticos o napas.
En síntesis, el
fracking en Vaca Muerta no puede generar sismos; no va a tener como
consecuencia una migración de agua de inyección ni sus aditivos ni los
hidrocarburos que se estén explotando a los niveles de agua freática ni al
suelo; la explotación (proceso posterior al fracking que puede durar hasta 40 años)
de estos pozos no debería permitir la migración de ningún contaminante a los
acuíferos ni al medio ambiente. Esto último lo garantiza el casing o
entubamiento de los primeros cientos de metros del pozo, evitando el contacto
con los acuíferos, técnica que es la misma que ya se ha utilizado hasta el día
de hoy en más de 65.000 pozos “convencionales” de petróleo y gas en nuestro
país.
Pero nada de esto
tiene sentido si no es puesto en el contexto actual del desarrollo energético
en nuestro país. Hace 5 años se creía que no había una solución a la
declinación en la producción de hidrocarburos en Argentina, a esto se le suma
que en los últimos 10 años el consumo ha crecido enormemente la demanda
energética de la mano del crecimiento de la industria nacional y la economía en
general. Del mismo modo que hace 10 años se creía que Estados Unidos estaba
condenado al abastecimiento externo y hoy está planteada la posibilidad de que
se convierta en un país exportador de gas y energía en los próximos años
gracias al desarrollo del fracking.
Entonces, ¿qué fue lo
que cambió? Las técnicas para la explotación del llamado recurso
no-convencional pasaron a ser rentables económicamente.
El plan estratégico
de YPF plantea que con producir el 15% del potencial de Vaca podría cubrirse
por completo el déficit energético de nuestro país. En el mediano plazo nuestro
país pasaría de ser un importador neto de energía e hidrocarburos a suplir
completamente la demanda interna y convertirse en exportador. Y no sólo un
potencial exportador de hidrocarburos sino también de conocimiento, al
convertir a los equipos técnicos de YPF en líderes mundiales en la exploración
y producción de shale-oil.
La misión de YPF es
tan importante que si logra sus objetivos crecerá la industria, crecerán las
exportaciones, habrá una disponibilidad de divisas mucho mayor para el Estado y
los particulares, aumentará el saldo positivo de la balanza comercial, entre
muchas variables que afectarán directamente a las personas que vivimos en
Argentina. Por eso es tan importante informarse antes de compartir teorías
apocalípticas como el fantasma del fracking, basándose en un puñado de mitos
sin sustento científico.
Clarín, 24-9-13