POR SILVIA NAISHTAT
En momentos en que Argentina está rascando la
olla en sus agotados pozos petroleros, la explotación de petróleo y gas no
convencional (shale) es la luz al final del túnel. Fuertemente criticada por
los ambientalistas, hace rato que ese tipo de producción dejó de ser un
misterio. Hoy la cosecha de petróleo y gas convencional del país equivale a la
de 1990 y es, tal vez, la principal causa de la actual crisis de divisas. El
86% de nuestra matriz energética depende de hidrocarburos.
Hace ya 34 años, acorralado por los rehenes
de la embajada de EE.UU. en Teherán, el presidente Jimmy Carter imaginó que el
petróleo escondido en las formaciones de esquistos y lutitas podía terminar con
la dependencia del crudo de Medio Oriente. No se equivocó. Hoy se
autoabastecen, exportan y están generando un orden nuevo en la política global.
En la Argentina los petroleros aseguran que se está reinventando el negocio. Y
están apurados.
Con 802 trillones de pies cúbicos (TCF, en
sus siglas en inglés) en reservas de shale gas, somos, según la Agencia de
Información de Petróleo de EE.UU. los segundos después de China. No solo se
trata de Vaca Muerta que posee 302 TCF. El resto lo completan reservas en
Salta, Chaco y la Patagonia. En shale oil tampoco nos va mal. Estiman 27.000
millones de barriles: somos los cuartos detrás de Rusia, EE.UU. y China.
Para Ernesto López Anadón, titular del
Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG), la principal razón del éxito de
EE.UU. fue haber bajado los costos y, de esa manera, el shale, cuya explotación
es carísima, puede competir con el petróleo convencional. Un hecho que
distingue este tipo de producción es que requiere inversiones de gran escala a
lo que se añade la exigencia de innovación, equipos de alta complejidad y
profesionales que no abundan. Argentina compite por esos recursos escasos con
otros países que arrancaron con el shale: México y Rusia.
López Anadón asegura que vale la pena esa
carrera por el efecto de prosperidad duradera en la economía argentina. Como
dicen que dicen los jeques árabes, ojalá.
Clarín, 26-1-14