Por José Antonio
Riesco
En el diario Perfil
(Bs. As.) se difundió en fecha reciente un diálogo –sin mayor connotación polémica-- de dos figuras conocidas, sin dudas, con su
nombre y renombre, que opinan cada tanto sobre cuestiones de la política
argentina. La escritora Beatriz Sarlo,
de “centro-izquierda” como ella dice, y el escritor Horacio González, director
de la Biblioteca
Nacional , vocero y
líder de “Carta Abierta”, el grupo de kirchneristas que cada tanto se
pronuncian a favor de cualquier medida o desatino del gobierno de doña
Cristina,
En un país sumergido
en una preocupante crisis económica
–cuyos efectos sociales ya están en la calle y en los
supermercados-- de los intelectuales, si
son tales, la sociedad espera algo más que divagaciones verbales. Una faena que
en esta oportunidad brilló por ausencia; al extremo que, para decir algo, doña
Sarlo se autodefinió de “centro izquierda” en un escenario, el argentino, donde
nadie se anima a reconocerse “de derecha” pero a que todos, si podemos, nos
encanta gozar de los derechos y privilegios del “sistema”.
De su parte, don
Horacio, acorralado por el desastre del transporte y el déficit habitacional,
que le endilgó la dama, fue sincero al confesar que el kirchnerismo pese a
haber tocado en todas partes y hacerlo mal, tiene el gran mérito –como esencia
de la vocación revolucionaria del
“modelo”—de haber sembrado “entusiasmo”. Tanto como puede hacerlo Messi con sus
goleadas o Karina Jellinek exhibiendo las virtudes de la carne.
Acaso preocupado por
la ausencia de valores rescatables en el intercambio, el director del diario,
Jorge Fontevecchia, publicó una nota comentando el suceso (26.2.2014).. Viene
de un viaje a China donde seguramente
aprendió que a la generación de Den Xiao-ping no le faltaron intelectuales que
fueron y son útiles por que piensan y trabajan sobre el proceso real de modernización de la nación. Se dice que, del
millar de profesionales y técnicos que acompañaron a Den en los primeros pasos
del gran cambio, casi todos eran egresados de las universidades del
capitalismo.
En tiempos
normales --cuando un pueblo no soporta
crisis profundas-- la intelectualidad no
es criticable por que no aporte ideas-fuerza dirigidas a la superación de la
mala situación. Es así en los períodos
donde quienes conducen el Estado, los políticos, tienen en claro la tarea
realizar y a ello se dedican. Incluso en días de trastornos no falta un Keynes
que haga su contribución positiva, ayudándole a Franklin D. Roosevelt para que
sacara la economía de EE. UU. del desastre. O un Laureano López Rodó que mucho
le ayudó al generalísimo Franco para que “civilizara” el régimen administrativo
de España.
En los años 30 del
siglo XX cobró notoriedad Karl Mannheim, un calificado pensador alemán, quien
sacudido por los males sembrados por las parcialidades y el sectarismo
ideológico y clasista, tuvo la ocurrencia de pensar en “los
intelectuales” como árbitros de los desencuentros y la crisis. A su juicio es
el sector social que existe y actúa sin
compromisos con los intereses y conflictos. Pero alguien le contesto que
un intelectual imparcial es “una contradicción en los términos”, y que lo
característico de los que tienen vocación por la política es, precisamente, su
compromiso con las parcialidades. A no ser que sean mera “bosta de paloma”.
O sea, que no sirven
para ayudar a que el país salga del pantano..? En absoluto; su formación académica
y/o científica los torna necesarios, en especial si tienen una actitud realista
de la situación del país. En general no sirven para el mando, aunque sí en
funciones técnicas o de asesoramiento. A condición, claro está, que controlen
las ideologías y el utopismo que los insertan en el gremio de los macaneadores.
Su capacidad, para ser útil, debe en cambio concentrase en la realidad
socioeconómica y cultural de la sociedad de que son parte. Y extraer de ella
–no de la biblioteca y sin despreciar su utilidad-- los elementos para formular un diagnóstico en
términos de procesos y cosas en concreto.
Se dice bien que por
sus recursos humanos y naturales la Argentina posee los dos factores básicos para ser
una estructura desarrollada. Pero además tiene una rica experiencia en materia
de producción (urbana y rural), de funcionamiento de las instituciones y
servicios públicos y privados, lo que la coloca en el camino de crecer en
sentido cuantitativo y cualitativo. Y esto pese a que tiene un gran déficit en orden
a disciplina social, que es la fuente principal de la corrupción en todos los
niveles sociales y políticos. Pero en esa compleja experiencia (material y
cultural) está el campo de trabajo de los intelectuales : establecer lo que
tenemos, lo que nos pasa y lo que es necesario hacer y especialmente corregir.
Una condición
sustantiva para ser útil, es que los intelectuales abandonen el ideologismo que
les llena de moscas el cerebro y que hagan el esfuerzo moral de no tomar
partido ingenuamente por cualquier parcialidad, sea de la política o de la
farándula. Y, sobre todo, que dejen de lado la vanidad de la popularidad, el
vicio de los ambiciosos apurados.