Por: Pedro Luis
García
Norte (Chaco), 15 de
Marzo, 2014
Hoy se pone en tela
de juicio tanto esta definición como su representatividad y señala la necesidad
de la modificación de sus prácticas de sus formas de reclutamiento de
adherentes y su democracia interna.
Es frustrante ver
cómo para algunos candidatos el partido es solo un trampolín y cómo hay grupos
que caen en el pragmatismo de alcanzar el poder para su propio beneficio.
Una de las
tentaciones de los partidos políticos es obstaculizar la visión y la estrategia
propias impidiendo que en el diálogo razonable y respetuoso se enriquezca las
propuestas y se logren los consensos para el bien de la Nación. En una sociedad
pluralista ya no es admisible la imposición de un proyecto político en forma
autoritaria.
Hoy más que nunca es
indispensable que en los partidos se cultive un espíritu de servicio y que la
fidelidad a los principios e ideales se traduzca en una contribución positiva
al progreso y a la solución de los problemas económicos y sociales, es
fundamental fortalecer la democracia reconstruyendo la confianza ciudadana.
La corrupción y la
falta de ética son otros de los aspectos por el que los partidos políticos son
frecuentemente señalados y criticados por la opinión pública.
Con frecuencia se
comprueba que Ética y Política se encuentran muy a menudo enemistadas cuando en
realidad la ética debiera ser la culminación de la política. ¿Quién de nosotros
no cree que haya que actuar de un modo éticamente correcto?
En relación con la
corrupción es imprescindible señalar que las personas que se dedican a la
política no son sino parte de la sociedad y por lo tanto, en general, ni
mejores ni peores que el resto de sus miembros. Cuando alguien recibe un
soborno es porque alguien lo paga, el silencio cómplice y la inercia de quienes
se consideran buenos ciudadanos son también comportamientos que estimulan a la
corrupción.
Generalmente al lado
de todo hombre corrupto hay un hombre bueno pero inútil y pasivo.
A Gandhi le
preocupaba mucho más la indiferencia de los buenos que la maldad de los malos,
por ello es importante que el ciudadano honesto combata la corrupción siendo
diferente del corrupto.
La sociedad de
consumo nos acostumbró a que todo se puede comprar con dinero, de ahí nace la
tentación de querer eludir los controles y las normas ofreciendo dinero a
cambio de favores y excepciones, de allí que tantos quieran obtener ganancias
explotando esta debilidad y prometiendo que pueden arreglarlo todo.
La corrupción es un
mal para unos y para otros, para el que soborna y para el que recibe.
Por ello los laicos
cristianos no pueden renunciar a participar en política, si bien nadie está
obligado a dedicarse a la política, ni a afiliarse a un partido político, pero
todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política, si
bien con diversidad de formas, niveles tareas y responsabilidades.
Debemos adquirir los
conocimientos necesarios para opinar, criticar constructivamente y proponer
soluciones, para ello será necesario estudiar la Doctrina Social de
la Iglesia y
también conocer a fondo la realidad que se vive, además de votar con libertad
cuando lo establezca el sistema político, teniendo como objetivo el bien común,
luchando por construir una sociedad que beneficie al conjunto y privilegiando a
los más débiles y desprotegidos.