Alberto Buela (*)
En 2016 se cumplirán
doscientos años de la declaración de la independencia Argentina y seguro que
pasará lo mismo que pasó en el 2010: gran cantidad de actos y de despliegue
artístico y nada de contenido. O lo que es peor, un contenido falaz y mentiroso
respecto de lo que sucedió hace dos siglos.
Esto de mentir a
designio respecto de nuestra historia no es algo nuevo, pues casi todos los
países lo hacen con su respectivo pasado. Y máxime aun en estos tiempos
postmodernos en donde la ciencia histórica está siendo reemplazada más y más
por la memoria. Y de ésta, peor aún, por la damnatio memoriae= por la condena
de la memoria. Hablando en criollo, los que tienen el poder mediático y
político borran del mapa de la historia a todos aquellos que no coinciden con
ellos.
Para no irnos por las
ramas vamos a limitarnos a Argentina pero muy bien podríamos hacerlo sobre toda
Hispanoamérica y no así sobre la América lusitana ni sobre la anglosajona.
Cuando los españoles
llegan a América del Sur lo hacen vía Panamá hasta plantar sus reales en Lima y
Cuzco, cabecera del imperio incaico.
Con sano criterio
ellos, como lo hicieron los cristianos sobre las trazas de Roma, se asientan, trabajan y se mueven sobre la
homogeneidad comunicacional, política, jurídica y administrativa impuesta desde
el Cuzco para esta parte de América. Es más, la conquista militar no buscó ni
produjo la sustitución de lo indígena por lo español como normalmente se
afirma.
No. La conquista y colonización española de América fue la asunción
crítica del mundo incaico. Un economista y gran historiador colombiano,
recientemente fallecido, Luis Corsi Otálora, demostró con cifras, que las
condiciones de trabajo durante el período virreinal, fueron para los trabajadores, mejores en América que
en la Europa de la época. Desde el punto de vista político es sabido que en el
Perú virreinal los caciques y sus hijos no perdieron ninguno de sus cargos ni
títulos de nobleza. Y ello se evidenció en el privilegio social de poder montar
a caballo, vestir como hidalgos y portar armas. Cosa que en esa época les
estaba prohibido en Europa a los habitantes nativos y blancos de Irlanda
sometida por Inglaterra.
El mestizaje que se
da en Nuestra América no es una cuestión limitada a la buena voluntad sino que
es consecuencia de un cúmulo de medidas políticas y culturales como las que
señalamos. Tan fuerte fue el ensamblaje entre lo indio y lo hispánico que en el
mismísimo Congreso de Tucumán de 1816 hubo propuesta para que la capital fuera
el Cuzco en lugar de Buenos Aires. En ese magno congreso, en ese “primer
congreso argentino”, por así decir, no estuvieron representadas las provincias
de Misiones, Entre Ríos, Corrientes ni Santa Fe, pero si lo estuvieron
provincias, hoy bolivianas, como Charcas, Mizque, Chichas y Potosí.
Hay diez provincias
argentinas, siete del Tucumán y tres de Cuyo- vía Chile- que heredamos del
Virreinato del Perú. Nuestros primeros próceres son todos altoperuanos: Alvarez
Thomas es de Arequipa, Cornelio Saavedra es de Potosí, el mismo Mariano Moreno debe su formación a
Chuquisaca. El único monumento a la Reconquista de Buenos Aires tras las
invasiones inglesas de 1806/07 está en Potosí y no en territorio nacional.
La otra corriente
colonizadora de Argentina viene por el río de La Plata y el Paraná. Comienza
con la primera fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza en 1536 y con la
de Asunción un año después por Juan de Salazar, oficial de la expedición de
Mendoza.
Da primera fundación
de Buenos Aires los historiadores nos cuentan que no quedó nada. La ranchería
se prendió fuego a fines de junio de 1541 y sus pocos habitantes fueron
llevados a Asunción. Pero, sin embargo, algo quedó que se les pasó inadvertido.
Quedaron acá en la
Pampa libres y a su aire una veintena de yeguarizos de los setenta y dos
equinos que había traído Mendoza desde España . Este hecho liminar fundado en
una desobediencia, la del caballerizo, que en lugar de sacrificarlos según se
le ordenara, los largó a campo, signó de una vez y para siempre el alma
argentina: la cultura del caballo con todo lo que enseña de noble y de brutal.
La diferencia con
Brasil, en este emblemático primer hecho cultural, es que Alvares de Cabral
pisa tierra brasileña en 1500 y apenas dos años después el judío Fernando de
Noronha recibió una concesión ilimitada para explotar el palo brasil o
brasilete . ¡Casi nada la diferencia!
Los pormenores de la
primera colonización del Río de la Plata son los siguientes:
El primer navegante
europeo que llega al río de la Plata fue Juan Díaz de Solís nacido en Sevilla
en 1470, quien en 1516 es asesinado y comido en Punta Gorda, hoy territorio
uruguayo. Su viaje aportó datos el río de la Plata y la isla Martín García
donde enterró al despensero de ese nombre que había fallecido a bordo.
El segundo fue el
navegante veneciano Sebastián Caboto (1484-1557) quien diez años después
exploró el estuario y los ríos Uruguay y Paraná, fundando en 1527 el fuerte
Santi Spiritu, en la desembocadura del río Carcaraña, unos 50km al norte de la
ciudad de Rosario.
El tercero fue Pedro
de Mendoza (1487-1537) quien en 1536 funda Buenos Aires. El primer noble de
todos los adelantados que llegaron a América y con la mayor de todas las
expediciones: 14 barcos, 1500 hombres (sólo 15
mujeres) y 72 yeguarizos.
Con él llegaron María
Dávila, amante de Mendoza, Juan de
Osorio, el justo, que fue mandado matar por Mendoza en las costas de Santa
Catalina (Brasil), hecho que martirizó su conciencia hasta su muerte. Salazar de Espinosa, fundador de Asunción y
Martínez de Irala, el mentor de la destrucción e incendio de Buenos Aires en
1541. Isabel de Guevara, la brava mujer que le escribe a la reina solicitando
mercedes y donde relata que de los 1500 que llegaron, mil murieron en dos
meses. Rodrigo de Cepeda y Ahumada, hermano de santa Teresa de Ávila. Su
hermano Diego que muere el 15/6/1536 junto con 300 laceros españoles cerca de
Luján sobre el río que va ha ser bautizado como “Río Matanza”. El sacerdote y
poeta Luis de Miranda, y siete curas más, un médico, un cirujano, ningún
abogado y 80 europeos extra españoles muchos de los cuales eran alemanes. Lo
que muestra de qué manera estaba comprometido en la empresa el emperador Carlos
V de Alemania.
Buenos aires es
fundada el 3 de febrero de 1536 y es destruida por los querandíes en diciembre
del mismo año. Mendoza se traslada a la zona del fuerte Santi Spiritus, fundado
por Caboto en 1526, donde Juan de Ayolas había fundado unos meses antes Corpus
Christi y realiza de las fundaciones a que se había comprometido con Carlos V:
Buena Esperanza. Los pocos habitantes que quedan en Buenos Aires sobreviven como
pueden. Mendoza se embarca de regreso a España el 22 de abril de 1537 y muere
de sífilis cerca de Canarias el 23 de junio.
La ciudad quedó al
mando de Francisco Ruíz Galán con sólo una población de ochenta personas de las
mil quinientas que habían llegado. Y en 1541 Irala venido desde Asunción
influye sobre el veedor Alonso Cabrera, quien había venido de España y la manda
destruir.
Esta civilización del
caballo que termina cubriendo todo el territorio argentino, se extiende en
primer lugar sobre lo que hoy es la provincia de Buenos Aires, y las provincias
del litoral mesopotámico.
Este litoral recibe
luego la colonización de dos hombres excepcionales, Juan de Garay y
Hernandarias, criollo nacido en Asunción en 1561. Pero lo que consolida la
identidad original de estos pueblos es la tarea de los jesuitas en sus treinta
y tres Reducciones que va desde 1567 con su llegada al Perú hasta su expulsión
en 1767. Son doscientos años de una ímproba tarea de inculturación del
Evangelio y de creación de una conciencia política de pertenencia.
Estas dos corrientes
colonizadoras convergen a la formación primordial de la Argentina y en rescatar
estos aportes, desvirtuados por los doscientos años posteriores de pertinaz
liberalismo político, cultural y económico, es una de las tareas que muy bien
podrían proponerse las autoridades en los fastuosos actos que seguramente se
realizarán en 2016.
(*) arkegueta, eterno
comenzante
buela.alberto@gmail.com
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