Cuando se pretende
cercenar la libertad de expresión.
Por
Carlos Álvarez Cozzi (·)
Realmente penoso. Uno de los males del postmodernismo. La intolerancia
de los supuestos tolerantes ya está llegando a límites extremos y absurdos.
Todos tienen en un Estado de Derecho democrático la facultad de expresar con
respeto las propias convicciones, al parecer menos quienes disienten con la
relativista agenda de género.
Esto es lo que está
sucediendo cada vez en forma más frecuente. Esa ideología está convirtiéndose
en legislación en muchos países. Quien diga que es antinatural la unión entre
personas del mismo sexo y que la ley no debe darle status de “matrimonio”, por
ser inhábil para constituir una familia, antes podía recibir el rechazo de esos
grupos y de otras personas funcionales a ellos, pero luego de que cada vez más
legislaciones han considerado esos supuestos “derechos”, bajo el falso
argumento-escudo de la no discriminación, las críticas pueden incluso llegar a
ser delitos para quienes ejercen su libertad de expresión. Esto es lo que
hace muy poco ha ocurrido en Canadá. (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=37273).
Ser
acusado de «propagar el odio» por haber escrito en el propio blog un artículo,
retomado por un semanario que luego se ha visto en la obligación de pedir
disculpas por su publicación, en el cual se enuncian sencillamente los
motivos por los que un cristiano debe oponerse al matrimonio homosexual:
esto es lo que ha sucedido en Canadá. El semanario es el “Newfoundland
Herald”, el autor del artículo incriminado se llama Matt Barber
y los acusadores son los habituales activistas de los derechos LGTBI (lésbico
gays transexuales, bisexuales e intersexuales). Pero en
verdad no se necesita ser cristiano para disentir con que algunos Estados hayan
dado “status” de matrimonio a uniones de personas que no pueden constituir
nunca una familia abierta a la transmisión de la vida, a la educación de su
prole y al progreso de la sociedad. Basta con tener una moral natural y un poco
de sentido común para así manifestarse. Pero ya vemos lo que pasa. La
supuesta tolerancia de los verdaderos intolerantes sólo se verifica cuando las
expresiones son favorables a su estilo de vida. No sólo no admiten
críticas sino que por su lobby han logrado que la legislación penal prevea como
delito no ya la discriminación injusta y persecutoria sino la mera expresión de
una convicción. Así sucedió hace algunos años en Uruguay, cuando el
arzobispo de Montevideo expresó en un periódico de la arquidiócesis la doctrina
de la Iglesia
Católica sobre los actos homosexuales, en estricta aplicación
de lo que surge de la
Sagrada Escritura , un conocido colectivo gay le amenazó con
denunciarlo penalmente!!! Finalmente ello no ocurrió pero no es posible que se
pretenda limitar por un lado la libertad de expresión y tampoco la libertad de
cultos!!! O acaso los sacerdotes o pastores cuando prediquen en lugar de
mirar los Evangelios deberán mirar el Código Penal de su país para saber si
pueden o no expresar libremente la creencia de su confesión religiosa?
Donde quedaría en ese
caso la libertad de cultos consagrada en la Constitución ? La
relativista reingeniería social antinatural de la ideología de género no sólo
existe sino que se va instalando silenciosamente, como el colesterol en el
sistema circulatorio, en la propia legislación. Esto constituye claramente una
violación de la laicidad. El Estado no debe consagrar por ley una visión de la
persona, la familia y la sociedad en desmedro de las firmes convicciones de
otras personas y colectivos, que además es la mayoritaria. Por ello lo del
título: la supuesta “tolerancia” de los verdaderos intolerantes está llegando a
límites insoportables. Es tal su inseguridad que quieren acallar toda
discrepancia llegando incluso a pervertir la legislación a fin de que está al servicio
de sus intereses. Y si no miren, lamentablemente, lo que acaba de suceder en Canadá y antes en
varios lugares del planeta.