La directora del
Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas de EE.UU. advirtió sobre las secuelas
cognitivas que puede causar la sustancia.
Por Florencia
Ballarino
Perfil.com,
22/11/2014
“La adicción es una
enfermedad del cerebro”, afirma Nora Volkow, directora del Instituto Nacional
sobre el Abuso de Drogas de EE.UU. (NIDA, por sus siglas en inglés) y una de
las mayores expertas en drogadicción del mundo. “Es común que el cerebro de un
drogadicto muestre evidencias de un déficit en el sistema de la dopamina,
alteraciones en la actividad metabólica en zonas discretas del cerebro y
anormalidades en la conectividad entre diferentes regiones del cerebro”,
sostiene esta psiquiatra nacida en México y bisnieta de León Trotsky.
“Todas estas
perturbaciones afectan la conducta y contribuyen al fenómeno de búsqueda y uso
compulsivo de una droga a pesar de las consecuencias catastróficas de dichas
conductas”, le dice Volkow a PERFIL antes de arribar a Buenos Aires el próximo
martes para participar como oradora principal de la V Jornada Internacional
de Neurociencias, organizada por Adineu.
—¿Por qué sólo
algunas personas que consumen drogas se vuelven adictas?
—El riesgo de que una
persona comience a abusar de una droga y se vuelva adicta es el resultado de
una combinación de muchos riesgos separados que operan en diferentes niveles.
La genética es, por supuesto, uno de los factores que modulan ese riesgo; y se
estima que aporta entre el 40 y el 60% del riesgo total. Otros factores que
contribuyen a la variabilidad individual del riesgo a la adicción son los
factores ambientales (como la asequibilidad de droga y la conducta del grupo de
pares), la edad (en general los adolescentes presentan un riesgo mayor), y la
presencia de comorbilidades psiquiátricas.
—Muchos adictos
vuelven a recaer tras un tratamiento. ¿Qué puede aportar la ciencia en este
sentido?
—Uno de los objetivos
de la ciencia para mejorar las chances de una abstinencia prolongada es la
investigación a fondo de los procesos neuronales responsables por la recaída.
Gracias a tales estudios, hoy sabemos, por ejemplo, que la adicción a la
cocaína se caracteriza por déficits en el control inhibitorio y un incremento
de reactividad a los estímulos condicionados asociados a la cocaína. Es
sumamente probable que estos dos factores también contribuyan a la propensidad
de una recaída, por lo que es razonable proponer que intervenciones orientadas
a reducir la impulsividad o la reactividad podrían proteger a un adicto contra
la recaída.
—¿Qué pasa con la
marihuana? Se cree que no es adictiva y que no implica riesgos.
—No nos debería
sorprender que algunos jóvenes tiendan a minimizar los riesgos de la marihuana;
después de todo, los mensajes que reciben de los adultos son cada vez más
confusos y, frecuentemente, erróneos. Pero la ciencia es muy clara respecto de
los peligros que presenta el uso de la marihuana, especialmente para la gente
joven, cuyos cerebros todavía se están desarrollando, lo que los pone a un
riesgo mayor de sufrir secuelas cognitivas importantes y persistentes.
—¿Qué opina de la
decisión de Uruguay de legalizar el consumo de marihuana?
—No puedo comentar
sobre las decisiones políticas que se den en otro país. Lo que sí puedo decir
es que la ola de aprobación del uso de la marihuana, tanto médico como
recreacional, es una tendencia preocupante. Este fenómeno no es nuevo, ya que
la presión política por la legalización de la marihuana en EE.UU. viene ganando
terreno hace ya varias décadas. No podemos negar la realidad de tal presión
popular, pero es nuestro deber como científicos alertar a la población sobre
las posibles consecuencias de legalizar otra droga que, como el tabaco y el
alcohol, se volverá sin duda mucho más asequible gatillando consecuencias en la
salud pública a largo plazo que serán muy difíciles de prever y luego de
revertir.